Levitar por La Concha
después de entrevistarle, mientras regresaba a casa, me puse en el pellejo de Adnan Januzaj. Su primer contacto con la Real fue en el partido de Champions League de Old Trafford de la temporada 2013-14. Él se encontraba en el banquillo, pero, tal y como me reconoció en Zubieta, le impresionó ver aquel fondo entero lleno con más de 6.000 aficionados blanquiazules. Luego, cuando ya conocía su interés por contratarle, seguro que comenzó a repasar la lista de jugadores que han salido y jugado con la txuri-urdin. No nos damos cuenta, porque estamos acostumbrados y lo vemos como algo normal, pero es para alucinar. De ahí su sentencia: “No conocía demasiado de la Real, pero sabía que aquí habían jugado muchos futbolistas muy buenos y que se trataba de un gran club”.
Minutos antes de mi encuentro con el belga, Sergio Canales compareció en la sala de prensa y sin forzar, simplemente dejándose llevar con sinceridad, declaró: “El día que me vaya de la Real lo sentiré tanto como cuando me marché del Racing. Aquí estoy como en casa”. Toma ya.
Como diría aquel, uno que ama estos colores solo puede sentir orgullo y satisfacción. La gran Real ha vuelto a lo alto de la clasificación. Esa Real que despertaba respeto y admiración a su paso por todos los parajes de la geografía de la Liga. Esa Real capaz de plantarle cara a cualquiera. Esa Real que saltaba al campo mirando a los ojos al rival, dejándole claro que si pretendía derrotarle iba a tener que sudar sangre. Esa Real que levantaba el ánimo de su gente y le permitía aparcar sus problemas personales durante dos horas. Esa Real que nos alegra los lunes. Que consigue que aguardemos con impaciencia nuestra cita de la semana. Que logra que todos los jugadores y todos los entrenadores deseen que les llamen para ficharlos. Que provoca que todos los futbolistas que abandonan sus filas anhelen cada minuto que pasaron en Zubieta. Si es canterano, ni te cuento. Ya lo dijo Raúl Tamudo, un hombre de peso en el fútbol español, que dejó su impronta de matador en Anoeta: “Si volviese a ser futbolista, no me retiraría sin vivir al menos un año en Donostia”. Con lo poco que le gustaban las entrevistas, ¿se puede llegar a decir algo más bonito de un equipo y una ciudad? Imposible no emocionarse. Es que hasta te entran ganas de enfundarte la txuri-urdin y recorrer La Concha, bajo la lluvia por supuesto, hinchado y levitando un palmo por encima del suelo, besando cada diez metros el escudo, como si celebraras un gol a lo Mikel Oyarzabal, o haciendo el avión como Agirretxe (si le clava una diana al impresentable de Keylor, que me hagan hueco en la grada supletoria que voy para allí). ¡Qué somos la Real! ¿Hay algo mejor que eso?
Les voy a explicar la única receta para las temporadas con tres partidos por semana. La dio un viejo sabio que, como tantos otros, estaba como loco por sentarse en el banquillo realista, algo que solo evitó un milagro en forma de golazos de Vela e Ifrán en la prolongación de un partido contra el Málaga en 2012: “Ganar y ganar y ganar y volver a ganar y ganar y ganar”. Y lo mejor de todo es que el club por fin se ha preparado de maravilla para lograrlo. Ya hemos dejado atrás el absurdo debate de que había que disfrutar. Parece una tontería, pero no lo es. En el fútbol solo se disfruta de verdad cuando ganas. El capitán Xabi Prieto, Eusebio, Loren y Aperribay han dejado claro que el objetivo es lograr un título. Y ese es el primer paso para conseguirlo. Creérselo. Si lo dice hasta un recién llegado como Januzaj: “Este equipo tiene nivel para levantar una Copa”. Y luego van y se ponen a contar sus partidos por victorias. Como para no ponerse nervioso.
A todas estas, insisto, con nosotros a un palmo por encima del suelo, llega el Madrid. El todopoderoso coloso blanco. El villano que nos arrebató dos Ligas. Le hemos vuelto a considerar un rival directo por nuestros méritos deportivos. Que me digan de un aficionado txuri-urdin que no vaya esta noche a Anoeta convencido o, por lo menos esperanzado, en sacar los tres puntos. Cuando cubría la selección, una de las cosas que más me gustaba era sentarme con Míchel y que me contara batallas de los Real-Madrid de su época. Pese a que la Quinta del Buitre se paseó durante cinco años, siempre me reconocía que cuando visitaban Donostia sabían que iban a pasar 90 minutos de perros. ¡Que se preparen! Les vamos a tener ganas siempre. Y en su entorno y el de su influyente prensa se percibe esa sensación que tanto nos gusta generar a nuestro paso, casi tanto como el respeto: el miedo. ¿He preguntado ya si hay algo mejor que ser de la Real? ¡A por ellos!