La última gran batalla de la II Guerra Mundial fue la de Okinawa en 1945, y también una de las más cruentas. Porque a medida que el Ejército de Estados Unidos se iba acercando a Japón, los combates se fueron recrudeciendo, y ésta era la última gran isla antes de entrar en el núcleo principal del país como tal. Las cifras hablan por sí solas: más de 12.500 soldados estadounidenses fallecidos y 36.000 heridos, mientras que del lado japonés hubo más de 77.000 combatientes y 100.000 civiles muertos, en un enclave en el que no quedó piedra sobre piedra.

Entre las bajas de las filas norteamericanas en Okinawa hubo seis descendientes de emigrantes vascos a EEUU, cinco de ellos fallecidos en el asedio que se prolongó durante prácticamente tres meses, y uno en accidente poco después. En total, fueron 22 los que perdieron la vida en el frente del Pacífico y todos ellos serán objeto, por primera vez en la historia de Japón, de un homenaje que se celebrará hoy en la propia isla de Okinawa.

La presencia de soldados de origen vasco en un campo de batalla tan exótico no es de extrañar dado que la investigación Fighting Basques: Memoria de la IIGM, impulsada por la Asociación Sancho de Beurko Elkartea desde 2015, ha identificado a más de 1.600 combatientes vascoamericanos que se enrolaron en las Fuerzas Armadas de ese país. El investigador principal del proyecto, Pedro J. Oiarzabal, ya se encuentra en Okinawa para participar en el homenaje, con el auspicio de la federación de Organizaciones Vascas de Norteamérica (NABO en sus siglas en inglés). El experto explica a este medio que dicho acto será “un paso más en la visibilización y reconocimiento de la diáspora vasca en EEUU y de su contribución y sacrificio en la II Guerra Mundial”.

La convocatoria, de la que se están concretando los últimos detalles, hará especial hincapié en los seis de Okinawa: se trata de Joseph Uriola Alcorta, Steven Joe Sahargun Lopetegui, Lawrence Amoriza Guerricagoitia, Alejandro Itcea Zualet, Dominique Laxague Bastanchuhy y Felix François Red Ordoquihandy Barthelemy. Todos ellos nacidos en California o Idaho, hijos o nietos de vascos que llegaron a EEUU entre 1910 y 1920, la mitad desde Hegoalde y el resto procedentes de Iparralde.

Joseph Uriola recibió el Corazón Púrpura y una Estrella de Bronce, post mortem, por salvar la vida a un compañero herido en Filipinas. Red Ordoquihandy falleció trágicamente ahogado en aguas de Okinawa el 17 de julio de 1945 a los 19 años. Su cuerpo no se recuperó y se encuentra memorializado en el Cementerio Nacional Memorial del Pacífico, en Honolulu (Hawai).

Víctimas civiles

El tributo se extenderá a las 22 víctimas vascoamericanas del Pacífico y a los caídos de ambos bandos, con especial incidencia en las víctimas civiles (“un tercio de la población de la isla falleció, también por los desmanes del propio Ejército japonés”, apunta Oiarzabal), desde un punto de vista humano y tratando de preservar en todo momento la dignidad. No en vano, el intenso programa de actividades que tiene prevista la expedición vasca se localiza en el país que resultó derrotado en el conflicto, pero que ha hecho una encomiable labor a la hora de trabajar por la memoria y de integrar al otro bando en la misma. “Han logrado incorporar la perspectiva del otro en su relato, sobre todo el punto de vista de la población civil”, señala.

Como prueba de ello, el Museo Conmemorativo de la Paz de la Prefectura de Okinawa fue creado en 1975, 30 años después de la batalla que asoló la isla. En 1995, medio siglo después de la guerra, se creó el monumento Cornerstone of Peace del Parque Memorial de la Paz, donde aparecen inscritos los nombres de más de 240.000 personas de ambos bandos que perecieron durante esa cruenta batalla. De hecho, uno de los principales objetivos de este viaje es lograr que los seis vascos ocupen a su vez un lugar en ese monumento. Con este fin, Oiarzabal tiene previsto reunirse con un representante del Gobierno de la prefectura para entregarle un dossier sobre estos militares de cara a formalizar su inclusión.

Este viaje supone el siguiente hito del trabajo desarrollado para sacar a la luz a una parte de la diáspora de la que, hasta hace escasas fechas, no se sabía casi nada. Fruto de esta labor, el pasado 1 de marzo la cámara de representantes de Texas puso en valor, por primera vez en la historia de EEUU, la aportación de esta comunidad migrante en la lucha contra el totalitarismo, gracias a una resolución del legislador Rafael Anchía. El objetivo a largo plazo es ubicar en suelo estadounidense un memorial permanente en homenaje a estos combatientes, y un primer paso crucial tendrá lugar a mediados del próximo febrero, cuando se empezarán a recaudar fondos en la Euskal Etxea de San Francisco. “A través del memorial, las historias de todos estos veteranos vascoamericanos nos ayudarán a acercarnos al último conflicto mundial, a humanizarlo y a comprenderlo un poco más”, señala Pedro J. Oiarzabal.

Antes, espera extraer del viaje a Japón “otras memorias y reflexiones que poder incorporar a nuestro propio memorial”. Sobre todo, “la importancia de ponerse en el lugar del otro y de ver las cosas desde su perspectiva”, un proceso que sólo puede resultar “enriquecedor desde el punto de vista personal”. Además de su estancia en Okinawa, su agenda incluye visitas a otros enclaves de gran calado memorialístico en Tokyo, Hiroshima y Osaka, en lo que supondrá “un paso más para visibilizar a toda una generación”.