Donostia – Núria Orriols (Berga, 1992) trabaja en la sección de Política del Ara, y es la autora de Convergència. Metamorfosi o extinció, con Angle Editorial. “La pregunta principal que está presente en todo el libro es qué pasa para que un partido que ha gobernado 23 años la Generalitat con Jordi Pujol, que después recupera el poder en 2010 con el liderazgo de Artur Mas, en 2016 colapse como tal y decida su propia disolución”.

CDC fue una marca muy potente, pero su desenlace fue acelerado.

–A la vez me pregunto hasta qué punto Convergència como actor político sigue en la escena de forma cambiada. Si ha desaparecido del todo.

El denominado ‘gen convergente’...

–Exacto. ¿Está o no aún presente y quién lo lleva? ¿Junts per Catalunya, el sucesor que tiene representación parlamentaria? Y también explico los motivos que llevan a Convergència a abrazar el independentismo.

Constata que CDC es “la historia de un éxito y un fracaso”.

–Es un éxito, porque gobierna muchos años, y un fracaso, porque desaparece como tal, y sus sucesores no reivindican su legado, y van perdiendo poder y peso social. Ahora mismo, en el Parlament de Catalunya el primer partido es el PSC, después Esquerra y en tercera posición Junts per Catalunya, que sería como la continuidad cambiada de Convergència, después de esta metamorfosis.

¿La marca CDC estaba desacreditada por el trauma de lo que se iba conociendo sobre Jordi Pujol?

–Yo me pregunto por qué Convergència, que tiene casos de corrupción como el PSOE o el PP, decide suicidarse, autodisolverse, y en cambio estos otros dos partidos no lo han hecho. Y la respuesta, creo, es porque CDC estaba muy vinculada a la figura de Jordi Pujol y a su entorno familiar. La confesión en 2014 del president hace que la identidad de Convergència entre en colapso total, y los dirigentes de ese momento no se ven capacitados para poder seguir con esta marca. Creen que la marca está tan vinculada al personaje que no pueden continuar con la misma. Hay otro motivo. En ese periodo el caso Palau está a punto de cerrarse, se intuye una multa por financiación irregular a CDC, y empieza a crecer el caso 3%. Entonces ven que la estructura tampoco les sirve para hacer acción política, y deciden convertirlo en un banco malo y crear otra para continuar con su ideario.

En enero de 2016 Mas tuvo que ceder su liderazgo a Puigddemont. Meses después llegó el cambio de marca. Demasiados cambios...

–Ahora hay dirigentes de este espacio que dicen que fue un error acabar con la marca. Otros creen que fue un acierto. No hay un consenso sobre esto. En 2016, cuando Carles Puigdemont coge la Presidencia de la Generalitat, esto significa otra metamorfosis más, porque él es convergente desde los años 80, pero no tiene nada que ver con la práctica política de Convergència, en el sentido de que él siempre ha sido independentista, y no quiere reproducir la táctica del peix al cove (pájaro en mano) de Jordi Pujol, que en una parte importante de su trayectoria también asumió Artur Mas. Este liderazgo, y el procés y el 1 de octubre, explican el surgimiento de Junts per Catalunya en 2017, solo un año después de crear el PDeCat.

Esquerra, manteniendo marca, lidera hoy la mayoría independentista y la Generalitat y Junts ha salido del Govern, con los riesgos que eso implica.

–Ha habido como un cambio de papeles. Hasta 2017 era el espacio convergente el que ponía freno o peros en el procés, en la hoja de ruta unilateral, y Esquerra era el actor que presionaba en ese sentido. A partir de entonces, los papeles se cambiaron. Esquerra asume una práctica que tiene más que ver con Convergència, seguramente, que con la unilateralidad y un independentismo radical. Esquerra hace ahora una política de colaboración con la gobernabilidad del Estado, que se parece a lo que hacía Pujol en la primera etapa de CDC. Dentro de Junts hay gente que quiere recuperar esa política, y otra que quiere tener un discurso más duro y más de confrontación. Este dilema es el que marca el futuro del partido ahora mismo.

En 2018 llegó Sánchez a la Moncloa tras una moción de censura y en 2019 con este Gobierno de coalición. Ahí cada cual se tuvo que situar.

–Esquerra asimila la política del peix al cove pero no del todo, porque se define como independentista y Convergència no lo era. Y porque solo pacta con un actor del Estado, con la izquierda. En el caso de Convergència, como el PNV, pactaba con el PSOE y el PP. Es una distinción sustancial.

¿En qué medida hubo una mutación social en Catalunya que demandaba un giro a la izquierda, lo que condicionó el recorrido a CDC?

–Convergència siempre se movía en función de dónde estaba la mayoría social, y esta es la clave de por qué pudo ostentar el poder tantos años. A finales de los 70, su modelo era una socialdemocracia sueca, y a medida que pasan los años, en los 90 va cambiando a un liberalismo que se acentúa aún más cuando llega Artur Mas al poder. Y a partir de 2010-2012, con los recortes y las protestas sociales, ven que su posición ideológica está perdiendo apoyo en la calle. Y esto se suma al surgimiento del movimiento social independentista. Están en una posición desde el punto de vista nacional más tibia que lo que está surgiendo en la calle. Así que deciden cambiar y adoptar unas políticas que seguramente no eran propiamente las suyas. Esto se vio mucho cuando en la coalición Junts pel Sí, abrazaron la unilateralidad y tienen una política mucho más de izquierda que en el periodo de 2010 a 2012 en el que habían gobernado solos. Se van adaptando al contexto político hasta el punto de que su identidad original es muy poco reconocible.

Como periodista siguió este día a día desde 2015. Una mutación así causaría sorpresa en la profesión.

–Sí, ha generado muchas preguntas en las ruedas de prensa y dentro del partido ha causado discrepancias. Y eso explica la fragmentación a partir de 2017. Creo que Convergència colapsó por la corrupción, pero la fragmentación de ese espacio político tiene sus causas en el procés, y en que hay dirigentes que apostaban por una política mucho más moderada que otros, que la querían mucho más dura en cuanto al independentismo. Por eso se explica la partición en 2021 entre Junts y el PDeCAT, la gran última divergencia que ha habido en este espacio.