or fin le hemos encontrado una utilidad práctica al maldecido VAR. Le ha quitado la careta a los árbitros y nos ha descubierto que, aparte de ser cobardes, a puerta cerrada y sin la presión ambiental, se retratan pitando lo que más les interesa en lugar de lo que ven. Un secreto a voces. Son malísimos. No nos creemos que en otros países sean todavía peores. Y menos aún que todo lo que le está sucediendo a la Real sea casualidad.

Me hace gracia, porque aquí somos tan legales que hay un ya decreciente sector de la masa social txuri-urdin que considera los reincidentes atracos arbitrales que están sufriendo los de Imanol una excusa más para evitar hablar de lo fatal que han regresado. Entiendo la legítima postura, pero yo no puedo estar de acuerdo. No es normal todo lo que está pasando. Siete penaltis en siete jornadas, siendo claro e indiscutible solo uno de ellos. Y los cinco primeros goles todos ellos clave en el marcador final en las cinco jornadas de la reanudación, polémicos y más que discutidos. Quien crea que eso sucede por azar es que no sabe cómo funciona el corrupto fútbol español. Pero me alegra de que, al menos, el descrédito arbitral haya alcanzado límites insospechados cuando cuentan con una herramienta magnífica precisamente para que les saque de muchos atolladeros. Mi opinión es que lo que están haciendo es tan escandaloso que ha llegado un momento en el que solo deberíamos hablar de las fechorías de los trencillas. Total, si a nosotros no nos hacen ni caso, al menos que nos sirva para desahogarnos y mejorar nuestra salud mental deteriorada por el descalabro realista.

Todo eso mientras el club guarda un incomprensible silencio público, que raya ya el ridículo dado el clamor de las calles guipuzcoanas. Las declaraciones de los protagonistas tras lo sucedido en Getafe como si fuera una derrota normal más, cuando todas las radios de medianoche aguardaban como pirañas las lógicas y previsibles rajadas por el increíble penalti que les habían pitado, fueron simplemente patéticas. A ver si nos dejamos ya de absurdos chistes y juego de palabras en las redes sociales, porque esto es mucho más serio. Nos están robando a la cara y vosotros lo único que hacéis es poner la otra mejilla. "Estamos estudiando la posibilidad de hablar en público", dicen desde el club€ ¿Cuándo? ¿Cuando ya no tengan posibilidad de nada y todo el mundo lo considere una burda justificación? ¿Estarán pensando hacerlo con un teléfono rojo (je, que sabemos que en Anoeta tienen alguno escondido) y con un casco como Gila? "¿Son los árbitros? Pues estamos muy enfadados eh. ¿A que nos picamos y no respiramos?", me imagino su amenaza a lo loco.

Pero acepto el mensaje de los que odian el manual de excusas y trataré de hablar de lo que realmente nos gusta, el fútbol. Ese que nos encantaba y que lo están convirtiendo en un absurda y con pocos alicientes búsqueda del penalti. Muchas veces decimos que los jugadores viven ajenos a la realidad. Me cuesta creer que no saben lo que está pasando en los hogares de los aficionados blanquiazules. Están haciendo llorar a los niños, que no entienden nada, y sumiendo en una profunda depresión a los mayores, que ya no buscan ni las pertinentes explicaciones. La desesperación ha pasado a ser resignación. Cada vez son más los que deciden bajarse del barco hasta la temporada que viene disgustados porque la cita con su equipo ha pasado de ser las dos mejores horas de la semana a las dos peores. Porque todos esperábamos sus partidos con ansia y nos conocíamos al dedillo su calendario y ahora se nos han quitado las ganas hasta para enfadarnos por el irrisorio reparto del descanso entre encuentro y encuentro (otra casualidad, ya... Como que no le hayan dado la baja a Sangalli). La Real es uno de los motores de Gipuzkoa, que repercute sobre todo en el estado de ánimo de la gente. Con las terribles consecuencias de la pandemia, ahora la calle sigue triste. Alicaída. Nos están amargando la vida.

Recuerdo que cuando me fui haciendo un hueco en el As, hubo un par de periodistas veteranos que me aconsejaron de forma extraña que no hiciera demasiado ruido, que no era bueno estar de moda. Me he acordado de ello al ver lo que está pasando. Durante meses, confinamiento incluido, no hemos parado de escuchar alabanzas y vítores públicos y mediáticos por la magnífica trayectoria de la Real. "Qué bien juega, qué bonito, qué grandes jugadores, no pega un patadón, es el que equipo que mejor fútbol practica de la Liga"... Incluso Imanol recibió un premio al mejor entrenador. ¿Saben a la conclusión que he llegado? Que no merece la pena estar de moda porque crea unas envidias que al final te generan consecuencias negativas. Si no, ya nos lo explicarán. ¿Cómo es posible que estén machacando sin piedad y sin freno a un equipo que no pega una patada, que siempre sale a jugar, que no sabe perder tiempo, que compite igual en casa o fuera y que es tan educado que no protesta nunca? Sin darse cuenta, en una competición a cara de perro, que consiste en descubrir las carencias del resto de adversarios para hacer sangre en cuanto se pueda, la Real ha descubierto en el halago su principal defecto. Que se le puede triturar sin que tenga el carácter suficiente o la personalidad necesaria para reaccionar y que no le afecten este tipo de agravios... Y los rivales directos se frotan las manos, claro, no pensarían que Simeone, Lopetegui o el propio Gaizka Garitano, ex txuri-urdin, iban a salir a pronunciarse sobre la barra libre de robos a los realistas en la vuelta del confinamiento. Mi conclusión es que la Real ha ganado muchos partidos este año pero sigue sin ser un equipo ganador. Tampoco la mayoría de sus jugadores lo son, como lo están acreditando en esta crisis. Y este era el tema que más me preocupaba en la antesala de la final de la Copa cuando se iba a disputar en la fecha fijada y todos nos sentíamos los más guapos y los más poderosos...

La situación actual me recuerda a los artículos motivantes que mi mente traumatizada por la mancha negra redactaba durante años en la primera eliminatoria de Copa. El curso siguiente del 6-1 de Mallorca recuerdo que estuve a punto de sacar una bandera blanca, porque yo ya no sabía ni qué poner, y que fueran los jugadores los que se dieran cuenta de que solo ellos tenían la solución a estas malas rachas. Dusko Ivanovic resumía el martes de forma estoica y espartana la filosofía que ha llevado al Baskonia al título la ACB : "Los jugadores me decían: Hemos sufrido mucho. No entienden que si das sentido al sufrimiento, se convierte en motivación, en placer. Lo aprenderán". Que conste que, como espectadores pasivos, nosotros no nos vamos a acostumbrar a la tortura que supone ver perder una y otra vez a nuestra Real. Pero los futbolistas sí a competir sufriendo. Aunque parezca increíble, todavía están a tiempo. Es el momento de salir, demostrar lo que valen y, sobre todo, ganar y ganar... Os seguimos esperando, pero, aunque en este frenético calendario todo tiene fecha de caducidad, es la paciencia como estrategia la que marca muchas veces la diferencia. Y una victoria lo puede cambiar todo. Continuamos juntos en esto. ¡A por ellos!