La quizás desconocida familia Errazti-Unzueta vivió en la casa-sede del Gobierno Vasco del número 11 de la Avenue Marceau de París que, expoliada por Franco, continúa hoy en pie como biblioteca del Instituto Cervantes en la capital francesa. El matrimonio, al ser expulsado –como los representantes políticos del inmueble–, residió en un chalet que el PNV adquirió en la rue Singer y del que sus descendientes conservan una fotografía que se puede apreciar en esta página.

Según un estudio de 2010 del historiador Eduardo Jauregi –archivero de Sabino Arana Fundazioa–, el 6 de junio de 1951 el presidente del Tribunal Civil del Sena ordenó por procedimiento de urgencia la expulsión de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos de los locales de Avenue Marceau, número 11. El 28 de junio de 1951, finalmente, la LIAB (Liga Internacional de Amigos de los vascos) y el Gobierno de Euzkadi fueron expulsados de su sede social. Aquel edificio, en 1936, había sido propiedad –según Jauregi– de Hélène Brawn, ciudadana americana. El inmueble fue alquilado a principios de 1937 por Rafael de Pikabea –diputado del PNV y delegado vasco– para instalar en él las oficinas de la Delegación del Gobierno de Euzkadi en París y la redacción de su boletín oficial Euzko Deya, cuyo primer número con esta nueva dirección, el 29, acuñaba la fecha del 7 de marzo de 1937.

Una hija de aquel matrimonio formado por Gregorio Errazti y Sorne Unzueta –en los escritos oficiales Primitiva– conserva el valor iconográfico y documental de fotografías como el de la labor que su madre y padre llevaron a cabo en estas delegaciones parisinas. Ellos fueron los porteros de la sede del Gobierno Vasco tanto en la avenida Marceau como en la calle Singer, en los que tenía su despacho el lehendakari Aguirre. A pesar de la expoliación franquista de aquel maravilloso palacete, y de la expulsión de la resistencia vasca en el exilio, los Errazti-Unzueta hacían gala de un compromiso euskaldun patriota que heredó su hija, quien comunica que “hubo una modesta pero digna institucionalización vasca manteniendo enhiesta la ikurriña y las instituciones frente a la dictadura y la opresión”, valora, y va más allá: “Demuestra lo poco cariñoso que se ha sido por parte de las actuales instituciones hacia quienes les precedieron en el anonimato y en la precariedad económica. Ojalá se hiciera justicia con aquella generación del silencio”.

Declaración judicial

En septiembre de 2001, Raúl Onaindia, del bufete de abogados Ibarrondo-Lamikiz se puso en contacto con la familia, solicitando que tanto la madre Sorne Unzueta como su hija Miren Sorne testificaran ante notario, primero, y a continuación en el Juzgado con el objeto de dejar constancia de las circunstancias y hechos que acaecieron en París. Cómo el marido y padre de las presentes, Gregorio Errazti Araluze –fallecido en los años 50–, fue testigo directo de la expulsión y expoliación. “Ama declaró en el Juzgado de Getxo el 9 de abril de 2002, a la edad de 101 años, y yo lo hice en Bilbao el 18 de abril de 2002”, evoca.

La fotografía que se incluyó en el auto de la sede de la delegación de Euzkadi en la rue Singer en el año 1952, fue proporcionada por Mercé Just, residente en Neguri, que trabajó como secretaria bajo la dirección de Gregorio Unzueta en la OPE (Oficina Prensa Euzkadi) en la Avenue Marceau. “He intentado ponerme al habla con ella sin conseguirlo, para ver si me podía dar alguna información más. Nuestra familia vivía en la vivienda de la portería del 11 Avenue Marceau y el día que nos expulsaron de la casa, al no tener a donde ir, la familia de Neguri, Reyes Just, nos acogió en su domicilio en las afueras de París, a dos de mis hermanos y a mí. Allí estuvimos los tres meses de verano”. El padre y la madre, sin embargo, se alojaron en un hotel.

Gregorio Errazti Araluze (9 de mayo de 1901- 25 de noviembre de 1953) era natural de Bilbao y afiliado al PNV en la Junta Municipal de Abando desde 1920. Fue quien realizó la evacuación de valores de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao, donde ocupó el cargo de director accidental. En Lourdes, por encargo de Juan de Ajuriaguerra, trabajó en la Resistencia en la II Guerra Mundial como responsable de un grupo de vascos entre otros Leizaola, Barrutia, Esturo o Gandiaga entre 1941 y 1944.

En enero de 1945, se trasladó a París donde fue llamado por Leizaola para trabajar en esa delegación del Gobierno de Euzkadi. Trabajó con Felipe Urkola en labores administrativas de Euzko Deya y en la impresión del boletín de la OPE. “Mi padre, asimismo, se encargaba de colocar la ikurriña en el balcón del edificio en fechas señaladas como los Aberri Eguna”, apostilla Miren Sorne, y estima que su padre fue un hombre a tener en cuenta en la historia del nacionalismo vasco. “Era un hombre sencillo, trabajador, auténtico jeltzale que vivió y trabajó en esa casa desde enero de 1945 hasta la expulsión del edificio. No me cabe duda de que él fue uno de los que cantó el Gora ta Gora en la despedida de ese edificio”, recalca.

Informa de que ya enfermo de cáncer de estómago –“la familia creemos que originado por tantos disgustos”– siguió trabajando en la delegación de la Rue Singer algún tiempo. Terminal, retornó a la Euzkadi que tanto quería, a Bilbao, el 20 de noviembre de 1953 muriendo el día 25, en el quincuagésimo aniversario del fallecimiento de Sabino Arana. “Creemos que estuvo aguantando para que fuera el mismo día”, valora su hija.

Entre las primeras andereños

Sorne Unzueta, profesora y escritora conocida también por el seudónimo Utarsus, falleció el 13 de enero de 2005 en Urduliz, a los 104 años. Bautizada como Primitiva Sabina Unzueta Landeta, nació en Abando el 27 de noviembre del año 1900. Aprendió euskera con un histórico de las letras vacas como fue Ebaristo Bustinza Kirikiño. A partir de entonces, con 16 años decidió llamarse Sorne. Junto con Julene Azpeitia, Elvira Zipitria, María Dolores Aguirre y Katalina Eleizegi formó parte de la primera promoción de maestras que enseñó en las escuelas de barriada abiertas por la Diputación de Vizcaya desde 1920. Tras otros destinos, fijó su residencia en Lemoa en 1925, el mismo año que se casó con Gregorio Errazti. El matrimonio tuvo seis hijos.

Años después, también impartiría clases en las primeras ikastolas abiertas en la posguerra, en plena dictadura. ​Contra la tendencia general de aquella época, impartió sus clases y enseñó a su alumnado en euskera. Todos sus poemas anteriores a la guerra los publicó en la revista Euskerea.​Durante su exilio en Paris escribió en la revista Eusko Deya y posteriormente en Eusko Gogoa. Después de colaborar con la Resistencia y el Gobierno Vasco en el exilio, volvió a su tierra en 1953, con su marido muy enfermo. En 1968 se afincó en Getxo. ​Durante la dictadura franquista Unzueta no pudo ejercer de maestra, por lo que trabajó enseñando francés.

Con ayuda del Instituto Labayru y el Ayuntamiento de Bilbao, en octubre de 1997, presentó el libro Idazlan Guztiak, que recopila casi toda su obra, recogiendo 50 poesías, narraciones y artículos adaptados al euskera actual. ​La novela que escribió en el exilio no está incluida en ella. “Ama fue muy conocida, pero aita, que era trabajador incansable, que no le gustaba figurar, y que murió joven hace ya más de 50 años, pasa totalmente desapercibido”, reivindica su hija Miren Sorne, quien concluye con una cita para poner en valor la labor de su padre: “Las batallas que se pierden son aquellas que no se dan”.