El nombre de José Luis Orbegozo estará unido para siempre a los momentos más gloriosos de la Real Sociedad. A lo largo de los 16 años el presidente del equipo bicampeón de liga se convirtió en uno de los principales artífices de la grandeza del club txuri-urdin.

Además de presidir la entidad durante la consecución de tres de los cinco títulos del club -las ligas de 1981 y 1982 y la Supercopa de aquel mismo año-, Orbegozo fijó durante su mandato, de 1967 a 1983, muchas de las tradicionales señas de identidad del club. El ex presidente realista fue un firme defensor de la cantera, adquirió los terrenos de Zubieta, aprobó el himno actual, consolidó al equipo en Primera e impulsó que la Real se convirtiera en una referencia para toda Gipuzkoa. Así, a los éxitos deportivos de su período hay que añadir el crecimiento de la base social del club y el prestigio adquirido en todos los ámbitos del fútbol estatal.

Orbegozo nació en Donostia el 2 de septiembre de 1929, y fue socio del club txuri-urdin desde niño. Ingeniero industrial de formación, entró en la directiva de la Real en 1966, en calidad de tesorero del Consejo presidido por Antxon Vega de Seoane. La entidad realista no era aún una sociedad anónima deportiva, sino un auténtico club. Un año más tarde, justo después del último ascenso a Primera, Orbegozo fue elegido presidente y ocupó el cargo hasta 1983, convirtiéndose así en el directivo que más tiempo ha dirigido la Real.

Durante todo su mandato, Orbegozo se caracterizó por su energía y por su firmeza defendiendo los intereses de la Real, así como por tener una visión de futuro que, a veces, resultó incomprendida.

Prestigio

Un presidente carismático

El prestigio de José Luis Orbegozo no se limitaba a Gipuzkoa. El presidente abanderó la lucha de los clubes más humildes en el caso de los oriundos, una práctica que permitía alinear como nacionales a jugadores extranjeros y que perjudicaba a equipos de cantera como la Real. El mandatario mantuvo una enconada pugna con parte de los clubes y con el presidente de la Federación Española, Pablo Porta. Bajo su presidencia, la Real se implicó en los asuntos del fútbol estatal, y, en opinión de algunos ex jugadores, incluso se moderaron algunos abusos arbitrales cuando los equipos grandes jugaban en Atocha. Además, los títulos del club hicieron que se le denominase "el presidente-milagro".

Los títulos

La edad de oro de la Real

Los éxitos deportivos comenzaron a llegar en la temporada 73-74, cuando el equipo txuri-urdin se clasificó por primera vez para la Copa de la UEFA. No tardarían en llegar más participaciones. En la temporada 79-80 llegó la liga de la imbatibilidad, cuando a la Real se le escapó su primer campeonato tras haber perdido un solo partido. El club txuri-urdin, sin embargo, pudo sacarse esta espina y obtuvo los títulos de 1980-81 y 1981-82. La primera liga llegó en el inolvidable duelo de El Molinón frente al Sporting, en la última jornada. La Real necesitaba un empate para conquistar el título y entró en el último minuto perdiendo por 1-2. El conocido periodista José María García se dirigió entonces a Orbegozo para informarle de que el Madrid ya celebraba el título y de que la Real sería "otra vez subcampeón". Pero el presidente no dejó de tener fe: "Falta muy poco -le contestó-. Vamos a confiar en lo que queda". Instantes después, Zamora marcó el gol que daba la liga a la Real.

Derecho de retención

Un equipo campeón

Los títulos realistas fueron fruto, en gran medida, del derecho que tenían los clubes a retener a sus jugadores, pero Orbegozo tuvo que emplearse a fondo para alejar sus futbolistas de las tentaciones y mantener a las figuras que forjarían el equipo campeón.

El ex presidente se negó en repetidas ocasiones a vender a los pilares del conjunto realista. En 1980, antes de iniciar la campaña del primer título liguero, aseguró que la Real "no vende por principio". Y es que el que fuera máximo dirigente del club txuri-urdin rechazó varias propuestas astronómicas por jugadores como Arconada y Zamora, que tuvo una "oferta irrepetible" del Barcelona. La excepción fue Periko Alonso, que fue el sacrificado para mantener al resto de las figuras del club.

El equipo campeón tuvo, por supuesto, un técnico campeón. Orbegozo entregó las riendas de la primera plantilla al difunto Alberto Ormaetxea en la temporada 78-79, y él correspondió a su confianza con los tres títulos de su mandato. El ex presidente lo consideró "el entrenador de la Real, en singular".

Orbegozo defendió que el primer equipo estuviera basado en jugadores salidos de las categorías inferiores, aunque en sus primeras campañas el club sí contó con extranjeros.

El nuevo himno

Un club para Gipuzkoa

El equipo campeón, la cantera, Zubieta... la era Orbegozo no sólo aportó varios de los cimientos del actual sentimiento txuri-urdin, sino que en esta época la Real aumentó su masa social y arraigó en el corazón de Gipuzkoa. El ex mandatario siempre quiso que todo el territorio se identificase con el club. Por eso, cuando, en los años 70, Ricardo Sabadie le propuso adoptar el himno actual, Orbegozo le hizo incluir la palabra Gipuzkoa en su letra.

Decepción

La espina de Zubieta

La salida de Orbegozo se precipitó por la falta de apoyos políticos al que fuera el gran proyecto de sus últimos años de mandato. El presidente realista fue de los primeros en constatar que Atocha se había quedado pequeño y obsoleto para los intereses de la Real, y apostó por edificar un nuevo campo de fútbol en Zubieta. Para ello, el rector txuri-urdin adquirió unos terrenos que hoy en día se han convertido en sinónimo de la cantera realista. Orbegozo quería un estadio con más plazas para "contar con una masa de abonados que resuelva el problema económico de la Real".

La gran baza realista fue tratar de que la organización del Mundial de España en 1982 se implicase en su financiación, pero eso no sucedió, y el Ayuntamiento de Donostia también dio la espalda al proyecto.

Orbegozo admitió que el revés de Zubieta "pudiera influir en su ánimo", pero aseguró que no fue "el motivo" de su retirada: "Luchamos mucho por Zubieta o por otro campo que nunca se nos ofreció, y se dejó pasar la oportunidad del Mundial. Ahora, cualquier nuevo proyecto costaría una fortuna que la Real no tiene".

En 1983, finalmente, dejó la presidencia de la Real tras renovar a Luis Arconada durante cinco años más. Su sucesor, Iñaki Alkiza, prepararía la conversión en sociedad anónima deportiva y el traslado a Anoeta. Pero eso es ya otro capítulo de la historia de la Real.

Orbegozo recibió poco después la insignia de oro y brillantes del club. En los últimos años, sus apariciones públicas escasearon. Aceptó formar parte de la Comisión de Ex Presidentes que hubiera tenido que vigilar la ampliación de capital propuesta por José Luis Astiazaran, mostró su apoyo a Denon Erreala en las elecciones de 2005 y, en 2008, Iñaki Badiola le invitó a realizar un saque de honor y le incluyó en el Comité de Honor del Centenario. Fue la última comparecencia ante la afición txuri-urdin de José Luis Orbegozo. Para sus dos sucesores siguientes al frente del club, Iñaki Alkiza y Luis Uranga, así como para muchos realistas, fue, sin duda, "el mejor presidente de la historia de la Real".