No es que las elecciones catalanas hayan sido una sorpresa. Quizá sí el descalabro de ERC, mucho mayor de lo esperado y de consecuencias impredecibles. Pero el panorama es el que apuntaban las encuestas para satisfacción de Pedro Sánchez, que acostumbrado a vivir en el alambre vuelve a salir reforzado. No está claro cuál será el desenlace en Cataluña, pero el PSOE pueden afrontar las elecciones europeas con garantías. Un buen resultado el 9 de junio es vital para las aspiraciones de Sánchez a corto y medio plazo.
El presidente del Gobierno puede exhibir una victoria electoral en un territorio clave. El independentismo ha perdido su mayoría, su candidato aspira a la presidencia de la Geralitat y los liderazgos de ERC y de Junts están cuestionados. No es que el panorama vaya a ser sencillo para Salvador Illa porque en el mejor de los casos el PSC va a tener que gobernar en minoría. Pero los resultados son un aval a la estrategia de Sánchez y en concreto a la amnistía. La confusión en la que es mueve estos días el PP es buena muestra.
Feijóo quería convertir los comicios del 9 de junio en un plebiscito sobre la figura de Sánchez. Casi un año después de las elecciones generales el Gobierno de España sigue sin presupuestos y con una mayoría parlamentaria precaria en Madrid. Cualquier elemento, del ‘caso Koldo’ a las cesiones a sus socios, pone a prueba la estabilidad. Por lo que una victoria arrolladora del PP en junio unida a la ruptura de relaciones con Junts si los postcovergentes quedan en la oposición en Barcelona podría ser un golpe casi definitivo.
No es probable que vaya a ser así. El PSOE tiene argumentos para defender su gestión. Los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez han servido además para reactivar a su base social y polarizar con la derecha en un contexto cada vez más bipartidista. La campaña, a la que se ha sumado también María Chivite, puede ser cuestionable en cuanto a su oportunismo y sinceridad. Sobre todo en Navarra, donde ni el clima de crispación es como en Madrid ni hay un problema de desinformación. Extender la sospecha sobre el conjunto de los medios de comunicación no solo no es efectivo, también es injusto.
Pero resulta extremadamente efectiva.
Incertidumbre en Madrid
Así que el primer objetivo parece logrado. Este jueves empieza la campaña electoral y los socialistas la afrontan con relativo optimismo. Desde luego bastante mayor al que tenían hace apenas unos pocos meses. Otra cosa es lo que ocurra después, primero en Cataluña y después en Madrid, donde se pueden acabar precipitando los acontecimientos.
De momento, es ERC quien tiene que fijar su posición. Sin liderazgo claro y en medio de una crisis orgánica profunda, debe decidir si facilita la investidura de Illa. Y, en ese caso, en qué términos. Los republicanos han dicho que pasan a la oposición, pero parece difícil que puedan forzar una repetición electoral. Que haya fijado el congreso del partido para el 30 de noviembre –las nuevas elecciones serían en octubre– invita a pensar que no está en su agenda.
Así que los socialistas entrarán al Gobierno en Cataluña, lo que empujará a Junts a la oposición. El resultado de Carles Puigdemont no ha sido malo, pero sí insuficiente para forzar una investidura. Un escenario que tampoco es malo en la medida en que podrá afrontar su propia renovación y medir los tiempos en su relación con Sánchez. A la espera de que se concrete la amnistía, que todavía tardará varios meses en ser efectiva, los postconvergentes harán valer sus votos en Madrid como medida de presión.
La duda que queda es durante cuánto tiempo le interesa a Sánchez mantener esta situación. Con un PSOE fortalecido a costa de sus socios, que ven cómo su apoyo firme al presidente del Gobierno empuja a su base social a la abstención. Una tendencia de la que por ahora se ha librado EH Bildu, pero que le puede arrastrar también si el argumento central, y casi único, sigue siendo apoyar al líder socialista para que no gobierne la derecha.
Llegados hasta aquí, no parece que la Generalitat sea una pieza sacrificable para un PSOE, que apenas tiene poder territorial. Sánchez vuelve a tener las cartas de mano y si las elecciones europeas van bien puede ser momento de revisar la situación. Sin presupuestos a la vista, la tentación de recurrir a un nuevo adelanto electoral puede volver a La Moncloa.