- El PNV ha dado cierto margen a Pedro Sánchez para que explique el escándalo del espionaje, y no se ha sumado al carrusel de peticiones de dimisión contra la directora del Centro Nacional de Inteligencia y la ministra Robles. Pero las primeras explicaciones que van llegando desde el Gobierno español le parecen insuficientes. El portavoz jeltzale en el Congreso, Aitor Esteban, salió ayer de la comisión de secretos con un lacónico "aún queda tela que cortar". No dijo nada más porque las revelaciones en esa comisión son confidenciales, pero otros grupos filtraron que la directora del CNI solo explicó la punta del iceberg, el espionaje a una veintena de soberanistas, incluido el president Aragonès. Dijo que se hizo con autorización judicial, y se desvinculó del resto aunque son decenas y decenas de casos.

Fuentes del grupo vasco consultadas por este periódico aseguran que, hoy por hoy, no están en el punto de exigir responsabilidades y que rueden cabezas, y se mantienen a la espera de los acontecimientos que pueden llegar en los próximos días, porque quedan hitos como la comparecencia del presidente español en el Congreso. Eso sí, quieren que Sánchez sea consciente de que este asunto es grave. Al Gobierno le quedan ya pocas balas en la recámara y a sus socios les da la sensación de que no termina de medir la relevancia de este escándalo en la estabilidad de la legislatura. Pero los grupos se mantienen también a la expectativa, ante los rumores de que las próximas horas pueden ser determinantes y podría haber ceses o movimientos.

El PNV, socio de investidura, sigue pensando que la mejor salida es activar una comisión de investigación, una idea que también defendió ayer EH Bildu, aunque el PSOE ya la ha tumbado con la derecha española. Los dos grupos vascos han evitado pedir dimisiones, pero esperan mayor ambición. El problema radica en que es posible que Sánchez no haga revelaciones sobre el espionaje en el Congreso, porque el PSOE ha defendido que es materia reservada. El Gobierno español se guardaba la comparecencia de la directora del CNI como si fuera la bala de plata que iba a acabar con el monstruo que amenaza con devorar su legislatura. Pero no ha logrado convencer siquiera a los socios que le habían dado margen para explicarse. No parece que el callejón tenga fácil salida si Moncloa se sigue empeñando en medir la información a cuentagotas. ERC amenaza con romper, y se barajan dimisiones como chivo expiatorio.

De ahí que buena parte del Congreso se mantenga a la expectativa de los pasos de Sánchez. El PNV sigue poniendo el foco en que se esclarezca lo sucedido. No ha pedido la dimisión de la directora del CNI, y tampoco la de Robles, aunque esta ministra acumula polémicas con sus socios. En el caso de los jeltzales, hay claroscuros. Provocó un conflicto institucional que motivó una carta del propio lehendakari, cuando insinuó que la participación del Ejército en las labores de desescombro en el vertedero de Zaldibar podría haber sido vital para encontrar el cuerpo de Joaquín Beltrán. También acusó al PNV de tener prejuicios hacia el Ejército cuando pide depurar los focos totalitarios en su interior. Pero, al mismo tiempo, Robles ha tenido buena relación con los jeltzales para retirar el cuartel de Loiola y, por ejemplo, fue la única integrante del Gobierno español que se puso en contacto con el PNV para abordar la Ley de Información Clasificada que sustituirá a la de secretos oficiales.

Desde EH Bildu, Mertxe Aizpurua aseguró que las explicaciones han sido "del todo insuficientes" y que la comisión de investigación sigue siendo más necesaria que nunca. Lamentó que todas aquellas sorpresas e informaciones que prometió Robles que iban a llegar en la comisión de secretos "brillan por su ausencia". Bildu también evitó estos días pedir dimisiones y esperaba escuchar aclaraciones. l