¿Puede un gol a favor perjudicar a un equipo? En ningún caso, porque el fútbol es un deporte en el que anotar tiene un peso incalculable. Sí conviene subrayar, sin embargo, que la tempranera diana de Juanmi contribuyó ayer en el derbi a que la balanza del juego se decantara, de forma descarada además, del lado armero. La Real y el Eibar, cada cual con su estilo, intentan siempre presionar arriba, controlar los partidos y jugar en campo rival. Así que resultaba previsible que el choque de trenes se saldara con un equipo dominador y otro incómodo con el contexto. Seguro que el 1-0 y las obligaciones que este generó ayudaron a que los de Mendilibar llevaran el encuentro a su terreno, y a que a los pupilos de Imanol les costara enterarse de por dónde les daba el aire.
La cosa terminó con un empate a todas luces injusto. Mereció ganar el Eibar, en un partido que, en clave txuri-urdin, dio la sensación de jugarse siete meses tarde. Fue a principios de septiembre cuando Roberto Olabe, sin decirlo de forma explícita, vino a asegurar que esta es una temporada de transición. Y lo cierto es que un club de cantera como la Real debe vivir cursos de semejante naturaleza. Resulta inevitable. No será un servidor, sin embargo, quien compre esa moto si hablamos de la campaña que termina. Porque las transiciones no entienden de onces tipo con solo cuatro canteranos, ni de contrataciones de jugadores foráneos de edad idéntica a las de las promesas de Zubieta.
Sí puedo asumir que me hablen del largo plazo si damos valor y tiempo a todo lo bueno que tenemos. Por mucho que esto implique abonar peajes como el de ayer. Los pagamos durante aquella temporada con Lillo, la previa al ascenso, cuando la Real fue sexta en Segunda pero otorgó horas de vuelo a una generación dorada. Los pagamos cuando llegó Montanier en 2011 para dar paso a Iñigo, Illarra o a un olvidado Agirretxe, y crear en año y medio el equipo que nos llevó a la Champions. ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo ahora? Solo se trata de ser pacientes. Y coherentes. El partido de ayer deberíamos haberlo visto en agosto. O en octubre. Eso que tendríamos adelantado.