donostia - Un regreso al pasado. La Real no pudo meter mano en Anoeta a un rival replegado. Mostró un déficit ya conocido que tuvo buena parte de la culpa de que el anterior entrenador fuera despedido. Y dejó escapar más puntos de su estadio, en este caso contra el colista, un Huesca que además había encajado goles en los 22 partidos oficiales que había disputado esta temporada. En Donostia, mientras, terminó con su portería a cero. Imanol Alguacil no es capaz de hacer milagros. Ni él ni ningún entrenador. Pero lo visto ayer evidenció que tiene mucho trabajo por delante.
El entrenador oriotarra expresó el viernes que no tenía nada claro que los aragoneses fueran a aparcar su autobús frente a la meta de Roberto Santamaría. Habló de un adversario atrevido y valiente, en consonancia con lo que el Huesca venía haciendo a lo largo de toda la temporada. Pero la visita de los aragoneses al estadio de Anoeta coincidió con uno de es os cambios de chip que suelen protagonizar a menudo los equipos de situación casi desesperada. El entrenador Francisco entendió que, llegados a este punto, quizás el pragmatismo y la practicidad debían imponerse a todo lo demás: seguridad atrás ante todo, y luego que sea lo que Dios quiera.
Generó así un panorama que a la Real se le venía atragantando esta campaña. Le ocurría a los txuri-urdin porque, igual que ante el Huesca, no encontraban soluciones entre líneas, convirtiendo su juego en constantes aperturas a banda sin hallar nunca un hombre libre en zonas interiores para romper al adversario. Illarramendi no se incrustó ayer entre centrales para dar salida al juego, principalmente porque los dos puntas del rival se centraban en él y apenas saltaban a por los centrales. Zaldua y Zubeldia como falso lateral zurdo eran quienes recibían sin oposición, pero luego levantaban la cabeza y apenas encontraban alternativa. Y Mikel Merino, el futbolista llamado a ejercer de enganche con la zona ofensiva, nunca supo erigirse en ese jugador que castigara la espalda de los centrocampistas aragoneses, ofreciéndose como receptor de pases filtrados. En esta ocasión, además, Oyarzabal acumuló pocos minutos en esta parcela, y el equipo lo acusó.
Cuando la Real embotelló al Huesca, nunca consiguió crear peligro. Sus acciones más potencialmente dañinas se dieron como consecuencia de circunstancias distintas. Sucedió en la primera parte, cuando el rival perdió un balón en salida y Sandro no vio la incorporación de Mikel Merino, totalmente solo. Y ocurrió también en varios lances con las líneas del adversario adelantadas, en las que la velocidad de Theo y del propio Sandro hicieron pupa a los carrileros visitantes. En ataque posicional, nada de nada. Y eso que el equipo lo intentó proyectando al citado Theo, centrando al extremo zurdo de turno y convirtiendo a Zubeldia en alternativa para la salida desde el carril izquierdo. Pero ni el azkoitiarra se sintió cómodo en ese rol, ni el marsellés es profundo recibiendo al pie en posición casi de atacante, ni Oyarzabal ni Sandro despistaron merodeando la ubicación de Willian.
Imanol se mostró autocrítico tras el encuentro. No esperaba un partido así. Y reconoció además que, desde el banquillo, no supo aportar a sus futbolistas las herramientas necesarias para acabar con el cerrojo rival. Va a trabajar sin descanso para encontrar soluciones. Y va a encontrar en el futuro oportunidades para poner a prueba esa labor. No tiene pinta de que el derbi ante el Athletic signifique una de ellas, ya que el sábado que viene debería darse, sobre el papel, un duelo más intenso que táctico, más de corazón que de pizarra. Pero dentro de tres semanas visitará Anoeta el Leganés. Ese sí que será un examen duro para el todavía deficiente juego posicional de la Real Sociedad.