aldini, el de la tele, dijo escandalizado y casi indignado, transcurridos diez minutos del Bayern-Barcelona, que no comprendía por qué los alemanes se estaban haciendo el harakiri. 8-2. El mismo Maldini dijo el martes, durante el Real-Valencia, que en el pasado curso los txuri-urdin se habían venido abajo después del confinamiento. Discutible también. Es cierto que les costó arrancar, en aquellos partidos de junio contra Osasuna, Alavés e incluso Real Madrid y Celta. Pero lo que dictan en general los resultados de esas once jornadas finales poco tiene que ver con la evolución de un equipo que, lejos de alcanzar la orilla agotado en lo futbolístico (sí en lo físico), consiguió su objetivo liguero con todas las de la ley, terminando el campeonato mucho mejor de lo que nosotros mismos pensamos. A mi entender, mereció ganar a Getafe y a Granada. Venció con justicia en el campo del Villarreal. Pudo hacerlo perfectamente contra el Sevilla. Y el decisivo empate del Wanda, gol postrero al margen, no supuso ningún milagro visto lo visto sobre el verde. Detalles, malditos detalles, impidieron sellar el billete europeo con mayor holgura.

¿A qué viene semejante recordatorio? Viene a que a la Real, a esta Real, le cuesta arrancar. Siempre le cuesta arrancar. Y se trata de algo muy lógico si analizamos las prestaciones del equipo cuando ha alcanzado su plenitud. Presiona, se expone, corre, aprieta, es todo lo vertical que puede a campo abierto€ Para poder hacer todo esto, hace falta cierto rodaje, cierta carrerilla para coger impulso. Quedó demostrado en junio. Y quedó demostrado también hace ya más de un año, en agosto y septiembre de 2019, cuando la misma escuadra que nos enamoró entrado el otoño mostró una cara menos brillante en Valencia, Mallorca y Bilbao. ¡Que no se nos olvide! El recordatorio del primer párrafo responde también a lo mucho que creció la escuadra blanquiazul durante la minitemporada que cerró la pasada Liga. Zarandeada por circunstancias de todo tipo, presionada ante la cercanía de un objetivo cuya conquista se daba por hecha durante el parón del virus, se las arregló para adoptar una actitud camaleónica, adaptable casi a cada partido, que le proporcionó un callo competitivo digno de mención. Un Máster en toda regla. Así que no, Maldini, nuestra Real no se vino abajo.

La prueba de ayer era de las importantes. Enfrente, el Getafe. El siempre afeado Getafe. Un Getafe con el que yo lo tengo muy claro. No disfruto con sus partidos. Plantea duelos poco estéticos. Pero pienso que en el éxito de su propuesta reside también la grandeza del fútbol. Este juego depara a los equipos una variadísima amalgama de caminos hacia la victoria. Muchísimo más variada que la existente en otros deportes. Cada cual es libre de elegir la senda que estima oportuna. Y Bordalás y los suyos han optado por una que, a la vista está, les viene proporcionando resultados buenos y meritorios. Dicho esto, no me gusta el técnico alicantino, porque el personaje poco a poco va devorando al sobresaliente entrenador. Las críticas al fútbol que pregona tienen facilísima defensa. Se trataría solo de comentar lo aquí arriba expuesto, sin más rodeos. Bordalás, sin embargo, acostumbra a entrar al trapo y a tirar de cinismo, criticando a otros equipos, a menudo de forma infundada, precisamente lo mismo que hace el suyo. Lo mismo que hace su Getafe en una elección estilística del todo legítima, faltaría más.

Cuesta meter mano a los azulones. Pero lo logró la Real. Igual que, pese a la derrota, consiguió hacer este verano en el Coliseum. La maquinaria se va engrasando. Las piezas van encajando. Y se acerca el día en el que podamos ver ya a un equipo txuri-urdin en su eléctrico registro estándar. Si es que seguimos teniendo un registro estándar, claro. El éxito significa también ser analizado y estudiado. Y exige así una reinvención casi continua que parece garantizada con Imanol en el banquillo. Podemos estar tranquilos, por dos circunstancias. La primera, la trayectoria ascendente que siempre ha recorrido su Real en el inicio o la reanudación de las temporadas. La segunda, la amplitud de miras del oriotarra, capaz de tocar aquí y allá para ofrecer soluciones a sus hombres, sin enrocarse en sistemas ni dogmas inamovibles. Ayer propuso la habitual salida de tres. Pero dibujó al ejecutarla un doble pivote Merino-Silva, cuando habitualmente sitúa al navarro como mediocentro único, y dejó en banda a Oyarzabal estirando el campo, cuando normalmente el eibartarra se mete a interior zurdo en la fase descrita. También buscó alargar al Getafe el, a mi juicio infravalorado, Portu, a quien vimos tirar diagonales dentro-fuera poco frecuentes en él. Una de ellas supuso el penalti del 1-0. Porque hace tiempo ya que las cosas en este equipo no se consiguen por casualidad. En días y horas frenéticos, con nombres y fichajes en boca de todos, conviene destacar que en el fútbol lo colectivo siempre estará por encima de lo individual. Y que esta Real tiene ahora más hechuras de equipo que hace un año por estas fechas.