La Real va en cohete. Si encima tiene la suerte de que el calendario le echa un cable y permite a sus mejores jugadores reponerse del sobreesfuerzo de enero por la disputa de la Copa, el resultado es un equipo imparable capaz de pasar por encima de cualquier rival. Incluso de un campeón de Europa y de un conjunto que compite en octavos de final de la Champions. Que nadie pierda la perspectiva de lo sucedido ayer. Por muchas ausencias con las que se presentara en Donostia el visitante, la exhibición de la Real fue de las que se recuerdan. Imperial. Superior. Abrumador. Anoeta guarda un tesoro bajo las obras de su remodelación. Ha tardado en comparecer, pero es un equipazo de leyenda, que persigue sueños y que ya roza la inmortalidad después de encadenar seis triunfos seguidos. Algo que no puede sorprender a nadie. A principios de campaña, viendo el nivel del equipo, muchos aventurábamos que en casa iba a ser muy complicado que dejara escapar puntos y que en la Copa podía llegar muy lejos dadas las características y las virtudes que apuntaba desde el inicio. Ahí está la consolidación de lo que se presagiaba viendo los minutos de fútbol sideral que mostraba por momentos. En cuanto ha alcanzado algo de continuidad se ha convertido en un ejército implacable que arrolla con todo lo que se encuentra a su paso. Y lo que le queda. Porque lo mejor o su punto clave es que siempre quiere más. Una ambición sin límite y unas posibilidades incalculables.

Los blanquiazules arrollaron a un Valencia al que desmontaron hasta convertirle en un adversario menor. No por deméritos propios, sino porque visitaba a uno de los gallitos de la categoría. El actual cuarto clasificado con un partido menos y el semifinalista de la Copa con muchas opciones de entrar en la gran final. Que no es poco. Los goles de Merino, Monreal y Januzaj marcaron la diferencia que pudo ser mucho más amplia si los donostiarras hubiesen querido hacer sangre ante un contrincante acobardado y a su merced.

Definitivamente, el parón le vino muy bien a la Real. No era buen momento para comparecer en Anoeta ante un anfitrión que por fin había levantado las murallas de su fortín. Pocos conjuntos se sienten más fuertes ante su gente que el cuadro txuri-urdin actualmente. Si encima llegas con un sinfín de bajas y con las secuelas de una goleada encajada en la Champions, de las que escuecen, el tema está bastante claro. Imanol casi pudo apostar por su once de gala de la temporada, ese en el que no entra Illarramendi y en el que siempre faltan piezas importantes como Llorente, Zurutuza o Barrenetxea y el sancionado Portu. Januzaj se recuperó de sus molestias de pubis y fue titular en una alineación sin sorpresas. La del Valencia, plagada de ausentes ilustres, era reconocible y competente, pese a que su pareja de centrales chirriaba tanto como el pasado miércoles en Milán.

Una oportunidad inmejorable La situación era idílica en la previa para la Real. Todos los condicionantes le favorecieron y la oportunidad era realmente importante. Un duelo directo, de los que no se pueden dejar escapar si se sueña a lo grande como lo hace este equipo por méritos propios. La consecuencia de todo ello es que a los blanquiazules no les hizo falta firmar un gran inicio para ponerse por delante. A los doce minutos, sin apenas incidencias por comentar, Merino recuperó un balón en la banda derecha, cedió a Januzaj, este abrió a Zaldua y su centro lo cabeceó el navarro a la red. Cómo no, haciendo sangre entre los dos centrales.

No es normal lo del pamplonés, que lleva tiempo postulándose como el mejor de la temporada en el plantel realista. Pocos representan o simbolizan mejor que él el salto de calidad que ha dado este equipo. Ha pasado de ser un futbolista de muchas condiciones a ser un fenómeno que no para de llamar a la puerta de la absoluta. Es muy bueno. Lo hace todo bien. Como en la jugada del gol. Fichajazo. Si quiere, marcará una época y liderará este proyecto hasta que él desee porque, además de ser un superclase, hace de todo y todo bien.

A partir de ahí, la Real se sintió superior y afrontó el duelo con comodidad. No parece una buena situación para enfrentarse a este equipo, que cada semana desvela una condición no mejor, si no superior, para destrozar a cualquier adversario. Lo que se vio es la auténtica versión de un conjunto abrumador, la sensación de la campaña, capaz de sellar seis triunfos seguidos en Anoeta, algo que llevábamos tiempo esperando dado su nivel y que si tiene a todos sus efectivos en forma y siente el aliento de su parroquia, puede pasar por encima de cualquiera. Lo mejor es que no sorprende a casi nadie que le siga cada semana. Da gusto verle.

La Real siempre estuvo mucho más cerca del segundo que el Valencia del empate. Aunque los levantinos también dispusieron de sus opciones, al acreditar que el que estaba enfrente no era un cualquiera y dotando del valor y del mérito merecido a su exhibición. A los catorce minutos, Odegaard casi anotó el segundo, y, poco después, Domènech evitó un golazo de Isak, tras un extraordinario control. El propio sueco envió fuera un balón que cazó en un córner; y González González no quiso señalar un posible penalti a Zaldua de Costa. Todo en orden. Lo esperado.

A diez del final, con la Real enchufadísima, su mejor combinación la culminó Januzaj con un remate desviado; y Aritz, muy entonado, evitó el empate de Ferrán, que siempre fue una amenaza. En la prolongación, Odegaaard sirvió un córner, Aritz peinó y Monreal marcó el 2-0 de cabeza. Y esta historia se acabó por hoy.

Por si fuera poco, casi en la primera jugada de la reanudación, Merino recuperó otro balón, Oyarzabal abrió a la banda y Januzaj conectó un obús que se coló junto al palo. 3-0 y lo que te rondaré morena. El Valencia trató de meterse en el duelo en un cabezazo de Wass que repelió Remiro, pero, de ahí al final, Odegaard, en un par de claras ocasiones, Merino, en el rechace de una parada de Domènech, y Oyarzabal y Willian pudieron aumentar la goleada.

La sexta victoria fue ante un campeón, un visitante de entidad encogido por las bajas y por su inferioridad. Se trataba de un rival directo, lo cual dota de un valor doble al triunfo de los blanquiazules. Lo mejor, sin duda, la sensación de ser imparables cuando el equipo se encuentra descansado y en plenas facultades. Con el colmillo retorcido. Anoeta guarda un tesoro y es probablemente el mejor proyecto actual de la Liga. Puede que los grandes le superen en inversiones futuras, pero, a día de hoy, nadie, insistimos, nadie, se encuentra a la altura de lo que demuestra esta Real y el clima de euforia que ha generado en su afición. Locos por el fútbol. Enamorados de ti, enorme Real.