Ya he explicado alguna vez por aquí cómo en esto del fútbol las tendencias las marcan los ganadores. Por ejemplo, el Madrid de las tres Champions seguidas, en el que el carácter letal de Cristiano Ronaldo se entendía también desde el trabajo de Benzema en punta. La Francia campeona del mundo en Rusia, un equipo que no habría resultado el mismo sin la ingrata labor de Giroud permitiendo jugar de cara a Griezmann y Mbappé. O el imponente Liverpool de Jurgen Klopp, a cuyo supuesto ariete, Roberto Firmino, seguimos pudiendo ver caer a zonas más propias de un centrocampista puro. “Los porteros tienen que parar. Y los delanteros, marcar goles”, sostienen los chapados a la antigua. No lo están porque su máxima atente contra la verdad. Lo están porque su teoría, ya en pleno 2020, es demasiado reduccionista. Este deporte avanza. Se moderniza. Y los equipos no pueden permitirse ya salir al campo con futbolistas aislados del contexto. Todos deben involucrarse en el juego.

Tiro de biblias futboleras para comprobar que Willian José ha marcado 53 goles en 130 partidos oficiales con la camiseta de la Real. Buenas cifras para un delantero cuya aportación, en cualquier caso, no debe reducirse a la anotadora. El pasado 23 de diciembre, los quioscos de Gipuzkoa amanecieron con generalizadas malas calificaciones al brasileño, después de la victoria cosechada por la Real en el campo de Osasuna. Mientras, en los despachos de Zubieta se analizaba el partido de El Sadar desde el convencimiento de que el 9 txuri-urdin había completado allí un grandísimo trabajo. En tierras navarras, dibujaron los blanquiazules un mentiroso 4-3-3 que, en la práctica, resultó un 4-4-2 en rombo. Con Willian de mediapunta. Partiendo de la posición de ariete, cayó una y otra vez a la medular para atraer la marca de los centrales, vaciar su espacio y permitir así que Oyarzabal y Portu trazaran profundas diagonales. Ahí quedan los dos primeros goles del encuentro, en calidad de prueba del delito. La jugada salió fenomenal.

Se trata solo de un ejemplo, de un caso muy puntual que, sin embargo, viene a ilustrar buena parte de los debates generados por el delantero de Porto Calvo durante sus tres años y medio en la Real. Que si se aleja demasiado de la portería rival, que si no carga el área con instinto asesino? Sí, parece evidente. A Willian le gusta bajar y asociarse con los centrocampistas. Le gusta escorarse, sobre todo a la banda izquierda, para recibir de espaldas. Y la palabra killer no debería formar parte de su retrato robot. Pero el brasileño ha combinado todos estos movimientos con notables cifras goleadoras de txuri-urdin. Y, lo que resulta más importante aún, ha supuesto una pieza crucial en engranajes que han permitido a nuestro equipo jugar como los ángeles. No sé qué va a pasar con él de aquí al día 31. Desconozco cuál fue su comportamiento en la ya famosa tarde copera del pasado miércoles. Dicen que malo. Prefiero centrarme en lo deportivo y subrayar que la marcha de Willian José implicaría una pérdida importante, por mucho que Isak haya visto puerta en los dos últimos partidos.

Veremos. Si Willian se quedara, cabría hacer un esfuerzo por recuperar su mejor versión. Si terminara saliendo, mientras, se confirmaría para el propio Alexander Isak una gran oportunidad. En este deporte, las etiquetas tienen su peso. Y supone esto una circunstancia que podría haber afectado al sueco esta temporada. Hasta la fecha, en la plantilla de la Real, Willian José ha sido el delantero que utilizar cuando se necesita una referencia, ese atacante que fija centrales y pone a jugar de cara a sus compañeros. Isak, mientras, ha sido a ojos de todos el delantero profundo del equipo, ese punta rápido y con capacidad para desbordar por velocidad al que recurrir cuando existen espacios que explorar. Tengo la sensación de que el escandinavo se ha metido demasiado en ese papel. Que ha interiorizado que lo suyo es jugar un rol dinámico. Y que todo ello ha derivado alguna que otra vez en precipitaciones sobre el campo, injustas con su auténtico potencial.

Me da que Isak tenía y tiene visión de juego para ver a ese compañero desmarcado. Me da que tenía y tiene capacidad para frenar y dotar también de pausa a aquel ataque de la Real. Me da que aceleró y se equivocó porque, en cierto modo, con Willian en el banquillo, se sintió esclavo de sus características diferenciales respecto al brasileño. Dice Imanol que en realidad no hablamos de delanteros tan distintos. Defiende que el sueco puede igualmente desempeñar un rol similar al que viene adoptando el 9. Se trata ahora de que la Real como club y el oriotarra como entrenador gestionen de forma adecuada la situación en la delantera. Se trata, en definitiva, de que a partir del sábado 1 de febrero las perspectivas futbolísticas en nuestro ataque resulten carentes de cualquier tipo de veneno. Si se queda Willian, que lo haga para aportar como siempre ha hecho. Si Isak encuentra vía libre, que alguien le convenza de todo lo que puede llegar a hacer. No es (solo) cuestión de goles.