Menos mal. Menos mal que el único factor bueno, si es que se podía considerar así sin que te salga una urticaria, de la humillante eliminación copera era que en enero la Real iba a estar descargada de partidos y podía dar un salto cualitativo en la tabla. Tres partidos y tres derrotas. Dos de ellas en Anoeta, que ha pasado de ser un fortín a convertirse en el uno de los grandes chollos de Liga. La derrota ante el Celta, más que dolor, lo que provocó es un estado depresivo creciente y que no para de propagarse en la afición txuri-urdin. Volvemos a la agobiante sensación de que el hincha realista ni siente ni padece. No tiene ganas ni de protestar. Otra derrota más y a casa.

Esos los que van al campo, que cada vez son menos. Porque en el momento en el que el club necesita que el aspecto deportivo vaya muy bien para intentar preparar un supuesto aumento de la masa social con la remodelación del estadio, la situación es frustrante y, lo peor de todo, es que empieza a cansar. El año del descenso todos veíamos que el equipo no daba para más, que era un firme candidato a perder la categoría por una falta de calidad acuciante. Lo de esta plantilla te desespera aún más, porque ves que por momentos es capaz de jugar muy bien al fútbol, de hacerlo bonito, de desarbolar al rival con posesiones largas entre futbolistas de mucho talento. Pero ha entrado en crisis y no encuentra soluciones.

Cuando eso sucede el entrenador que mejor gestiona este tipo de situaciones es el que logra cambiar cosas para remontar el vuelo. El mensaje de Eusebio esta semana ha sido claro: “Voy a seguir igual, porque este es el camino correcto”. Pues no, se equivoca. Este no puede ser el camino correcto porque el equipo se ha convertido en una máquina de perder encuentros. Uno tras otro. Sin sonrojarse. Sale, compite mal y pierde. Y le remontan otro resultado, algo que choca con la incapacidad que tiene él de darle la vuelta a marcadores en contra, lo que denota una falta de personalidad y carácter exasperante.

La cosa está muy mal. Si la dirección deportiva no se está planteando la posibilidad de destituir a Eusebio es que está cometiendo una imprudente dejadez de funciones. El decimoquinto de la tabla en la jornada 20 es un candidato al descenso, no a Europa. Las cosas por su nombre. Y este equipo supuestamente estaba diseñado para luchar por títulos, como bien se le llenó la boca a sus gestores. A la Real se le han solido atragantar los conjuntos pegajosos y defensivos, que se cierran atrás para esperarles y matarles a la contra. Es lo que le ha sucedido en repetidas ocasiones. Se supone que los que tratan bien el balón y practican su misma filosofía de juego les viene mejor. Pero ni por esas. Da igual. La Real dobla la rodilla ante todos. Defensivos, ofensivos, escuela Barça, grandes o pequeños. Todos le ganan.

Ayer sorprendió e impactó su derrota porque cuando se enfrenta al Celta compite contra la horma de su zapato. Probablemente son los dos conjuntos de la zona intermedia-alta que practican mejor fútbol, con su estilo descarado y valiente. Pero la Real se miró a su espejo y este desnudó todas sus miserias. ¿Cuáles son las diferencias? El Celta compite mejor. Es más consistente sin tener defensas internacionales. Presiona mucho más arriba y de forma asfixiante y, además, dispone de un futbolista extraordinario que dirige su juego desde la delantera. Iago Aspas hace de todo y todo lo hace bien. Es una maravilla ver en el extraordinario futbolista que se ha convertido ese arrogante y díscolo proyecto de estrella al que conocimos en Segunda, sobre todo cuando un día le expulsaron en Balaídos y, desesperado, llegó a lanzar arena a la afición txuri-urdin, que se mofaba de su segunda amarilla. Está a nivel de un grande de Europa, aunque quizá su verdadera magia es que solo saca lo mejor de sí mismo cuando defiende el escudo que ama y que besa siempre que marca un gol.

La Real volvió a salir al campo con su habitual actitud contemplativa. Desde luego, no parecía que se estuviese jugando un partido a vida o muerte que podía marcar su futuro cercano y que incluso pudiese colocar en la picota a su entrenador. Para ser justos, ayer no mereció perder, pero tampoco ganar. Por momentos llegó a jugar bien, pero siempre fueron espacios de tiempo demasiado cortos, en tramos inconexos que no le permitió agobiar ni someter al Celta. La sensación es que el duelo siempre estuvo muy reñido y que el nivel de ambos contendientes era bastante parejo.

Tras un par de tímidos acercamientos de Wass y Maxi, en el primer ataque realista, como ante el Barcelona y en una jugada calcada, Illarra tocó a Canales, que proyectó a Xabi Prieto, cuyo centro con rosca y alto lo cabeceó a la red con violencia Willian José. Clave en la jugada el movimiento de Juanmi para situarse de 9, lo que permitió al brasileño cogerle la espalda a Hugo Mallo, como hizo con Sergi Roberto.

En situaciones de crisis, marcar en tu primer intento es un tesoro de incalculable valor que no se debe desaprovechar. Pero esta Real deja escapar todas las oportunidades, las importantes y las de menos valor. Todas. Y eso que Willian tuvo un balón en la testa para anotar el segundo en el mejor centro de la tarde del correcaminos Odriozola, el único lateral del mundo que sube en todas las embestidas de su equipo. No perdona una. No se sabe si es buena o mala noticia, pero se ha convertido de largo en la principal arma de esta Real, pese a que ahora siempre le esperan.

penaltis A la Real se le nubló la vista cuando Aspas comenzó un show particular al alcance de pocos futbolistas. El gallego estuvo a punto de anotar tras una alocada salida de Rulli y, en una internada, esta vez por la derecha, el chut de Maxi lo salvaron entre la defensa y el pie del argentino. A los 20 minutos llegó el habitual regalo realista. Esta vez fue Juanmi quien, en una acción muy irresponsable, alargó el brazo para cortar un avance dentro de su área. Las imágenes no demuestran con claridad si es con el pecho o con el brazo, pero la sensación es que sí que parece ser penalti. En todo caso no venía a cuento y fue una acción muy irresponsable. Aspas transformó la pena máxima y vuelta a empezar, aunque ahora con las dudas que producen el saber que ya estás reincidiendo en los mismos errores de partidos anteriores.

Canales, que protagonizó una buena primera parte, estuvo cerca de anotar el 2-1 con un buen disparo y provocó el penalti por un agarrón de Sergi Gómez. Willian José decidió tirarlo él y lo mandó al larguero. Y aquí el responsable subsidiario es Eusebio. Vela y el brasileño son buenos lanzadores desde los once metros, pero es lógico que los desperdicien alguna vez. La cuestión es que la Real dispone de uno que es infalible. Solo ha fallado uno en toda su carrera profesional. Y no es oportunista decirlo, lo venimos comentando hasta cuando aciertan. Dos mazazos, y la tarde iba adquiriendo mala pinta. Poco después, Rulli salvó un disparo de Pione Sixto y a Juanmi le pitaron un fuera de juego que no era cuando encaraba solo a Rubén Blanco, de esas que de 100 marca 100. En el último minuto, Jozabed estuvo a punto de marcar en propia meta, pero el meta gallego repelió su cabezazo equivocado.

En la reanudación, la Real dominó más, llegó a tener al principio fases de buen juego, con elaboraciones largas, pero le faltó profundidad y acierto individual. Le cuesta mucho generar ocasiones, algo que no le sucedía al principio de curso. Sin que se contabilizasen oportunidades en ninguna de las dos áreas, en un córner, Maxi, el Juanmi de la Real al estilo tanque, otro especialista en el área, cabeceó a la red. El error de Rulli es que si no llega a tapar ese palo, debería pensar en poner a un jugador allí. El único acercamiento de peligro local para el 2-2 fue una combinación entre Xabi Prieto y Januzaj que este mandó a las nubes. Otro que tiene muy poco gol. Aspas casi sentenció en otra disparatada salida de Rulli.

El que avisa no es traidor, es avisador, y esto se veía venir. La Real solo supera en la tabla al Alavés, Levante, Deportivo, Las Palmas y Málaga. ¿Por qué no vamos a pensar que corre peligro de bajar? La situación y los números de Eusebio comienzan a ser insostenibles. No logra enderezar el rumbo y la sangría de puntos que vuelan de Anoeta resulta inaceptable. Y no buscar un revulsivo en plena caída libre significaría una arriesgada imprudencia para el club. No hay quien aguante esta decadente espiral de derrotas. La resaca del día de San Sebastián se convirtió en una profunda depresión. Si hubiesen visto cómo sentían los donostiarras mientras cantaban el txuri-urdin bajo la lluvia en la arriada... ¡Qué tristeza más grande!