Donostia - Ya llueve menos. A nivel numérico y estadístico, la situación en la que la Real aterrizó el sábado en Mendizorroza no resultaba ni mucho menos grave. Lo hizo con diez puntos sobre 21 posibles en la Liga, y con tres de seis en la Europa League, habiendo perdido además en el complicado campo del Zenit. Sin embargo, el termómetro de las sensaciones sí ofrecía motivos para la preocupación. Más allá de la trayectoria más reciente de los txuri-urdin, con un empate y cuatro derrotas en los cinco partidos previos al parón, preocupaban los evidentes desajustes de su engranaje defensivo. Y precisamente por ahí vino la notable mejoría exhibida contra el Alavés.

El cero en la portería de Rulli no supuso una simple cifra. En el fútbol se dan en muchas ocasiones estadísticas engañosas, pero el hecho de que la Real no encajara goles en Vitoria respondió a la evolución positiva experimentada por los de Eusebio a la hora de frenar las contras locales. En primera instancia lo trataron de lograr con una buena presión inicial tras pérdida. Si no lo conseguían, efectuaban un repliegue rápido y efectivo. Gracias a ello y a la calidad de sus hombres de ataque, la escuadra blanquiazul logró un 0-2 que aspira a convertirse en un punto de inflexión. Si gana el jueves al Vardar y obtiene el lunes que viene un buen resultado en Anoeta ante el Espanyol, habrá enderezado el rumbo de forma definitiva.