¡Kaixo afición txuri-urdin! Me formé en una cantera de las importantes. Importantísima diría yo. Y compartí equipo, en categorías inferiores, con futbolistas de primer nivel mundial. Siguiendo el ejemplo de dos de ellos, y aunque por aquel entonces todavía no se estilaba mucho lo de emigrar siendo tan joven, aposté por marcharme al fútbol de las islas, aún en edad juvenil. Y la experiencia no pudo resultar más negativa. Solo llegué a jugar tres partidos de esa liga que tanto nos seduce a los futbolistas, y que conocí más desde los banquillos y desde la grada que desde el mismo terreno de juego.

Menos mal que, tres años después de aquella decisión que cambió mi vida, vino un club al que tenéis relativamente cerca y me rescató. Volví con ganas a un entorno futbolístico que se demostró más adecuado para mí. E integré un auténtico equipazo que alcanzó el objetivo final de la temporada con cierta holgura. Creo que no profesáis especial cariño hacia el que era nuestro entrenador en aquella escuadra, pero con nosotros hizo un muy buen trabajo. También he de reconocer, en cualquier caso, que mediada la Liga la pelea estaba mucho más cerrada, con la propia Real inmersa. Hasta que el partido que jugamos en Anoeta como visitantes, marcado por la polémica, hundió a los que más tarde se convertirían en mis compañeros. El resultado, y sobre todo la forma en que se dio, les hizo daño y comenzaron poco a poco a descolgarse.

Buscaban un logro que obtendrían un año después, ya conmigo en el equipo. Recuerdo que en el día de mi debut como txuri-urdin solo jugué ocho minutos, en Anoeta. Íbamos perdiendo, tocaba remontar y os causé una buena impresión, porque conseguí dotar al equipo de una chispa adicional. Terminamos salvando un punto y me marché contento a casa, porque el asunto pintaba bien. Pero digamos que me quedé a medias. Ya os he comentado antes que la campaña supuso un éxito para el equipo. Mi participación, sin embargo, quedó en testimonial, hasta el punto de que los famosos ocho minutos del debut supusieron probablemente mi mejor actuación. Dejé el club aquel mismo verano y, tras dar varias vueltas, terminé colgando las botas con solo 27 años, en un modesto equipo de la liga griega.