sí. Isak sí sabía. Así podía intuirse. Lo explicaba un servidor el martes en estas mismas páginas. Y sí. Odegaard sí estaba. Cuidándose. Descansando en viernes para poder jugar el domingo. Pero al servicio de la causa. Como el que más. La Real se tomó anoche una copa de puro sabor escandinavo, con un sueco y un noruego tirando del carro para estar mañana en el sorteo de cuartos. Desde el juego de espaldas y entre líneas del 19, brillante en esa faceta que aquí no había podido sacar a relucir, se entiende parte del triunfo. Mucha porción restante, mientras, corresponde al liderazgo y al trabajo del 21, etapas previas a esa falta del 2-1 en la que la calidad apareció ya sin miramientos. Goles. Asistencias. Faltas provocadas. La ilusión copera vino del frío. A los de Imanol solo le quedan tres partidos para trasladarla con vida al calor de la primavera. A la final de abril. El billete que ahora mismo sujetan con sus manos, eso sí, solo les permite competir el miércoles que viene. Y Osasuna se lo vendió caro.

EL ARRANQUE Ayer el comienzo del partido no implicó sorpresas. La hoja de alineaciones ya las había adelantado, una hora antes. Osasuna iba a plantar tres centrales en Anoeta, circunstancia confirmada desde el pitido inicial. No vinieron los de Jagoba a practicar fútbol samba ni a lanzarse al ataque a tumba abierta, pero los clichés defensivos que azotan al dibujo en cuestión resultan a menudo injustos. Lo instauró el cuadro navarro desde la intención de protegerse, cierto. Pero también lo es que soltó al ataque a numerosos futbolistas, que sus carrileros se movieron en alturas considerables y que las fases visitantes de bloque medio-bajo se vieron alternadas con momentos de actitud más agresiva a la hora de apretar. Ahí está la jugada del 1-1 como perfecto ejemplo. ¿Y la Real, qué? No se sintió cómoda en el arranque, frente a una estructura complicada por razones puramente numéricas. El 5-3-2 rojillo acumulaba mucha gente por dentro. Ofrecía las bandas. Y el cuadro txuri-urdin no pudo ganar metros desde las alas, acusando ahí las notables ayudas laterales de Brasanac y sobre todo de Iñigo Pérez, interiores rivales.

SOLUCIONES Con el paso de los minutos, comenzaron a encontrar los txuri-urdin caminos hacia la resolución del jeroglífico. Transcurridos unos 25 minutos de encuentro, los de Imanol terminaron en ocasión una jugada en la que superaron la presión alta del rival y pudieron correr por pasillos interiores. Y parecieron sembrar así alguna que otra duda en la zaga de Osasuna, cuyos tres centrales se venían manejando bien en las distancias cortas, con persecuciones individuales. Fue como si las cuerdas con las que Unai, Aridane y Roncaglia sujetaban a Barrenetxea, Isak y Oyarzabal se soltaran de repente. Incluso en contextos de repliegue. Lo aprovecharon los de Imanol para combinar por dentro como no habían podido hacer hasta entonces. Para construir paredes que generaron profundidad. Y para provocar el 1-0 al encontrar a Isak en la posición de mediapunta. Supone una maravillosa noticia que el sueco incorpore nuevos registros a su juego como blanquiazul. Aridane no se atrevió a ir tras él. Lo que vino después saldrá hoy en todos los resúmenes televisivos. Gol.

PARADOJA El fútbol tiene estas cosas. La acción con la que la Real había parecido cambiar el panorama inicial, esa salida desde atrás superando la presión osasunista, se les volvió en contra a los blanquiazules poco después del gol. Repitieron procedimiento. Atrajeron rivales para abrir el entramado visitante y encontrar espacios desde los que transitar rápido. Pero ese pase al centro de Ander Barrenetxea lo interceptó Moncayola. Nació así el 1-1. Nació también una fase final del primer tiempo con Osasuna más cómodo que los locales. El encuentro se marchó al descanso ofreciendo la sensación de que, habiendo atravesado distintas fases, se encontraba entonces de regreso a su punto inicial.

INERCIAS O quizás no. Porque rara es la ocasión en que en un partido, marcador al margen, se comienza otra vez de cero. Esto no va de fotos fijas. Así que, cuando los futbolistas de ambos equipos recibían instrucciones durante el intermedio, el encuentro había adquirido ya una inercia difícil de detener. Se vio enseguida: la reanudación se movió, desde un principio, por terrenos alejados del control que había marcado los primeros 25 minutos de la contienda. Osasuna presionaba arriba, porque sabía que le podía dar resultado. La Real arriesgaba en la salida, por el mismo motivo. No fue un correcalles. No fue una moneda al aire. Pero tampoco podemos negar que el resultado caminó sobre un alambre durante varios minutos, resultando difícil dictaminar hacia qué lado iba a caer. La tuvo Moncayola en una de esas presiones con robo. La metió Odegaard tras una de esas acciones en la que la Real se expuso con el esférico. Contragolpe, falta y gol para seguir soñando.