No es un día cualquiera en Catalunya. Políticamente, nunca lo es, pero la presente jornada puede suponer un vuelco político en el tablero, en su atmósfera y en el horizonte. La posible salida de Junts del Govern, si así lo ratifica la militancia en la consulta interna abierta hasta las cinco de la tarde, obligaría a Pere Aragonès a una recomposición de su gabinete y estrategia con muchos interrogantes, así como una implosión del mundo independentista de consecuencias impredecibles. El procés, de la manera que se ha entendido la última década, pasaría a los libros de historia y se abriría una nueva página donde la recolocación de todas las piezas dejaría en el aire cómo de afectado quedaría el enquistado conflicto. Esquerra dice estar preparada para todos los escenarios y Junts quedaría abocado a uno donde la cohesión del partido, caracterizado por su transversalidad, se vería seriamente perjudicada, si bien muchos de sus pesos pesados contemplan esta ocasión como una gran oportunidad de reivindicarse, sacudirse de encima a los republicanos y recuperar el espíritu del mandato del 1-O.

En JxCat reina la división entre sus cargos pero quizás no entre los 6.465 afiliados –con más de seis meses de antigüedad– con derecho a votar telemáticamente, a tenor de lo que expresan en redes sociales, donde la ruptura triunfa de largo. Mientras Jordi Turull se ha refugiado en la neutralidad demandada por la sindicatura del partido, voces relevantes como las de Carles Puigdemont, Laura Borràs, Josep Ríus, Jordi Puigneró o el propio Jaume Alonso-Cuevillas, muy pegados a la militancia, abogan por un proyecto alternativo al de ERC y Aragonès. Otros como Jordi Sànchez, Josep Rull, Joaquim Forn, Jaume Giró, Xavier Trias o Victòria Alsina apostarían por la continuidad para no caer en la irrelevancia. Ayer mismo al abogado del expresident admitió una posible escisión en un cara a cara con el ex secretario general. “Tenemos que decidir si queremos ser el Scottish National Party o un PDeCAT 2.0”, proclamó Cuevillas, quien no descartaría sumarse a una plancha de la ANC si gana la opción de quedarse. “El leitmotiv de Junts es avanzar hacia la independencia. Y en este punto hemos retrocedido, y si no hay una gran sacudida que haga reaccionar a los votantes de ERC, habrá más desafección y surgirán listas cívicas”, avisó el letrado.

Por su parte, Sànchez aseguró que, pase lo pase, “no abandonaré Junts porque soy demócrata y aceptaré, con más o menos gusto, si gana una preferencia que no es la mía”. E hizo además autocrítica: “A lo mejor la gente está desorientada porque, a menudo, todos hemos hecho promesas que no eran viables. He escuchado compromisos de que la independencia llegaría en 2025”. A su entender, no pueden renunciar “a ningún espacio de poder, y menos uno como el Govern para gestionar la confrontación con el Estado”. A su razonamiento le puso la guinda Giró: “La vida es comerse marrones para ir adelante y mejorar”.

En solitario

En ERC preside una tensa calma en el ambiente. Como si tuviera los deberes hechos en caso de que la colisión acabe en divorcio. Descartadas las elecciones, en su gobierno en solitario se daría por hecho un acercamiento, sobre todo presupuestario, a los comunes y volvería a asomar la sombra del tripartito aunque el PSC ya anunció que no entraría en el gabinete de Aragonès porque no comparte un proyecto con afán independentista. “Estamos convencidos de que estamos preparados para todos los escenarios y que daremos lo mejor de nosotros mismos a nuestro país”, ahondó el presidente de ERC, Oriol Junqueras. A su juicio, “algunas de las formas, como los ultimátums y cuestiones de confianza, no parecen las más habituales en las democracias occidentales”. Precisamente, el Parlament rechazó ayer instar a que Aragonès se someta a una cuestión de confianza antes de que termine este año, petición formulada por la CUP –y que sugirió Junts en el debate de política general–, y que tuvo la abstención de los posconvergentes.

“¿Quieres que JxCat continúe formando parte del Govern de Catalunya?”, es la pregunta planteada en la consulta decisiva, que en la tarde de ayer ya contaba con un 53,65% de participación. Todo arrancó con Junts demandando a Aragonès el cumplimiento de tres puntos del pacto: crear un espacio de dirección estratégica del independentismo coordinado por el Consell; unidad de acción en Madrid; y amnistía y autodeterminación como demandas en la mesa de diálogo. ERC argumenta que estos puntos ya se cumplen o están en fase de despliegue. Pero entre bambalinas sugieren que JxCat busca recuperar el “poder perdido” en distintos terrenos: que Puigdemont tutele a Aragonès, boicotear la mesa de negociación o desdibujar la amplia diferencia de escaños en las Cortes. Junts cree por su parte que Esquerra no ha sido consciente de que en las urnas les separó un solo escaño. Catalunya se adentra hoy en un terreno desconocido y seguro que pantanoso.