bergara - Asier Garitano tenía 24 años cuando, en 1993, optó por no renovar el contrato que le unía al Eibar y pasó a jugar en el Cartagena. Después de casi un cuarto de siglo en Bergara, el actual entrenador de la Real se marchó de casa, de su tierra, esa a la que, más allá de una segunda etapa en Ipurua durante la campaña 1995-96, no ha regresado desde entonces. La trayectoria deportiva de Garitano, sobre el césped y en los banquillos, le ha supuesto pisar más bien poco su localidad natal a lo largo de los últimos lustros, circunstancia a la que el aterrizaje en la Real Sociedad ha puesto punto final. “Es cierto que vive en un piso en Donostia. Pero ahora se le ve mucho más por aquí”. Palabra de Joaquín, vecino de la familia, de los de toda la vida. NOTICIAS DE GIPUZKOA ha acudido a Bergara esta semana para palpar el ambiente previo al amistoso que allí disputa hoy el equipo txuri-urdin (18.00 horas) ante Osasuna, y también para recorrer escenarios importantes de la infancia, la adolescencia y la juventud del técnico blanquiazul. En ellos, testigos directos confirman las sensaciones que ofrece hoy en día el propio Garitano, “una persona normal”. Todo un elogio en los tiempos que corren.

Del mismo Bergara

“Nací en la calle Zubieta de Bergara”, ha declarado el entrenador de la Real en varias entrevistas concedidas a medios guipuzcoanos, cuestionado por sus orígenes. No resulta complicado encontrar allí vecinos que conozcan a la familia. Y si el azar acompaña, mejor que mejor. “Vivo al lado. Les conozco de toda la vida. Me he cruzado con el aita de Asier hace dos minutos”, responde Joaquín, el primer bergararra consultado por este periódico, a escasos 50 metros del domicilio de los Garitano. “No tengo prisa. Vamos. Os acompaño”. La vivienda donde nació y creció el técnico txuri-urdin se encuentra en la calle de entrada al pueblo, la que une el campo de Agorrosin con el centro del municipio. “Son dos hermanos, él y otro chico. Y la familia, una familia normal, gente muy agradable”.

Joaquín esboza una leve sonrisa y se encoge de hombros cuando se le pregunta si el Asier niño cumplía con eso de no haber roto un plato en su vida, a lo que apunta su imagen actual. Quizás este vecino de la familia Garitano sufriera en sus carnes alguna que otra trastada, aunque no entra en detalles. Sí subraya que el entrenador txuri-urdin era un gran pelotari. “Formaba una muy buena pareja con Jokin Etxaniz”. Y no se atreve a decantarse entre la faceta futbolística de Asier o la mostrada en los frontones. “Nunca se sabrá adónde podría haber llegado de elegir otro camino. Sí recuerdo que fue su padre quien, en cierto modo, le inculcó esa pasión por el fútbol”.

La casa de Angiozar

Asier Garitano vivía en Bergara, en su núcleo urbano. Pero pasaba mucho tiempo a escasos cinco kilómetros del mismo, en Angiozar, de donde es natural su ama. Alejado del bullicio propio de un día laborable a mediodía, el barrio respira tranquilidad a raudales, la misma que permitió al actual técnico realista jugar allí sin preocupaciones durante su infancia. Maribel es una vecina que reside a solo 30 metros de la casa donde creció la madre de Asier. Mientras riega las plantas, señala la vivienda en cuestión, ya desocupada, y recuerda a Garitano, “un niño como todos los demás”. “¿Si estaba todo el día con el balón o con la pelota? No especialmente. O al menos no me viene eso a la memoria”.

Maribel explica que la familia de Garitano subía a Angiozar “a pasar gran parte de los veranos, y también muchísimos fines de semana”. Entre su domicilio y el de la familia materna del técnico, a dos pasos de ambas puertas, se encuentra la iglesia, en cuyos bajos forjó Asier sus destrezas futbolística y pelotazale. Pero, a ojos de los vecinos, el entrenador de la Real era uno más dentro del grupo de chavales a los que las horas se les pasaban volando, “corriendo de aquí para allá”. Eso sí, el exitoso presente de Garitano ha llegado al barrio, donde puede verse algún que otro cartel anunciando el partido amistoso de esta tarde.

Discreción total

Pasaron los años. Asier Garitano creció. Terminó decantándose por el fútbol, pasando horas y horas entre Lezama y Bergara, de donde nunca se fue durante su etapa en la cantera del Athletic. Y la vida adulta del técnico txuri-urdin comenzó a tomar forma, siempre siguiendo los cauces de la normalidad. “Creo que llevo toda la vida casado”, ha bromeado en alguna ocasión Asier, cuya esposa pertenecía a su cuadrilla de la juventud. En Bergara se conoce todo el mundo. Y preguntar a los transeúntes frente al ayuntamiento de la localidad da buena fe de ello. Por allí pasea Anselmo, vecino en el barrio de Artzamendi de Enriqueta, la suegra de Asier. “Trabajé con ella y con su difunto marido. Es conocida en Bergara. Pero si preguntas a la gente si sabe de quién es suegra, pocos sabrán responderte. Con esto puedes hacerte una idea del carácter discreto de Asier”.

Anselmo relata que el padre del entrenador realista, empleado en una entidad bancaria durante muchos años, también es conocido en el municipio. Y destaca que lo es, sobre todo, en virtud de esa condición, no como aita de Asier. “A ver qué tal le va ahora en la Real. De momento, no percibo en el pueblo una ilusión especial de cara a la temporada del equipo. Pero supongo que notaremos que el entrenador es de Bergara una vez que empiece la Liga. Ya sucedió en su anterior etapa. Todos nos terminamos haciendo un poco del Leganés”.

Las cenas en la sociedad

La Real de Garitano juega hoy en el campo de Agorrosin contra Osasuna. El escenario del partido alberga los preparativos 72 horas antes del encuentro, mientras José Luis Gallastegui, ajeno a los trabajos, camina a buen ritmo por la pista de asfalto que rodea el terreno de juego. “¿El sábado? No vengo porque estoy fuera. Me marcho a Ezcaray y quiero estar en forma para andar allí por la vía verde”. En medio de su entrenamiento, Gallastegui opina que la llegada a Bergara de la Real de Garitano no ha supuesto ninguna fiebre txuri-urdin, ni siquiera el fichaje del nuevo entrenador. Y lo argumenta. “Me encanta Asier. Le he seguido en el Leganés y me han gustado mucho sus declaraciones durante todo este tiempo. Son propias de una persona normal, de la calle. Y precisamente por eso, no tiene ese carácter mediático con el que pueden contar otros”.

Este veterano bergararra, asiduo de las instalaciones deportivas del pueblo, parece haber olvidado que apenas dos minutos antes se encontraba en pleno ejercicio, y sigue con su relato. “Es que vamos a ver. ¿Quién conoce personalmente a Asier Garitano en Bergara? Los diez o quince amigos de su cuadrilla con los que se junta de vez en cuando en la sociedad para hacer alguna cena que otra. Y pocos más. Sí, yo le he visto alguna vez. Pero en la calle pasa desapercibido. No sé cuánta gente vendrá”, dice Gallastegui dirigiendo la mirada al punto de Agorrosin donde van a levantar una grada supletoria. “Ahora mismo la gente está a otras cosas. A las vacaciones”, concluye. Tiene su moraleja el asunto. Porque los éxitos de la Real de Garitano, igual que el aumento de la popularidad de su entrenador en Bergara, se van a cocinar a fuego lento. Trabajo, trabajo y más trabajo. Y a esperar que lleguen los frutos. ¿Qué dirán los vecinos de Asier el verano que viene? El tiempo dictará sentencia.