La velocidad como argumento. Un misil tierra-aire. Iker Larrazabal tiene un ariete que no se compra ni se vende. El brillo le hace especial. El fuego de San Telmo en cada una de sus manos. Lluvia de Tomahawks. En sus voleas, en sus pelotazos con tiento. Es el camino. Agresivo, el de Amurrio completó este sábado, posiblemente, su mejor partido dentro de la modalidad del cuatro y medio para desbaratar a Erik Jaka en Muskiz en la primera eliminatoria de octavos de final del acotado de San Fermín, en la rama de Baiko.
La campaña pasada se vieron las caras en las mismas circunstancias y en el mismo escenario, pero el resultado fue diametralmente opuesto. En 2024, el lizartzarra recetó al joven con un 22-12. En la presente edición, con Larrazabal habiendo dado un paso adelante en el Manomanista, donde alcanzó las semifinales en su primera participación, el de Amurrio dio la cara y trituró a un rival tremendamente dotado por un 7-22 que hace que suban sus acciones dentro de la jaula. Hay madera.
El duelo ante Peña II, con morbo
Su siguiente partido, correspondiente a los cuartos de final, está programado para el viernes en el frontón Santanape de Gernika ante Jon Ander Peña, finalista de la pasada edición. La contienda tendrá, además, el aura de partido especial para el tolosarra, pues Baiko apostó por el alavés en vez de en él para el Masters CaixaBank de Primera y el guipuzcoano, a la postre campeón en curso, queda relegado a la Serie B. Morbo.
Así las cosas, una tacada de diez tantos abrió un abismo en el descorche. Iker anunció un puñal con el primer disparo y se anotó tres en la primera decena. Además, supo mover la pelota, esbozó ligereza en el transporte pese a que no tuvo grandes dificultades en ese tramo y dio violencia al pelotazo tanto de aire –esa volea es dinamita– como con la cortada a bote. Atropelló a Jaka, inerme, superado.
Catálogo de virtudes de Larrazabal
Trató de reaccionar Erik a base de mover a su rival y que defendiera forzado por la pared, pero no tuvo suerte. Entre regalos y chispazos, la confianza de Larrazabal tocó a réquiem. La tormenta llegó al 4-17, al que accedió a base de remates. Grandilocuente. Un error del alavés y una preciosa dejada de Jaka pusieron el 6-17. Mikel Urrutikoetxea paró el partido y cosió desde la silla del alavés el amago de hemorragia. Iker siguió hasta el 6-21. Un voleón. Un pelotazo por pared izquierda. Una parada al txoko a la vuelta del saque. Una dejada tras sacar de foco a su rival con un dos paredes con efecto. Catálogo de virtudes.
Un regalo propio dio carrete a Erik. A tumba abierta, Jaka trató de apagar el fuego griego con un saque-remate que se le fue. No hay chaparrón que apague la llama de Larrazabal.