ra agosto. De 2019. Y apenas diez segundos de contragolpe sirvieron de ilusionante anticipo. La cogió Moyá. Sacó rápido. Y después vino lo que vino. Tres camisetas blanquiazules, las de Odegaard, Portu e Isak, todos recién llegados, corriendo a la velocidad del rayo hacia la portería contraria. Directos a la nuez del rival. Ganó la Real 0-1 en Mallorca. Marcando como marcó aquel gol, lanzando aquella burla socarrona al cartel de equipo plano y horizontal que le venía acompañando, hizo buena la máxima: "Reinventarse o morir", una necesidad de la que siguen siendo muy conscientes en el club. Lástima que evolucionar se haga difícil con tu fichaje estrella y tu jugador franquicia contagiados de coronavirus, una pretemporada de solo tres semanas, cuatro internacionales concentrados con sus selecciones y la enfermería de Zubieta asemejándose a un supermercado en hora punta.

Paciencia. Mucha paciencia. Porque si algo nos ha mostrado esta Real de Imanol, un equipo que hace del ritmo alto su gasolina, es que los arranques o reapariciones le pillan aún subiendo poco a poco las revoluciones. El mismo gol de Mallorca, destacado en el párrafo anterior, supuso solo un oasis en aquel desierto estival, antes de que se adquiriera velocidad de crucero en septiembre. Y los primeros encuentros post confinamiento fueron muchos peores que los que cerraron el pasado julio la mini temporada final de once jornadas. Así que tampoco vamos a pedir ahora a los txuri-urdin que arranquen "quemando aceite", como decía Pablo Balbi, el preparador físico que se trajo Martín Lasarte. Si a la maquinaria le costó ponerse en marcha el pasado curso, con más razón en esta época tan extraña que vivimos.

La Liga es larga. El día en que termine, recordaremos lo de ayer y creeremos retroceder a la prehistoria. Seguramente demos por bueno un punto que, valga la obviedad, significa no perder. No es tontería si de una primera jornada se trata. Que conste en acta, además, que la Real se encontró con un muy mejorado Valladolid, cuyo nivel dio la razón a Imanol Alguacil. Aseguró este el viernes que los pucelanos son ahora capaces de ejercer una efectiva presión alta. Dicho y hecho. Analizó igualmente que se atreven a hacer más cosas con el balón. Cierto también. A los nuestros les costó hacer frente a la nueva versión blanquivioleta. Sufrieron durante largos tramos. Pero si algo te garantiza este equipo son unos mínimos de competitividad que, en tardes como la de ayer, permiten añadir puntos al casillero. Bien.

Mientras esperamos a Silva, mientras aguardamos a que Oyarzabal se encuentre apto para jugar 90 minutos, mientras, en definitiva, pensamos con optimista paciencia en el momento en que las cosas en Zubieta se acerquen un poco más a lo que consideraríamos una situación normal, toca tirar sobre el campo de mecanismos conocidos. La Real alternó ayer fórmulas para encontrar libre a ese hombre interior que encendiera la mecha de sus ataques. Pero ni escorar a Merino a falso lateral ni recurrir a la salida de tres terminó de dar fruto. Me gustaron las incursiones de Barrenetxea en la zona ancha, iniciando diagonales y jugando a pierna cambiada. Pero, en líneas generales, el bagaje ofensivo se quedó corto para inquietar a un buen rival.

¿Y atrás qué? Pues atrás hay que ajustar varias cosas. Durante la pretemporada, Imanol había ensayado una presión distinta, un mecanismo según el cual Portu debe apretar ahora al central zurdo rival y el interior diestro txuri-urdin guarda más la posición. ¿Lo ha pensado el técnico para evitar a David Silva protagonizar recorridos largos como los que correspondían a Odegaard? Conjeturas mías. Más allá de la interrogante, toca aquí constatar una certeza. La nueva presión nos duró ayer solo 20 minutos, porque al míster no le quedó más remedio que cambiarla mediada la primera parte. A partir de entonces, pareció agradecer el equipo regresar a la estructura defensiva del pasado curso, por mucho que con ella se produjera el 1-0.

El Pucela, en ventaja, se protegió en mayor medida. Líneas juntas y replegadas. Contadísimas presiones altas. Y problemas para un rival insistente, la Real, que se encontró con semejante gol para empatar. No está mal. Al fin y al cabo, los avisos a navegantes se digieren mucho mejor con un punto en la buchaca. Esto es la Liga. Primera División. Máximo nivel. El fútbol actual, en el que todo se estudia y se analiza, exige a los equipos una actitud camaleónica en la que el Valladolid ha podido trabajar relativamente tranquilo durante las últimas semanas. En Zubieta, mientras, las circunstancias han sido otras. Solo cabe aguardar esperanzados, porque Imanol y su staff saben lo que toca. El coronavirus, las lesiones y las fechas FIFA apenas les han dejado entrenarlo.