Ciutat de los horrores
El fútbol español es un serial reiterativo. Como una secuencia que se repite año tras año, con las consiguientes alteraciones en variables que en realidad no modifican el habitual transcurso de la competición. Algo así como que el orden de los factores no altera el valor del producto. ¿Que un gigante empieza bien y el otro mal? Pues este último no tarda en quejarse de los colegiados, con alguna declaración de sus presidentes, esos que dicen no hablar nunca de los árbitros, para recordarles que si se confunden en su contra van a tener muy poco recorrido en este podrido mundo. Así de lamentable es todo esto. El resultado lo pudimos apreciar en el encuentro ante la Real, con una actuación absolutamente parcial y con una escandalosa disparidad de criterios en función del color de la camiseta. En el fondo, lo esperábamos, ya que el Madrid no podía quedarse a siete puntos del Barça (y de la Real). Lo dicho, nada nuevo.
Uno de los siguientes episodios, en algún encuentro del Barcelona a domicilio, no suele tardar en aparecer la polémica anual por el estado del terreno de juego. La clásica jugada del entrenador marrullerillo, en este caso Bordalás, que cree haber inventado la pólvora al no regar en dos semanas el campo en Madrid para evitar que el balón circule con normalidad e impedir que las estrellas blaugranas elaboren su juego de toque y posesión. Bueno, nosotros tampoco somos los más indicados para denunciar este tipo de prácticas, ya que los descuidos con la manguera cuando nos visitaba un grande o un conjunto del sur eran una práctica habitual antaño en Atocha.
Pero, afortunadamente, y aunque considere que para ganar la Liga, el denominado Torneo de la Regularidad, hay que acreditar ser el mejor en todos los terrenos y condiciones, hoy en día el fútbol se ha civilizado mucho y ha tratado de evitar este tipo de pequeñas trampas o argucias para decantar la balanza hacia tu lado. No hay más que ver cómo se protege, en la actualidad, a las estrellas de las patadas cuando los Maradona y López Ufarte eran tan geniales con la pelota como sorteando los golpes de sus adversarios. No tiene nada que ver, y me parece un lógico y, además, un necesario avance.
La polémica, que este año ha llegado aderezada por la grave lesión del millonario y enclenque sustituto del insoportable y narcisista Neymar (Dembélé), me permite introducirme en el tema del Ciutat de Valencia. Un escenario de pánico para una Real que ha cosechado derrotas de todos los colores al no conseguir adaptarse a las circunstancias de su incómodo terreno de juego (me dicen que ya no es el que era). Fuesen las que fuesen, porque ha habido de todo. Las visitas a la charca de las ranas levantinas siempre han venido acompañadas de misterios y sorpresas inesperadas. Como mejor ejemplo, mi propia experiencia personal. La primera vez que fui, el único partido que ha disputado Aitor López Rekarte con la selección absoluta, en un amistoso España-Escocia, se suspendió en el minuto 59 por una espectacular tromba de agua que lo inundó todo y yo, para más surrealismo, en mitad de toda esa vorágine, conocí a una valenciana que fue mi novia durante varios meses. Años después, cuando fui a sentarme en mi sitio en el palco de prensa, me encontré un excremento (espero que fuese de un perro y no de un periodista enfadado del encuentro anterior).
El fútbol siempre es impredecible. Hay cosas que nunca tendrán explicación. En Barcelona están empeñados en motivarnos para cuando visite su equipo Donostia (tampoco lo necesitábamos demasiado) incidiendo en que el Madrid ganó en un “campo amigo”. Incluso comparan Anoeta con la complicidad que encuentra en Cornellà. Que lo digan periodistas jóvenes, tiene un pase, pero que lo hagan veteranos de guerra que conocieron Atocha, simplemente roza lo ridículo. En fin, no molesta quien quiere, sino quien puede...
A lo que iba. Nadie puede argumentar por qué la Real gana tanto en Mestalla y tan poco en el Ciutat cuando en realidad debería ser mucho más accesible. Parecido sucede con el Barcelona y el Madrid, cuyo perfil musculoso y físico nos viene fatal. Lo dijimos hace muchos meses, el estilo está muy bien y nos hace sentir muy orgullosos porque es atractivo y, además, como ha quedado comprobado, garantiza triunfos, pero jamás debería ser innegociable, ya que las circunstancias que te vas a encontrar, como los campos o los enemigos, van a ser muy distintas en cada jornada. Para eso hay que contar con futbolistas de todo tipo y en la limpia que se ha producido este verano, con permiso del inutilizado hasta ahora Zubeldia, nos hemos quedado sin la figura de un pivote defensivo puro y sin un medio que entre en las rotaciones al nivel de los tres mosqueteros. El famoso y manido Plan B para misiones especiales como la de esta noche o la del pasado domingo. ¡A por ellos!