El referéndum de la reforma democrática de 15 de diciembre de 1976 destrozó las últimas posibilidades de Ruptura Democrática. Fue el gran éxito político de Adolfo Suárez y también el principio de su declive político. Los resultados fueron aplastantes: casi el 78% de participación y más del 94% de síes, y eso que todos los partidos de la posición tolerada se habían opuesto.

Hasta aquel referéndum, tanto los partidos históricos (PC, PSOE, PNV, ERC, etc.) como los nuevos partidos de oposición tolerada (PSP, ID, USDE, CIU, etc.), agrupados unos en la Junta Democrática y otros en la Plataforma Democrática y luego todos en la Platajunta, predicaban de boquilla la ruptura democrática, pero practicaban en realidad la recíproca deslealtad y la connivencia con el poder. A partir de aquel referéndum todos cambiaron de chaqueta a la reforma democrática. Solo quedaron en defensa de la ruptura democrática los partidos a la izquierda del PC y la izquierda abertzale, que siguieron ilegalizados.

Para ganar aquel referéndum Suarez utilizó masivamente los medios de comunicación públicos, sobre todo la TVE que él mismo había dirigido antes durante varios años. La verdadera historia de la reforma democrática no es buen ejemplo de nada y oculta infinidad de renuncias, incoherencias y miserias, que siguen en la penumbra de la propaganda oficialista.

Nadie puede negar un componente de audacia en la gestión de Adolfo Suárez. La ley de la amnistía, la legalización de la ikurriña y la del del PC, los pactos de la Moncloa y hasta la propia Constitución y los estatutos de autonomía lo demuestran. Pero sus actitudes siempre fueron cortoplacistas y sin profundidad ideológica ni coherencia. Mantuvo en la ilegalidad a algunos partidos políticos, no fue capaz de dialogar con ETA-M en forma eficaz, no tuvo proyecto económico estructurado.

¿Qué le pasó luego a Adolfo Suarez para que su legado político propio se diluyese tan estrepitosamente? Hasta el referéndum de diciembre del 76, la reforma era solo de Suárez; le pertenecía solo a lo que Suárez representaba, que es a lo que se habían sumado las fuerzas convertidas al reformismo. A partir de diciembre del 76, Suárez tuvo que compartir la reforma política con todas las demás fuerzas políticas neorreformistas que habían abandonado los postulados de la ruptura. El PC y el PSOE dejaron de ser comunistas, socialistas y republicanos; CIU, PNV y ERC dejaron de ser independentistas? Los neorreformistas trataron de vender su abandono de las posiciones rupturistas como una concesión a cambio de otras presuntas concesiones efectuadas desde el franquismo sociológico simbolizadas en la evolución de Suárez y antes de Fraga.

Suárez tenía que cumplir el papel de atador en la misión del "atado y bien atado" del dictador. Pero la interpretación de aquel designio precisaba ser conforme a la fórmula del Gatopardo de Lampedusa, o sea, cambiar lo necesario para que todo siga igual. Así es que a fin de que no hubiese ruptura económica, ni social, ni institucional, no debía haber ruptura política y para ello era necesario que las cortes franquistas se autoinmolasen y así lo hicieron en noviembre de 1976, una vez agotada su función justo antes del mencionado referendum. Era la señal de la reforma.

Pero también era preciso que el legado político de Adolfo Suárez quedase sometido a la dialéctica y al sino de la autoinmolación. Se trataba de la condición indispensable para la credibilidad de la reforma. Por eso fue Adolfo Suárez fue el único sacrificado en la conspiración que eclosionó en el golpe de estado del 23-F, pero que se había gestado y tumorado mucho antes y después. El sino del atador era que tenía que quedar atado. Siempre hay que sacrificar al urdidor si ha de quedar ocultada la urdimbre.