Síguenos en redes sociales:

Cuestión de control

Hace tiempo que la Real no consigue llevar los partidos a su terreno, un contexto adverso al que, falta de recursos, le cuesta amoldarse

Cuestión de controlRuben Plaza

Donostia - La primera Real de Eusebio, la inmediatamente posterior a Moyes, vivió semanas de ambición europea. Salió goleada de El Molinón, tendió a protegerse más a partir de entonces, y encadenó victorias de todos los colores. Hablamos de febrero de 2016. Vapuleó al Espanyol a domicilio jugando a la contra. Se deshizo del Granada en Anoeta dominando el encuentro. Y volvió de San Mamés con aquel recordado 0-1, gol de Jonathas, haciendo bueno un marcadísimo repliegue intensivo. Partidos distintos. Cada uno de su padre y de su madre. Soñamos con la zona noble. Pero aquello tenía las patas muy cortas. Y se notó durante los meses posteriores.

Con un verano de por medio para trabajar, Eusebio implantó su famoso estilo. Ese que luego, a mediados de octubre, estaba en boca de todos, precisamente tras una derrota en Bilbao. Sin embargo, de la insistencia en esa filosofía de juego y del añadido a la misma de un par de matices vinieron después las exhibiciones que vinieron, traducidas en mayo en una ilusionante clasificación europea. Los meses de noviembre y diciembre resultaron antológicos, con la Real dando continuidad semana tras semana a un fútbol de salón que ilustra la idea de juego del entrenador vallisoletano. Quiere un equipo dominador, que someta al rival a través de la posesión y viva instalado en campo contrario, circunstancia esta última que siempre facilita una eficiente presión inmediata tras pérdida. Los txuri-urdin ejecutaban la partitura a la perfección. Pero llegó enero con sus partidos de Copa, y el lógico cansancio empezó a poner el foco sobre las grietas de agua que empezaban a abrirse en la embarcación blanquiazul.

La filosofía futbolística de la Real obliga a la excelencia. O a algo muy cercano a la misma. Una circulación más lenta de lo habitual, un desajuste en los movimientos ofensivos en zonas interiores, el simple (y cada vez más frecuente) repliegue intensivo de los rivales o la falta de plenitud física de los jugadores impide desarrollar a pleno rendimiento el estilo txuri-urdin. Y este, llevado a cabo a un 95% de intensidad o rendimiento, se resiente en mayor medida que otras propuestas mucho menos sofisticadas.

Lo sufrió el equipo durante los últimos meses de la pasada temporada, en los que pasó de optar a la cuarta plaza a certificar la sexta con un gol en el tiempo de descuento de la última jornada. Y lo está padeciendo en el arranque de la nueva campaña, un inicio en el que no parece responder a la casualidad que los triunfos llegaran cuando el calendario no había alcanzado aún su punto álgido. En cuanto las semanas de tres encuentros han hecho acto de presencia y, como resulta lógico y obligatorio, han empezado a economizarse los esfuerzos, a la maquinaria realista se le han empezado a encender los chivatos.

Las luces de aviso brillan por una razón muy sencilla. Al equipo de Eusebio le cuesta controlar los encuentros, llevarlos a su terreno. Rara es la ocasión, a lo largo de las últimas semanas, en la que durante los partidos da la sensación de estar ocurriendo lo que interesa a los txuri-urdin. Desde rivales replegados y cómodos que crean peligro constante a la contra hasta equipos como el Deportivo en Riazor que aprietan y le quitan el balón, pasando por el duelo a pecho descubierto que planteó ayer el Betis.