Dice Imanol que ha dado mucho más de lo que ha quitado. Y tiene razón. Se refiere a la propuesta. A la propuesta futbolística de su Real. El equipo acostumbra a imponerse sobre el campo. Los planteamientos del oriotarra suelen surtir efecto, casi siempre. Pero hablamos de un estilo vistoso tanto en las buenas como en las malas. Es brillante cuando todo funciona. También canta mucho cuando se produce algún desajuste. Se ha generado así un cóctel de opiniones respecto al juego txuri-urdin, un debate que el cuadro blanquiazul exportó ayer más allá del Estrecho de Gibraltar. ¿Qué estarán comentando ahora mismo en Ceuta? Qué bien diseñó el partido el entrenador local. Qué bien incómodo el juego de los nuestros durante toda la primera parte. Y de qué manera arriesgó. ¡Vaya si arriesgó! En una de esas, la Real le pilló con el carrito del helado para hacer el 0-1 y encarrilar el encuentro, acabando con esos sudores fríos que la hinchada guipuzcoana comenzaba ya a padecer.

duro comienzo Decretó Munuera Montero el comienzo del partido y tardamos solo segundos en comprobar de primera mano aquello que, por otra parte, ya conocíamos: el Ceuta no era el Becerril. Los norteafricanos mostraron desde el arranque un funcionamiento mucho más sofisticado que el del anterior rival realista en la Copa. Y además su entrenador evidenció tener más que estudiados a los de Imanol, ya que diseñó un dispositivo mediante el que trató de minimizar daños en los dos principales focos de peligro, las bandas y la espalda de sus pivotes. Para ajustar en las alas, ordenó a los suyos en una especie de 4-4-2 en fase defensiva, con dos hombres por costado de ayudas permanentes. Para evitar que los txuri-urdin engancharan con Oyarzabal o Sangalli, mientras, hizo que uno de los centrales, Víctor González, actuara algo adelantado respecto a la línea de la zaga, atento en la vigilancia. Este movimiento, unido a la actitud de los dos puntas, contemplativos respecto a la presión a Zubeldia y a Le Normand y más centrados en Guevara, cortocircuitó también el juego interior del cuadro guipuzcoano. Costaba ver la luz y encontrar caminos hacia la meta rival.

aprovechar situaciones Los primeros acercamientos de la Real, que no ocasiones, se produjeron como consecuencia de segundas jugadas, rechaces de los defensas ceutís que caían en pies blanquiazules para generar entonces con cierta ventaja. Y nacieron también situaciones prometedoras al incurrir los locales en errores propios de su arriesgada propuesta, la cual implicaba, por ejemplo, sacar el balón con una línea de solo dos hombres por delante del portero. Sobre el papel, las ayudas y las coberturas de los futbolistas del Ceuta iban a menguar con el paso de los minutos. En teoría, el tiempo iba a abrir pasillos y vías de agua en el entramado norteafricano. Se suponía que, tarde o temprano, la circulación de balón txuri-urdin iba a dañar más y más al adversario. Pero no hizo falta esperar a que tales circunstancias se produjeran. El gol que inauguró la cuenta nació en una de esas equivocaciones de los ceutís, con toda su estructura rajada en canal.

el 0-1, clave Januzaj sacó fatal una falta lateral. El portero blocó el balón y se dispuso a lanzar una contra. Pero la Real presionó bien y abortó la transición. Los locales retrasaron de nuevo a su guardameta. Y repitieron el procedimiento habitual. Su lateral zurdo se ofreció en corto. También su central diestro, mientras el otro, el izquierdo, ganó altura desguarneciendo su zona. Los nuestros olieron sangre una vez que Sangalli robó el balón casi en la línea divisoria. Un tuya-mía con Oyarzabal para burlar a ese defensa adelantado, totalmente vendido. Una zaga descompuesta y poco poblada por dentro. Un buen disparo y eliminatoria cuesta abajo.

cuesta abajo El mazazo del 0-1 tuvo efectos inmediatos en el Ceuta. La Real hizo enseguida el segundo. Y a partir de entonces todo fue coser y cantar, porque en el rival se juntaron dos circunstancias. Tres incluso: el daño psicológico de los goles, el cansancio y las ganas de morir con las botas puestas apretando y apretando. Los jugadores norteafricanos querían, pero cada vez llegaban más tarde a la presión. Cada vez concedían más espacio y más tiempo para pensar a los txuri-urdin. Así que la goleada final terminó suponiendo una consecuencia lógica del panorama con el que concluyó el partido. Cayeron cuatro como pudieron caer seis. Poco importó. Se trataba de superar la eliminatoria y la Real estará mañana en el sorteo de los dieciseisavos.