Ya está. Ya ha pasado. La Real echó ayer el cierre a una temporada para el olvido e inauguró su particular verano, época de ilusión. Siempre lo es en el mundo del fútbol, simplemente porque el contador vuelve a cero, los veinte equipos se alinean a la misma altura en la parrilla de salida y la imaginación del aficionado echa a volar, esperanzado él en que las cosas vayan bien durante el próximo curso. La Real no resulta ajena a todo ello. Y, por el momento, parece que se va a lanzar al mercado a por “tres o cuatro fichajes”. Moyes dixit.
También dijo el entrenador que conoce la filosofía del club, y que la base existente en Zubieta es buena. Fenomenal noticia que conozca dónde está y a dónde ha venido. Se trata de un buen punto de partida. Pero solo de eso. Ahora cabe acertar en múltiples factores, cruciales todos ellos. Toca dar con la tecla a la hora de elegir a los jugadores salientes. Incorporar a los futbolistas adecuados. Y dotar a la plantilla resultante de unos mecanismos tácticos cuya ejecución no dependa tanto de la intensidad y del ritmo de juego como en la actualidad, resultando así el equipo mucho más fiable.
Es tiempo de decisiones. Y estaría muy bien aprovecharlo. Aprovecharlo, por ejemplo, para deshacerse de varios jugadores foráneos, caros, que no cumplen con ninguno de los dos requisitos que este club debe exigirles: marcar la diferencia o cubrir las carencias de Zubieta. Aprovecharlo para, como adelantó el técnico, dotar al equipo de más “opciones de ataque”, con futbolistas rápidos y que la pidan al espacio, no al pie. Y aprovecharlo, sobre todo, para trabajar, entrenar, trabajar, entrenar... Hasta la saciedad. El curro no vende. Los nombres llaman más la atención. Pero yo estoy convencido de que con la base actual, dos o tres canteranos que suban al primer equipo, un par de retoques ofensivos y una idea de juego mejor definida, esta Real nos dará alegrías. Al tiempo.