La misión fue absolutamente imposible. La Real Sociedad aspiraba en Salamanca a su segundo título en nueve meses tras el histórico éxito de Granada, un sueño que chocó con la cruda realidad porque enfrente se encontró con un rival tremendamente superior. Gigantesco. Que sacó el rodillo en El Helmántico y se llevó por delante a un conjunto txuri-urdin superado de principio a fin, arrollado por un contrincante que no le dio tregua. La diferencia fue abismal. El Barça es un equipo diseñado para aspirar a la Champions y sacó a relucir toda su calidad y su imponente poderío físico para ganar la Supercopa con una goleada escandalosa: 1-10. La sangría pudo ser incluso mayor, aunque parezca difícil de creer, porque al descanso el marcador señalaba ya un 0-6. La exhibición azulgrana fue asombrosa ante una Real que lo pasó fatal en el terreno de juego. El mérito de estar en la final es grande, pero fue un día muy duro para la escuadra txuri-urdin.

No hubo ni la más mínima opción siquiera de plantar cara al Barça durante un rato, porque el equipo de Lluís Cortés fue un vendaval desde el mismísimo saque de centro. En tres minutos había entrado otras tantas veces por las bandas y en siete ya ganaba 0-2 con goles de Torrejón y Putellas, con jugadas nacidas de nuevo en las bandas, que fueron una autopista. Gonzalo Arconada repitió el mismo once de la semifinal y también el planteamiento de poblar la parte central de jugadoras, pero el conjunto blaugrana tenía bien estudiado a su rival y lo que hizo fue basar su juego en las bandas, donde las laterales doblaban continuamente a las extremos, creando superioridades ante Iraia y Lucía, que no podían hacer nada porque ni las extremos ni las centrocampistas les ayudaban. Así que en el minuto 7, en dos jugadas muy parecidas, la final ya se había puesto muy cuesta arriba con los dos tantos azulgranas.

La Real se vio tan pronto con esa desventaja que quedó noqueada. El mismo equipo que se aferra con uñas y dientes a los partidos y que es capaz de plantar cara a cualquier rival estaba totalmente desbordado. No es que perdiera su espíritu batallador, es que no podía hacer nada. Las jugadoras estaban confundidas en el terreno de juego, hablando continuamente entre sí, y desde el banquillo no se ofreció ninguna solución porque el problema en las bandas seguía existiendo, con las laterales y extremos del Barça logrando superioridades una y otra vez. En el minuto 13 Hansen envió un balón al palo y en el 19 llegó el primer acercamiento -tímido- de la Real con una cabalgada de Cardona. La Real ni tapaba los huecos en defensa ni era capaz de estirarse en ataque, porque Nahikari era una isla y las extremos estaban cansadas de correr de un lado para otro en defensa. El esfuerzo físico de la semifinal también pareció pasar factura y la primera damnificada fue Bárbara Latorre, al parecer tocada, que tuvo que ser sustituida por Nerea Eizagirre en el minuto 23. El físico marcó indudablemente el duelo por el título, aunque luego hubo más factores que provocaron una desigualdad tan enorme.

0-6 al descanso El monólogo del Barça continuaba y el último cuarto de hora de la primera parte fue una agonía para la Real. Hasta cuatro goles metió el cuadro blaugrana en menos de quince minutos, todos con un denominador común, las entradas por bandas, a lo que se añadieron errores de bulto en la zaga txuri-urdin. Iraia, Etxezarreta, Mendoza y Lucía no tuvieron su día y los regalos a un rival de la talla del Barça son fatales. La consecuencia fue que el marcador señalaba un 0-6 al descanso después de los goles de Torrejón, Hansen, Oshoala y Alexia Putellas.

En el otro lado del campo, Nerea Eizagirre dio un poco de frescura al ataque, pero sin que eso se tradujera en ocasiones claras. Todo el rato se jugaba en campo txuri-urdin y, entre las facilidades de la defensa de la Real y la calidad del ataque del Barça, se entiende el 0-6. Un marcador escandaloso. Pareció un partido de profesionales contra amateurs. Las de Lluís Cortés jugaron con toda la comodidad del mundo mientras las de Arconada corrían como pollos sin cabeza. No hubo manera de contrarrestar el ataque del Barcelona. Las jugadoras blanquiazules no tenían ni claridad de ideas ni fuerzas. La diferencia en todos los aspectos del juego resultó exagerada a más no poder.

En el descanso, Arconada metió a Maddi Torre por Itxaso, que en el banquillo estaba con hielo en la rodilla izquierda. Dos partidos en cinco días supone un esfuerzo grande para una plantilla corta y poco habituada a competir dos veces por semana. Si alguien pensaba que en la segunda parte el Barcelona iba a saltar al terreno de juego andando, se equivocó de pleno. Mantuvo su ritmo y para el minuto 56 ya ganaba 0-8 con goles, de nuevo, de Oshoala y Marta Torrejón, que estaban en modo imparable.

Con más de media hora por delante, la goleada podía adquirir tintes estratosféricos, porque el ligerísimo impulso txuri-urdin en el inicio de la segunda parte se evaporó enseguida. Los cambios de posiciones -Ana Tejada pasó al eje de la defensa y Etxezarreta al centro del campo- no surtieron efecto porque el Barcelona seguía muy cómodo y las jugadoras de la Real se mostraban impotentes. Resultaba hasta doloroso presenciar lo que sucedía en el terreno de juego.

gol de manu Con el 0-8 ya sí que el equipo entrenado por Lluís Cortés bajó un poco el ritmo y Arconada empezó a pensar más en el partido de Copa del próximo miércoles y en el minuto 60 metió en el campo a Manu Lareo por Nahikari García. La estrella txuri-urdin no tuvo ninguna opción de brillar porque no le llegaron balones. Ni una vez probó la urnietarra a Sandra Paños. Fue precisamente Manu Lareo, tres minutos después de salir, la que logró el único tanto del día para la Real. Fue un robo de balón de Leire Baños, que pasó a Eizagirre y esta sirvió a Manu, que batió a la portera blaugrana de tiro cruzado. No había nada que celebrar, pero al menos sirvió para que la Real no dejara su casillero a cero.

Los dos equipos estaban dejando pasar los minutos para que acabara el partido, pero pese a ello el Barça metió, por pura inercia, dos tantos más hasta alcanzar la decena.

El 1-10 supuso un pésimo broche de la semana para una Real que ya había dejado su sello en semifinales pero que ayer estuvo a años luz de su rival y de su propio nivel para recibir un enorme sopapo. Una derrota demasiado abultada, de las que duelen y mucho, aunque hay que valorar el hecho de haber llegado a la final tras haber dejado en la cuneta al Levante. Son dos finales en nueve meses. Un logro a subrayar, que coloca al club txuri-urdin en la elite. Pero el Barça es otra cosa, su proyecto está a otro nivel. El de la Real crece y tendrá que seguir haciéndolo si quiere aspirar a estar de nuevo en peleas por títulos, porque el deporte femenino va cada vez más rápido. Por ahora, toca recuperarse físicamente y anímicamente y afrontar una semana muy importante: el miércoles primera ronda de la Copa de la Reina y el domingo derbi en Liga contra el Athletic. Dos buenos partidos para levantar cabeza y volver a ilusionarse con un equipo que ha demostrado sobradas veces su competitividad pero que ayer vivió un día muy duro, para olvidar.