¡Kaixo afición txuri-urdin! Lo mío es la banda. Una banda en concreto. No recuerdo haber actuado a pierna cambiada durante los últimos años, aunque tampoco estaba jugando mucho en las semanas previas al parón. Bueno, en realidad no estaba jugando casi nada. Pienso que se trataba de una simple cuestión de equilibrio. El compañero que juega en el costado opuesto al mío se estaba saliendo del mapa. Andaba como una moto y todo el mundo hablaba de él. Claro, su perfil es el que es. Y entiendo lógico que el míster quisiera protegerse un poco más en mi lado. Ahora me toca tener paciencia y perseverar. Si se terminan reanudando las competiciones, a mi equipo le espera un calendario de locos, muy comprimido. Llegarían entonces las ansiadas oportunidades.

La que he tenido hasta ahora no resultó del todo positiva. El equipo no funcionó aquel día, en un partido a priori sencillo. Y coincidió mi titularidad con un cambio de sistema por parte del entrenador, un factor que me tiene con la mosca detrás de la oreja. ¿Acaso no confía en mi encaje en nuestro dibujo más habitual? Terminamos ganando el encuentro, como ganó también la Real el día de mi debut. Pocos esperaban que me estrenara durante aquella temporada. Pero las circunstancias así lo quisieron. La Copa del Rey hizo mella en la plantilla. La acumulación de minutos y de partidos provocó lesiones a algunos compañeros. Y aparecí en los planes del técnico para quedarme. Mi progresión resultó meteórica. Lástima que la inercia del equipo en lo colectivo fuera justo la inversa. Hablamos de una Real estratosférica durante los meses previos a mi aparición y que, sin embargo, bajó luego sus prestaciones.

Pese a ello, el crédito acumulado nos sirvió para terminar celebrando cosas. Y para vivir experiencias tan bonitas como breves. Teníamos muchas esperanzas puestas en aquel torneo continental. Y caímos eliminados demasiado pronto. ¿Sabéis? El día del testimonial estreno con mi actual equipo, en los siete minutos finales de un partido de copa, me crucé de nuevo con uno de nuestros verdugos europeos. ¡Y nos marcó! Si aquella fría noche de febrero me dicen que justo dos años después volvería a sufrirle en semejante partido, no me lo habría creído. ¡Cuántas vueltas da la vida!