Tres hermanos Álvarez Rodríguez murieron durante la Guerra Civil. Un cuarto también luchó, pero siempre se guardó para sí sus vivencias. De nombre Carlos, nunca quiso verbalizar aquellas supervivencias y pudiera ser, según testimonios familiares, que llegara a formar parte del maquis. Los otros citados se llamaban José, Ignacio y Gildo. El primero, apodado como Pepito y quien hoy nos ocupa, falleció resistiendo ante el bando fascista en los montes Intxorta de Elgeta, el segundo defendiendo Bilbao y el tercero en Madrid. La familia aún no conoce cuándo perdió la vida aquel gudari del batallón Saseta, del PNV, al que llamaban Pepito y que había nacido en Errenteria.

Un trabajo llevado a cabo por el periodista Koldo Ordozgoiti permite conocer el periplo de este combatiente del Ejército de Euzkadi gracias al relato de una sobrina del antifascista. Nieves Gibaja detalla en la revista Oarso que el gudari nació en el seno del matrimonio formado por Visitación Rodríguez Olascoaga, natural de Errenteria y que trabajó en la fábrica de galletas Olibet, y Amador Álvarez Zorrilla, originario de un pueblo de Burgos y con plaza como policía municipal en la localidad guipuzcoana. El futuro gudari tuvo ocho hermanos, siendo él el tercero en edad y el primero de los chicos.

José Álvarez Rodríguez fue de los primeros en alistarse a las Milicias Vascas y acudió a frenar a los golpistas en la batalla de Irun. “Casualmente tuvo que batallar en el mismo lugar en el que días antes había estado junto a su novia y unos amigos de fiesta en las campas de San Marcial. Conservamos una fotografía de aquel día”, detalla su sobrina Nieves Gibaja y pormenoriza que aquella joven era del barrio de Ventas de Irun: “Ella y mi tío no llegaron a casarse. La guerra se lo impidió, pero ella siguió manteniendo siempre el contacto con nuestra familia”.

Hasta la fecha poco se conoce de la trayectoria que llevó a cabo aquel gudari que se alistó al batallón Saseta. Ha trascendido una fotografía maravillosa que muestra a Pepito en el fragor de la batalla al cargo de una ametralladora. “No sabemos en qué lugar ni en qué fecha se realizó. En todo caso, y teniendo en cuenta que ahora sabemos que murió en abril, tuvo que hacerse hacia finales de 1936 o los primeros meses de 1937”, valora y hace referencia a un documento que conocen que se custodió en Gernika. Según el estudio de Ordozgoiti, en la villa foral se conservó de forma clandestina la ficha que confirma la defunción de Álvarez. “La ficha que se conservó clandestinamente en Gernika no indica el día exacto, sitúa la muerte un día sin determinar del mes de abril de 1937, cuando los gudaris y milicianos de Eusko Gudarostea defendían las posiciones en las estribaciones de los Intxorta, en el término de Elgeta; una de las pocas localidades de Gipuzkoa que había permanecido bajo control del Gobierno Vasco”.

El historiador Francisco Manuel Vargas Alonso es uno de los investigadores que mejor han estudiado los batallones del Ejército de Euzkadi y explica que la unidad denominada Saseta fue de preponderancia guipuzcoana. Contó en principio con cuatro compañías: primera, Beti aurrera; segunda, Aitzol; tercera, San Marcial; y cuarta, Zarrabeiti. Más tarde se formó en Plentzia una quinta compañía, con oficialidad guipuzcoana y reclutas vizcainos. El primer comandante y organizador de la unidad fue Jesús Luisa Esnaola, a quien sucedió Andrés Plazaola que, a su vez, tras su captura, fue reemplazado por Roque Amunarriz. Su último comandante fue Joseba Salegi.

El batallón actuó dividido en todos los sectores del frente con el fin de apoyar a los batallones de infantería. En enero de 1937 contaba con 656 gudaris en línea o en el cuartel, y 55 eran baja por herida o enfermedad.

En abril desplegó a sus fuerzas entre Kanpanzar (Elorrio) y Lekeitio, destacando durante los combates la sección de ametralladoras situada en los Intxortas. El comandante Ander Plazaola fue capturado el 25 de abril junto al intendente, Iñaki Lasarte, dos oficiales y tres gudaris, cuando inspeccionaba el frente. Por todo ello, el combatiente Álvarez, según los datos que han trascendido, estuvo presente en estas coordenadas de la batalla.

En mayo las subunidades del batallón Saseta, según Vargas, intervinieron en los combates por los montes Sollube y Jata, y en el municipio de Amorebieta, en el barrio de Euba. El mes de junio lo hicieron en la llamada entonces Peña Lemona y en el Cinturón de Hierro donde, el 12 de junio, día de su ruptura, murió el comandante Roke Amunarriz junto a muchos hombres de la quinta compañía, situada entre Gaztelumendi y Kantoibaso, zona donde los franquistas realizaron la ruptura del cinturón.

En las jornadas posteriores los hombres del Saseta continuaron batiéndose en Artxanda y Santo Domingo y el 19 de junio lo que quedaba del batallón quedó cercado en Bilbao junto a otras fuerzas, incluyéndose en la entrega, bajo condiciones, a la Primera Brigada de Navarra. Por parte vasca se entregaron las armas automáticas que quedaban en poder del Saseta y las demás unidades.

Con esta información, podría ser que uno de los otros dos hermanos, el que murió en la guerra en Bilbao, también formara parte del batallón Saseta. “En nuestra generación, hemos rehecho la historia familiar en base a lo que nos han contado nuestros padres y tíos. No hemos sabido quién murió en cada sitio y, de hecho, confundimos en este aspecto a los tres hermanos”, aporta Nieves.

Exilio y vuelta

La madre y el padre de Pepito en 1936 cruzaron el Bidasoa y se exiliaron en Iparralde y llegaron hasta tierras de Catalunya, que entonces formaba parte del territorio republicano. Tres años después, aquellos y el resto de parientes volvieron a cruzar la frontera. “No sé cómo llegaron hasta Irun, pero mi tía Asun me decía que bajaron de un autobús, que les escupían e insultaban por la calle y que cuando llegaron no tenían ni casa ni absolutamente nada”.

La vivienda familiar y todas sus pertenencias habían desaparecido. El padre de Pepito fue depurado y no fue readmitido en el puesto de trabajo en la guardia municipal de Irun. “Alguien, que prefirió permanecer en el anonimato, ayudó a nuestra familia; por el contrario, la persona que se había quedado con todas nuestras pertenencias, además les denunció. Las tías Nieves, Luisa y Asun fueron encarceladas en la prisión de Ondarreta”.

Carlos fue el único hermano varón que no murió en el frente. “Él siempre estuvo pendiente de sus padres y hermanas, pero nunca habló mucho sobre cómo vivió él mismo la guerra. Fue su hermana melliza –nuestra tía Asun– la que más nos ha contado sobre nuestros abuelos, madre y tíos. Asun nos decía que Carlos estuvo de enfermero en el frente y, aunque yo no lo puedo asegurar, ella hablaba mucho de los maquis. ¿Tal vez nuestro tío estuvo en el maquis? No lo sé. Mi madre, que era la menor de los hermanos, murió en 2003 a la edad de 85 años y a los 94 el tío Carlos, pocos años después”.