En este largo proceso, la obsesión de Jokin Bildarratz fue concitar el máximo consenso de la comunidad educativa y de las fuerzas políticas. Casi a punto de llegar a puerto, EH Bildu se descolgó del acuerdo por una cuestión que el consejero insiste en que fue de puro matiz.

¿Se siente frustrado, una vez que se ha consumado que la ley solo ha tenido los votos de los dos socios de gobierno?

—De ninguna de las maneras. Hemos cumplido con el programa de gobierno, con el compromiso que tenemos con la sociedad, y además, hemos trabajado con la comunidad educativa. Hemos seguido un procedimiento que no se ha hecho en ningún caso en ninguna ley y ha sido un procedimiento muy participado de escucha activa con todos los agentes. Hemos obtenido una mayoría absoluta en el Parlamento. Así que estamos muy contentos porque tenemos una Ley de Educación de futuro.

Habrá quien diga que, visto el resultado, se podían haber evitado el largo y tortuosos viaje.

—Yo creo que es un viaje que ha merecido la pena porque EH Bildu también, prácticamente hasta el final, ha estado de acuerdo. Así que la ley también es de EH Bildu, porque hemos recogido todas sus preocupaciones, que han sido también las preocupaciones del PNV y del PSE. Que en el último momento haya habido una frase en el preámbulo que no comparta en nuestra opinión no justifica el voto de EH Bildu, pero es su grupo el que se tiene que responsabilizar de su voto.

En resumen, que no se arrepiente del esfuerzo realizado durante estos tres años.

—En lugar de haber invertido tres años, es verdad que podríamos haberlo hecho más rápido, con menos participación de la comunidad educativa, con una menor implicación de los grupos parlamentarios. Tenemos los votos para ello. Pero hubiera sido un gran error por nuestra parte. Esta ley se ha enriquecido con la aportación de todos. Seguro que es mejor ley que si la hubiera realizado un único partido político. Hay quien, incluso en mi propio partido, considera que EH Bildu nos ha engañado: que una vez ha conseguido introducir los puntos que le interesaban, ha terminado votando que no. Yo les digo que no es así, porque las aportaciones de EH Bildu han enriquecido el debate y la propia ley.

¿Tiene alguna idea sobre el motivo por el que la coalición soberanista se descolgó a última hora?

—Ellos tendrán que valorar y dar su propia lectura. Lo que yo sí le digo es que no me creo que una frase en un preámbulo sea la verdadera razón que justifique un voto en contra. Yo entiendo que hay otro tipo de cuestiones, de división interna y de contexto preelectoral, más que verdaderamente algo relacionado con la propia ley.

¿Le suena a excusa la alusión a los modelos?

—Totalmente, porque esta cuestión estaba desde los inicios, estuviera en el preámbulo o no estuviera en el preámbulo. La Ley de Educación no va a derogar ningún artículo de la Ley del Euskera, que es la que introduce el concepto de modelos lingüísticos. Y, además, esta cuestión la hemos aclarado en continuas comparecencias que he tenido yo en el propio Parlamento.

Y por parte del PSE, ¿por qué el empeño en mantenerlos?

—El PSE lo que entendía es que lo que estábamos explicitando necesitaba también de una pequeña aclaración, que es lo que se ha hecho, y en ese sentido, no tiene mayor importancia. Creo que no le debemos dar mayor valor a una frase en un preámbulo, cuando las tres fuerzas políticas estamos de acuerdo en el título entero sobre el euskera.

Al centrarse el debate público en esta cuestión, la ciudadanía no ha sabido casi nada más de esta ley. Nos hemos perdido las novedades de calado en sus 102 artículos.

—Se ha perdido eso del debate público pero, realmente, esto en las comunidades educativas, etc, está ahí. Lo que nos está dando esta ley son 102 artículos en los que tenemos cuestiones muy importantes como son la participación de los ayuntamientos, la configuración y el trabajo, la fortaleza de los propios centros, la autonomía y empoderamiento que los mismos tienen que tener para el desarrollo y la calidad de la educación.

Otra cuestión fundamental es la lucha para desterrar totalmente la segregación.

—Sí. Es una cuestión en la que ya estamos adoptando medidas muy valientes que prácticamente no se están adoptando en ningún sitio para trabajar por la equidad y la igualdad de nuestro sistema educativo y la cohesión social en cada uno de nuestros municipios.

¿Cómo queda el encaje de la concertada? Su sola pervivencia fue el motivo para que Podemos saliera del consenso.

—En estos momentos, todos los centros que presten el servicio público vasco de educación y sean financiados con fondos públicos van a tener las mismas obligaciones. La propia ley señala –y este es un acuerdo que teníamos todas las fuerzas políticas, EH Bildu incluida– que el sistema educativo vasco considera como eje estratégico lo que es la escuela pública vasca. Pero, a partir de ahí, también regulamos, a diferencia de lo que hacía la ley del 93, todo el sistema educativo vasco porque era una anomalía que los que dan servicio prácticamente al 50 % del alumnado no tuviesen un tipo de regulación.

Resulta curioso que algunos consideren que al consejero solo le importa la educación pública, mientras que otros le acusan de favorecer sistemáticamente a la concertada.

—Así es, pero cuando las críticas te llegan de un lado y del otro, tal vez sea que has logrado el equilibrio que buscabas. Ante un mismo texto, no puede ser una cosa y la contraria. De manera privada, hay quienes me reconocen el protagonismo principal de la escuela pública, aunque públicamente digan lo contrario. Y por otra parte, las ikastolas se han mostrado críticas con la ley, pero me consta que las ikastolas, en un debate interno, han dado por buena la ley. Una cosa es lo que se dice públicamente y otra lo que realmente se piensa de verdad.

Hemos hablado de cuestiones muy interesantes que incluye esta ley, pero nos olvidamos del aspecto fundamental. ¿Dónde queda el aprendizaje?

—Yo creo que toda la ley es el desarrollo integral del alumno y de la alumna, el desarrollo integral. Y cuando estamos hablando del desarrollo integral, aunque únicamente estos alumnos y alumnas estén en una parte muy pequeña de su ciclo vital en nuestros centros, cualitativamente, tiene una importancia tremenda en lo que es esa educación amplia, integral. Toda la ley, desde el preámbulo hasta el artículo 102, respira de lo que usted dice, ese aprendizaje que es el ser, enseñar y ser capaz de darle herramientas para poder moverse en la sociedad actual y sociedad futura que cada vez es más fluida, de una manera crítica, competente, siendo primero que el alumno o la alumna sea consciente de que es una persona crítica, constructiva, que tiene que saber y que, además, tiene que convivir en sociedad.

Ya, pero además, el alumnado debe adquirir unas competencias y unos conocimientos que se miden, por ejemplo, a través de PISA. ¿Han digerido ya los últimos resultados?

—Nosotros, cuando recibimos PISA o cuando recibimos diferentes datos, lo que recibimos son inputs en determinados ámbitos y determinadas competencias. En este caso, con los datos PISA, nosotros recibimos en un aspecto, en un ámbito muy limitado, como son tres competencias, una serie de datos. ¿Qué es lo que nos enseña esta serie de datos? Principalmente, nos enseña que la pandemia ha tenido una serie de consecuencias, pero es algo obvio para toda la sociedad y, más específicamente, para los más vulnerables, que son los adolescentes. Es algo que ha influido en nuestros resultados y en los de toda la OCDE.

Supongo que PISA no es el único baremo que manejan. Habrá otros más cercanos.

—Claro que tenemos más datos, como los que nos dan los propios centros, los propios profesionales, que son los que conviven con los alumnos y las alumnas, que valoran también a través de evaluaciones sus resultados. Y tenemos más, como son los datos formales, oficiales, objetivos, como la tasa de abandono escolar, que es la menor de toda la Unión Europea, de tasa de repetición, de tasa de egresados. Es decir, que tenemos cantidad de datos que nos dan también otra foto para que con los datos de la evaluación PISA podamos configurar cuál es la salud del sistema educativo vasco, que es un buen sistema educativo.

Echando la vista atrás, se ve que se ha enfrentado a una oposición sindical muy notable. Le han hecho muchas huelgas.

—A mí me cuesta entender que, habiendo llegado a un acuerdo con los sindicatos que representan al 80% de los docentes, teniendo un acuerdo firmado para los siguientes años en cuestión de recursos, pues nos hagan varias huelgas.

Nunca le han faltado quebraderos de cabeza. Cuando no eran los comedores, era el transporte escolar, las quejas por la matriculación...

—Tenga en cuenta que prácticamente tenemos 400.000 alumnos y alumnas en el sistema no universitario. A partir de ahí, también llevamos, tanto en el ámbito público como en el concertado, 40.000 docentes. Tenemos más de 1.200 centros educativos. Basta que en uno haya habido una anomalía para que tenga una llamada de atención o se genere una preocupación con proyección pública. Con lo cual, va de suyo y hay que entender también esta tensión. A nosotros lo que nos corresponde es intentar que todos los trabajadores, las trabajadoras, los docentes... tengan su reconocimiento, los centros también y, en ese sentido, hemos trabajado siempre desde una mano tendida.