Koldo ha traído la desgracia al PSOE. La sacudida emocional de este escándalo se antoja ilimitada porque viene cargada de dinamita. Ministros, diputados y dirigentes socialistas, aún conmocionados por el vendaval que les atrapa, caminan desnortados por los pasillos del Congreso, aunque algunos más que otros, y todos preguntándose en voz baja: “Qué sabes tú”, “cuándo crees que va a acabar esto”, cómo saldremos de esta”. Las especulaciones, sobre todo las descabezadas, se desbordan y mucho más en este Madrid donde todos saben mucho menos de lo que cuentan. Pero entre certezas, suposiciones e inquinas, la bola de nieve no para de crecer. En Baleares y Canarias empiezan a temblar. La tinta del calamar no deja de salpicar aquí y allá. Por eso nadie se atreve a augurar la gravedad real del desgarro. Como mínimo, eso seguro, será profunda y dejará huella hasta las europeas.

Ni siquiera un mínimo rato de distensión permite a los socialistas sacudirse de esta epidemia, que se ha inoculado por los rincones de Ferraz y La Moncloa. Ayer, camino del pleno de control, dos de sus diputados se entretenían saludando a un amigo en mitad de la calle. “Pasemos rápido a ver si nos pilla un coche y nos manda al Grupo Mixto”, dijo uno de ellos, irónico, aunque sin perder la sonrisa. El desafío de Ábalos ha descompuesto a sus compañeros. Aquel muñidor de encuentros a varias bandas, sanchista retador, ministro plenipotenciario, secretario controlador, demasiado disoluto la verdad al irse el sol, pero ameno y socarrón les ha complicado la vida. En el grupo principal que apoya al Gobierno de coalición nadie sabe prever el futuro ni siquiera lo intenta. “Puede pasar de todo y nos llega en el peor momento porque si la situación estaba complicada, ahora fíjate”, comentaba un veterano parlamentario andaluz. Hay desánimo cuando no mucho desconcierto. En Sumar, tras el sopapo gallego, no les llega la camisa al cuello y en el resto de la mayoría parlamentaria simplemente susurran “a ver cómo acaba esto”

Muchos lo intuían

Koldo era una bomba de relojería andante desde que le bendijo Santos Cerdán, el todopoderoso dirigente sobre el que se acumulan las miradas indiscretas y también las inquisitorias, y más tarde le amparó Ábalos. Este aizkolari, chófer y segurata se creyó rápidamente su inesperado personaje tan intimidatorio como influyente. Por eso nadie se resistió a las ofertas de sus comandos comisionistas, conocidos en los pasillos de Fomento. Todos intuían, en silencio, una cierta propensión a las mordidas tentadoras en estos casos. Díaz Ayuso ni lo dudó: dio un paso al frente embriagada de revanchismo y por eso al conocer los primeros indicios accionó esa palanca de Anticorrupción, que ha acabado por llenar de males el templo. Feijóo, que ayer desperdició una franca oportunidad de lucimiento posiblemente por no prepararse el aguijón, cree, incluso, que hasta el propio Sánchez lo sabía, aunque no tenga pruebas de tal acusación. Da igual. Queda oficialmente abierta la veda. Por eso se asistió a la primera de las sucesivas cascadas de preguntas y acusaciones de hondo calado que aún aguardan y que en caso de ser ciertas pueden complicar seriamente a corto plazo a Francina Armengol.

La ofensiva del PP va a ser a degüello. Es su gran oportunidad, en un febrero inimaginable que, definitivamente, les ha cambiado su suerte. Para aminorar la hemorragia, el PSOE tira de hemeroteca: Gürtel, los ordenadores machacados en Génova o el narco Dorado en el barco del líder popular. Nada como el verbo ácido e incisivo de Óscar Puente para devolver los golpes al hígado del contrario. “Esto va a volverse en su contra”, le pronosticó a la diputada del PP Esther Muñoz. “Ustedes están para dar poquitas lecciones”, y a modo de ejemplo añadió: “es increíble que no supieran lo que su contable hacía durante tantos años con el dinero”. Golpes de amago. Cuando lleguen las comparecencias en la comisión de investigación, sobre todo en el Senado, volarán las navajas albaceteñas.