Han pasado casi 43 años pero Gabino Abánades, el hombre que dirigió el enterramiento de Franco, recuerda perfectamente los nervios que pasó “para que todo saliera bien”, y dice que si ahora le vuelven a necesitar para exhumar los restos del dictador, le puede llamar “el Gobierno o quien quiera”. Abánades, de 74 años, jubilado como funcionario municipal y desde 2011 alcalde del PP de Sacecorbo (Guadalajara), recuerda un momento muy relevante de la historia del Estado español. El 22 de noviembre, un día antes del entierro del dictador, recibió una llamada del concejal de Sanidad del Ayuntamiento de Madrid debido a que Abánades era responsable por aquellas fechas de los catorce cementerios municipales de Madrid. Abánades tenía 29 años cuando hizo frente a esa “responsabilidad”. Ese 23 de noviembre de 1975 recuerda “la sensación” que le produjo que hubiera personas a los dos lados de la carretera de A Coruña (N-VI) durante todo el recorrido desde Madrid hasta el Valle de los Caídos: “Era tremendo, me quedé alucinado”.
Una vez que llegaron a la explanada de la Basílica, él y su cuadrilla tuvieron que “ensayar” cuánto se tardaría en llevar el féretro desde que parara el coche fúnebre ante las escaleras del templo hasta el lugar de la sepultura, aunque ellos no fueron los encargados de portar a hombros los restos de Franco, sino sus allegados. Era “poco tiempo”, como también ocurrió después con la bajada con cuerdas del féretro a la tumba. Dice que “en media hora, más o menos” se llevó a cabo todo y que la exhumación podría durar lo mismo: “Si me necesitan ahora que me llamen, ya sea el Gobierno o quien quiera”.