Consiguió la Real un triunfo de oro. Pero más importante aún es el modo en que lo logró. No jugó un partido brillante. Pero con su actuación, al contrario de lo que suele resultar habitual, tradujo en hechos las palabras pronunciadas durante la semana en la sala de prensa. “Tenemos localizado el problema”. “Se trata de ajustar la primera presión tras pérdida”. “Hemos trabajado para corregirlo”. Decenas de sentencias en boca de De la Bella, Odriozola, Diego Llorente y compañía. Frases que se terminaron trasladando al césped.

En el minuto 8, Willian perdió un balón en situación comprometida para que Illarra, Kevin y Zubeldia acecharan como lobos al rival de turno. En el nueve, el propio Illarra apagó en centésimas un amago de incendio tras error de Aritz. Mediada la primera mitad, Juanmi casi hace el 0-1 al recuperar el esférico el citado Zubeldia en la frontal del área rival. Y en la segunda parte, que terminó con el ariete brasileño cubriendo una subida de Odriozola, una irresponsabilidad de nuestro lateral zurdo con 0-0, al intentar provocar una falta, se tradujo en una contra local que el equipo concluyó defendiendo con siete más Rulli por detrás de la pelota.

La Real sufría un problema que el parón tiene pinta de haber permitido atajar. Consecuencia, un cero en la portería propia que siempre es de agradecer. Para ganar al Alavés, en cualquier caso, también había que marcar. Y eso costó más. El equipo acusó actuar con un inédito triángulo Aritz-Llorente-Zubeldia a la hora de iniciar las jugadas. Y el contrincante también dificultó las cosas poblando sus zonas interiores, obligando a Illarra a pisar la línea de cal. El partido, muy denso, apuntaba a empate. Pero en situaciones así la calidad puede desequilibrar la balanza.