Dibujaban las cábalas, cuando el resultado marcaba un dos a cero para Esteban Gaubeka y Mikel Aierbe, que todo tenía un final colorado, que Aritz Altadill y Wladimir Luján ya habían exprimido su suerte en el torneo Aste Nagusia, y que apenas había más que ver. Eso rezaban, pero el iruindarra y el cubano le dieron la vuelta a todo, exhibiendo que mentalmente poseen un genio enorme, una capacidad de lucha insuperable y sobre todo, que la pelota es redonda y nunca se puede dar nada por sentado hasta el último cartón.