VITORIA. Para analizar el encuentro de ayer, un derbi de los de antaño, destinado al 0-0 si no aparece el talento de una estrella de talla mundial, basta con recordar la jugada que decidió el encuentro. Centro de Kevin Rodrigues, internacional sub’21 portugués, asistencia de Odriozola, que en diez meses ha pasado del filial a la selección absoluta y golazo de Mikel Oyarzabal. El diamante de Zubieta que tardó aún menos, siete meses, en estrenarse en el primer equipo y debutar en la absoluta. Zubieta es una cantera de diamantes. Las victorias siempre saben mejor así, sin pretender hacer distinciones entre unos y otros, porque el verdadero secreto de este equipo es que todos aportan. Pero es que si encima aparecen joyas de ese tipo en el vivero, la licencia para soñar es incuestionable.

Lo comentábamos con Diego Llorente la víspera del encuentro. Lo mejor de esta Real es que a los cinco minutos de la mayoría de sus encuentros la sensación es que si no sucede nada extraño, se va a llevar los tres puntos. Por eso duele tanto que se hayan encajado tantos goles y se hayan escapado tantos puntos en las últimas citas. La Real ha logrado alcanzar el respeto de los más grandes y, como tal, los adversarios le estudian y no tienen ningún problema en levantar un muro de hormigón ante su portería aunque el encuentro sea en su propio estadio. El problema, para sus enemigos, es que el arsenal ofensivo txuri-urdin es tan potente que en cualquier jugada es capaz de decantar la balanza a su favor.

En ese sentido, obligado detenerse en la evolución de Oyarzabal. El año pasado, sobre todo los vecinos, frustrados por no conseguir su fichaje, no dudaron en tildarle como un delantero con muy poco gol. Se equivocaban. Todos los que llegan, aunque sea de una forma tan arrolladora como la suya, necesitan un tiempo de adaptación a su nueva condición de estrella de la Liga. Pese a ser tan inteligente, pausado y cultivado como el eibartarra. La temporada pasada se obsesionó con la falta de acierto rematador. No se daba cuenta de que era la primera vez que le sucedía. Lo normal era que metiera goles como churros con esa zurda de oro. También le achacaban que no destacaba en la sub’21. Pero no era su generación. Ahora, con los de su edad, asume el liderazgo y ya lleva cuatro dianas en la Liga, el que más de los realistas. Lo normal es esto, no lo del año anterior. Esta semana ha dicho que la gente se olvida de que es tan joven. Lo que muchas veces pasamos por alto es que está llamado a ser un crack de talla mundial.

dificultades No es fácil jugar en Mendizorroza. Su afición ha asumido hace tiempo que con su apoyo, su sustento, generando un ambiente argentino en su estadio, aunque sea pequeño, su equipo siempre va a estar más cerca de lograr sus objetivos. El curso pasado alcanzó metas inesperadas, como una final de Copa, y en este, en el que parece que puede tener problemas tras meterse en un lío de inicio, nada mejor que contar con una base necesaria para alejarse de la quema.

Insisto, no es nada fácil hacer tu juego en la Bombonera de Vitoria. Da igual que su fondo, el más bullicioso llegue tarde o no, el ambiente que provoca su afición es el mejor que se ha vivido en un campo de Euskadi. Por mucho que les duela a los que siempre se consideran diferentes y especiales. Nunca se ha respirado una atmósfera tan intimidatoria y que condiciona tanto el transcurso del juego como el que se respira en día grandes en el estadio vitoriano. Mucho mérito. Ojalá la Real consiga algo así. Porque esto da muchos puntos, más de los que se puede imaginar. Son los que hemos perdido a lo largo de demasiados años por los malditas pistas de atletismo. El club los cifraba en siete u ocho por campaña. Imposible de medir de forma tangible. Pero en Mendizorroza se respira fútbol del bueno. Del que emociona, del que atrae, del que te seduce y del que debería motivar a cualquier futbolista para ofrecer lo mejor de sí.

Una pena. En lugar de motivar a los blanquiazules en el primer acto, les agarrotó. Les impresionó hasta tal punto de amedrentarles. De encogerles. No fue la Real que todos esperábamos, aunque incluso mejorara en la parcela defensiva, algo absolutamente necesario si se pretendía aspirar a alcanzar algo grande este campaña, como sueñan desde todos los estamentos de la entidad txuri-urdin.

Eusebio descartó a Vela, que apenas había podido trabajar con el grupo por volver tarde de su encuentro con México, y apostó por Juanmi en su puesto, con Aritz de pareja de Llorente y Zubeldia en la medular. El azkoitiarra jugó de 4, lo que provocó que Illarra asumiera el rol de Zurutuza, en una decisión más que discutible, ya que lo que funciona no debería modificarse.

El duelo fue el clásico derbi vasco de anteriores décadas. Como era previsible, Di Biasi planificó un catenaccio para esperar a la Real, lo que funcionó bastante bien y parecía prometerle una sorpresa final en forma de victoria. Cuando vio que su equipo parecía imponerse en la segunda parte, decidió cambiar de esquema y pasar a jugar con tres centrales y dos carrileros, pero se olvidó de que había planificado así el encuentro porque enfrente tenía uno de los mejores equipos del campeonato. En cuanto la Real encontró espacios para que sus talentosos futbolistas crecieran, marcó la diferencia y sentenció el partido.

El duelo siempre transcurrió con mucho equilibrio y sin apenas ocasiones. Rulli casi no tuvo que intervenir, lo que acreditó la mejoría defensiva de los blanquiazules, y Pacheco se vio exigido algo más, aunque sin exageraciones. Antes del descanso, Manu García y Munir desperdiciaron las mejores opciones locales, y Juanmi se encontró con la estirada del extremeño a su buen disparo.

En una Real plana y con pocas ideas, agobiada por el clima de la grada y el cerrojazo de los alaveses, solo Oyarzabal demostraba algo de salero en comparación con unos compañeros sin excesivo tino.

avisos del Alavés En la reanudación, después de un disparo de Willian José, que se equivoca al vivir tan lejos del área, sobre todo en encuentros muy cerrados; el Alavés se vino arriba, más con el corazón que con la cabeza, y estuvo cerca de adelantarse, lo que hubiera sido letal. Pedraza y Manu rozaron la diana con disparos cruzados que no encontraron la portería. Di Biasi se vino arriba y cambió para buscar la victoria y se encontró de bruces con la realidad.

Después de un cabezazo de Juanmi en boca de gol, un servicio de Kevin desde la izquierda, fue aprovechado por Odriozola para asistir a Oyarzabal quien definió como los más grandes. Hizo fácil lo difícil. Con su zurda de oro colocó el balón en el fondo de la red. Faltaban trece minutos y el triunfo ya no se podía escapar. Menos aún cuando, en el habitual córner en corto, Aritz recibió en el área y, gracias a su casta, logró sacar un disparo que se envenenó tras rozar en un defensa antes de alojarse en las mallas. Casi al final, Januzaj rozó el tercero.

Seis partidos después, la Real volvió a sellar otra victoria. Su pegada y su potencia están fuera de toda duda, pero la clave para llevarse un duelo tan cerrado como ayer estaba en mantener su portería a cero. Este equipo sigue prometiendo emociones fuertes. Ayer se quitó de encima una maldición poco comprensible que ya duraba 17 años. Zubieta sigue tirando de la Real. Así da gusto. ¡Qué bueno es Oyarzabal!