No son nuevas las referencias al oasis vasco. Están asociadas a etapas históricas críticas en las que los vascos representamos un modo diferente de hacer las cosas. Desde el siglo XIX, cuando Mañe i Flaquer publicó Oasis, viaje al país de los Fueros. Constató un comportamiento paradójico. Mientras los vascos luchábamos para conservar nuestras instituciones tradicionales (identificadas con libertad), el resto de los pueblos de la península se levantaban para derribar las suyas.

Los historiadores también llaman Oasis Vasco al territorio que gestionó el primer Gobierno Vasco, por su empeño en la humanización de la guerra del 36, buscando neutralizar una espiral de confrontación que en el estado desembocó en persecución, matanza y destrucción indiscriminadas. De la mano del lehendakari Agirre, aquel Gobierno plural se caracterizó por el mantenimiento del orden, por el respeto del pluralismo y las libertades, por su oposición a la política de tierra quemada, y por su avanzada política social.

En ambas situaciones históricas, al hablar de oasis, se resaltó que el estado de las cosas era menos crítico entre los vascos que en el resto de la península. Claro que la crisis que hoy vivimos no tiene nada que ver con aquellas otras. Ahora, derrotados nuestros últimos demonios armados, el ambiente bélico se ha disipado por completo.

Sin embargo, hay fundadas razones para considerar que, aplicada a la Euskadi de hoy, la imagen oasística no resulta del todo exagerada. La opinión vasca es muy consciente de ello. Sobre todo, ante la metástasis de corrupción que se manifiesta, casi diariamente, en las administraciones del estado. O ante el bloqueo del Gobierno central.

La perspectiva política siempre es comparativa. Aquí ha cristalizado una cultura diferente, que ha contribuido a crear una Administración mucho más transparente y decente. Y se ve que el sistema político vasco, concebido como un sistema de contrapesos de tipo federal, ha acostumbrado a las fuerzas e instituciones vascas a una gobernanza cooperativa. No ha de extrañar, por lo tanto, que hayamos logrado índices de desarrollo humano comparables al mejor estándar europeo. Es una realidad de la que todos nos beneficiamos.

El 25-S, no dejemos que se degrade el Oasis Vasco. Protejámoslo con el voto.