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A por ellos: La realada de Sandro

Madrid. Diciembre. Se acerca la Navidad. Tantos recuerdos, tantas sensaciones. Mi madre es madrileña y pasaba todas estas fechas tan especiales en casa de mi abuela, malagueña de origen (la paterna, a la que no conocí, era bilbaina; lo sé, se me nota su influencia). Mi abuela madrileña, que antes era Ultra Sur (repito el comentario en broma porque cerca de Donostia hubo gente que se lo creyó, delirante), es la mejor. 102 años y subiendo. Volver a verla supera con creces cualquier anuncio con el que nos bombardean estos días. Todavía se le ilumina la cara en cuanto me ve. Regresar a Madrid en este mes me recuerda a la época en la que alucinaba de verdad viendo las luces en las céntricas calles del Barrio de Salamanca. Nada que ver con la actualidad, cuando cualquier ciudad puede rivalizar con las más importantes y pobladas urbes. Y si no que se lo pregunten al alcalde de Donostia. O al de Vigo, que pretende competir con el mundo entero.

La calle Velázquez luce este 2018 con brillos azules y pequeños blancos. No se sabe muy bien por qué. Tampoco se identifican los motivos o temática. El caso es que parece recordar y animar al Getafe. O a la Real, quién sabe. Yo prefiero lo segundo, claro. Para eso cada uno es libre de interpretar a su gusto unos simples colores. En el fondo, el fútbol y la rivalidad entre los distintos debería resumirse así de simple.

Hay una cuenta que triunfa en Twitter que se llama Realadas. Es ingeniosa y divertida. Pero en el fondo, escuece. Lo digo con todo mi respeto, me hace mucha gracia, me entretiene y es original y distinta, aunque no estoy de acuerdo con su espíritu o finalidad. Siempre pensamos que somos distintos a los demás, pero en casi todos lados suceden las mismas fatalidades o desgracias que pensamos que solo ocurren aquí. Me recuerda a aficionados veteranos atléticos, de los de la cuerda de Luis Aragonés jugador, que se indignaban cuando les decían que eran el pupas. Normal. Habían peleado con el Madrid o el Barça y ahora no entendían que les dijesen que son unos entrañables perdedores. Porque ellos se sentían ganadores, lógico.

A mí me sucede lo mismo cuando leo, casi siempre entre risas, los comentarios de esa cuenta. Pero me niego a aceptarlo. Si lo que sucede aquí está relacionado con gafes, ¿qué dirán los aficionados de otros clubes que nunca han ganado nada? No lo olviden nunca, la Real es muy grande. Pese a sus limitaciones demográficas y económicas. Pero, puestos a divertirnos todos, hay circunstancias que sin duda invitan a la carcajada. Por ejemplo, que la Real tiene un brasileño y un andaluz que se encuentran a años luz del prototipo habitual.

Siempre me ha impresionado la capacidad de autodestrucción que ha demostrado el Barcelona. Con esto no quiero decir el irrespetuoso mensaje de “no es un club, sino un?”. Pero en este sentido me parece tremendo la persecución que está sufriendo un futbolista con unas posibilidades exageradas como Dembélé. Haya costado el precio que sea. No es normal que desde el club filtren sus indisciplinas y sus castigos. La frase de los que más saben para defenderle no tiene desperdicio y solo sirve para echar más leña al fuego: “Neymar también hacía de estas y no se enteraba nadie”.

Podemos dar gracias, visto lo visto, porque Willian José es lo menos brasileño que hemos conocido. Por eso está encantado de seguir aquí, y nosotros se lo agradecemos. O Juanmi, que no tendrá la típica gracia y guasa andaluza, pero que atesora un nivel futbolístico excepcional. Pocas veces he visto un jugador con esa capacidad de definir a un toque desde que se retiró el mejor en este ámbito, Hugo Sánchez.

No deja de ser curioso. Porque en el fondo todos identificamos diferentes cuestiones, como yo las luces de Navidad y Madrid, en función de vivencias personales. He conocido muchos brasileños y andaluces y la mayoría no son como Willian o Juanmi. Aunque luego, lo siento mucho por Realadas, está Sandro. Que más canarión no puede ser. Y eso que yo he conocido a Valerón y Silva, ambos de un pueblo remoto en el sur de la isla, a los que junté para un reportaje cuando al del City no le conocía nadie, y no se parecían en nada a los cancheros de la capital Las Palmas.

En la Junta, un accionista dijo que los tres fichajes no valían para nada. No estoy de acuerdo. Lo digo con contundencia y sin miedo a equivocarme. De Theo hablé hace poco, de Merino poco puedo decir porque considero que se encuentra en pretemporada en el mes de diciembre y que sus verdaderos problemas estriban en las lesiones. Y luego está Sandro. Sé que muchos pensarán que exagero, pero les invito a ver vídeos suyos en los albores de su aún corta carrera. Me apoyo también en mis vivencias personales en los entrenamientos, a cuyo término se impone a todo aquel que le reta de cara en los disparos a puerta. En la interesante y entretenida entrevista concedida a este periódico, no paraba de repetir una y otra vez que el día que entre el primero, vendrán los demás. Y yo le creo. Porque confío en que pueda ser así. Ha llegado a Donostia en un momento perfecto de su carrera, y lo tiene todo para triunfar. Este encuentro Real-jugador es un matrimonio de conveniencia. Como le sucedió en su día a Vela. Muchos pensarán que es una osadía manifestar eso. Yo en cambio creo que las circunstancias son las idóneas para que dé muchas alegrías a la entidad guipuzcoana e incluso todos nos replanteáramos una hipotética futura compra para que echara raíces y siguiera aquí muchos años. No sería el primero en triunfar aterrizando así aquí, al ponerse la txuri-urdin con dudas y miedos anteriores. Eso sí que, al menos yo, quiero creer que sería una auténtica realada. El éxito, nunca el fracaso. A ver si entre todos volvemos al optimismo y confiamos en un escenario mucho más halagüeño. ¡A por ellos!