uno de mis jugadores preferidos, el gran Francesco Totti, cumplió el martes ante el Torino su partido 700 con la Roma. Il capitano debutó en 1993 y siempre ha defendido la camiseta gialorossa a lo largo de su carrera, en la que ha superado la increíble barrera de los 200 goles en la Serie A, algo al alcance de muy pocos. En el fútbol moderno el único que lo consiguió fue Roberto Baggio, otra de mis grandes debilidades, cuyo partido homenaje Italia-España celebrado en Génova tuve la inmensa fortuna de cubrir el 28 de abril de 2004. En una casualidad que, al parecer, no tiene ninguna relación, Fiebre Maldini, el programa fetiche para cualquier futbolero, emitió el lunes por la noche un reportaje sensacional y emocionante sobre la historia de otra gran leyenda de la Roma, Agostino di Bartolomei.
Romano de nacimiento y apasionado seguidor gialorosso, se formó en la cantera del club hasta debutar como medio con el primer equipo en la temporada 1972-73. Muchos de los que le vieron jugar aseguran que tenía un aire a Guardiola, incluso físico, aunque era mucho más goleador al ser un especialista en los golpes francos. "Su estilo era el mismo que el del Barça ahora", explica su hijo, que habla de su padre con una entereza y una admiración encomiables.
Di Bartolomei comenzó jugando de mediapunta, pero poco a poco fueron retrasando su posición hasta que el peculiar entrenador sueco Liedholm le situó de central. Con él de defensa, Ancelotti, actual entrenador del Madrid, y Falcao en la medular, y los míticos Bruno Conti y Bruzzi arriba, la Roma consiguió 41 años después su segundo Scudetto. En la siguiente, los italianos perdieron la final de la Copa de Europa en su estadio, en una dramática tanda de penaltis en la que Di Bartolemei ejecutó con maestría su lanzamiento que puso por delante a su equipo ("durante 50 segundos fuimos campeones de Europa. Es lo que llamamos la Copa de Agostino", afirma el actor Giuseppe Manfridi). Ese verano, tras enfrentarse con su presidente, algo bastante habitual en este club, no tuvo más remedio que marcharse al Milan. En su primer duelo con sus excompañeros, marcó el gol del triunfo y lo celebró con rabia por su injusta salida, algo que en las oficinas romanistas nunca le perdonaron. A su retirada, esperó la llamada de su querida Roma para entrar en su staff técnico, pero esta nunca llegó. El día que se cumplieron diez años de la final de la Copa de Europa, Di Bartolomei se pegó un disparo en el corazón.
El reportaje cuenta que conocía a casi todos los aficionados de la Roma, porque él había estado en la grada con ellos antes de llegar al primer equipo: "Si el equipo jugaba a las 15.00 horas, él iba al estadio a las 10.00. Durante la semana convivía con ellos. Era por un lado jugador, por otro aficionado y por otro romano". El periodista deportivo Daniele Lo Monaco comenta que, pese a ser muy serio e introvertido, en el campo "era un líder silencioso, que todos reconocían como tal. Era Il Capitano, no un capitán más".
No voy a dudar del sentimiento txuri-urdin de la mayoría de los realistas, ni mucho menos de la capitanía de un Xabi Prieto al que siempre tendré tanto que agradecer por su fidelidad a este club en sus peores años. Pero me da la impresión de que, después de haber tocado el cielo con la clasificación de la Champions, esta Real ha perdido un poco de espíritu competitivo. Es evidente que esta temporada se le está haciendo larga, algo que esperábamos todos al no contar con una plantilla tan amplia como para afrontar con garantías tres competiciones. Más aún cuando esta campaña nos hicieron soñar de verdad con su clasificación para la final de la Copa del Rey. El caso es que las últimas semanas el equipo no transmite, no parece divertirse en el campo, ha perdido alegría y magia, y hasta aburre por momentos.
Acepto que no será lo más conveniente, pero me cuesta entender varias de sus reacciones en el descalabro de Almería. No me entra en la cabeza cómo ningún futbolista se come a Ayza, sobre todo tras la señalización de un primer penalti en el que era imposible equivocarse por su ángulo de visión. O cómo no cortaron en falta varias contras que luego acabaron en tragedia. O cómo no fueron como locos a coger el balón tras el 3-3 que no servía para nada, porque su nivel les obliga a luchar por la cuarta plaza.
Estoy convencido de que Di Bartolomei hubiera hecho las tres, porque vivía el fútbol y sus colores con una pasión desorbitada. En su agenda encontraron tres fotos: una de su familia, otra de un santo y otra de la Curva de la Roma (el fondo que más anima al equipo). Al margen de la tragedia, yo quiero ese entusiasmo para mi Real.