Tenía previsto referirme al desgarbado (Camelus dromedarius), y es la imagen que se me ha ocurrido al leer las declaraciones del kufiya, rector magnífico de nuestra universidad pública, que solicita un incremento del 51% de lo que aporta el Gobierno Vasco porque, tras renunciar a una cátedra de ciberseguridad y a varios proyectos de investigación con universidades israelíes por valor de 247 millones de euros, ahora no le cuadra el presupuesto. Quizás, víctima de la propaganda, confunde sionistas genocidas con israelitas y palestinos con terroristas de Hamás.
La gestión consiste en optimizar los recursos humanos y materiales que se disponen, planificar, valorar todos los factores estratégicos, aguantar el tipo y obtener resultados de calidad. Competitividad, que se dice. Lo de “pedid y se os dará” es en otra ventanilla.
Naturalmente, cuenta con el apoyo unánime de los que siempre están dispuestos a pintar paredes, a llevar la pancarta y a colaborar en populistas debates en el bar de la facultad, entre lo público y lo privado, que sirvan para tapar otras carencias.
Tan legítima como poco original solicitud, si a los rectores nos referimos, no habría merecido más allá de una sonrisa, si no llega a esgrimir como argumento comparativo a los docentes de instituto, omitiendo que esos profesores –algunos de ellos doctores– lo son por oposición libre, pura y dura, y tras acreditar su idoneidad para la docencia previo examen. Todos han pasado varios años con la maleta, de centro en centro, no precisamente haciendo “estancias”, hasta alcanzar su plaza en propiedad en el instituto deseado. Cumplen unos horarios lectivos y de presencia física controlados por la dirección y, en su caso, por la inspección. Asumen, amén de las tareas docentes, tutorías, guardias y la atención a las familias de sus alumnos. En absoluto comparable al profesor y, sólo a veces, investigador universitario, que reside en su mitificada burbujita. No son precisas más explicaciones.
El consejero del Departamento de Ciencia, Universidades e Innovación –que, entre 2004 y 2009, se situaba al otro lado de la mesa en su condición de rector– le habrá explicado la situación y, si cierra el año sin pérdidas, excursiones a Idaho e Hiroshima incluidas, ni tan mal.
Dromedario (Camelus dromedarius)
Y ahora sí vamos con el tema previsto. Procede del norte de África y península arábiga. Para entendernos, el que tiene solo una joroba de grasa, porque el otro es el camello bactriano (Camelus bactrianus), más peludo, nativo de las estepas de Asia Central. Camélidos son también la llama, el guanaco y la alpaca, originarias ambas del Cono Sur americano.
Quería referirme al dromedario, al leer los lamentos de unos animalistas que publicaba un periódico canario por su utilización para transportar turistas por los senderos autorizados de las dunas de Maspalomas, ahora que el paraje está de actualidad por la exitosa película de la productora Moriarti.
Recuerdo haber paseado sobre un dromedario, asaz incómodo hasta acostumbrarse al rítmico bamboleo, en el sur de Egipto y en el Parque Nacional de Timanfaya en Lanzarote.
Entre los siglos VIII al XV fue comúnmente utilizado en Andalucía y Murcia para trabajos agrícolas, transporte de carga…
Estos camélidos vienen dejando su profunda huella en el paisaje, economía y cultura de Lanzarote y Fuerteventura desde el siglo XV, de la mano de los conquistadores Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle, como producto de sus razzias a la cercana Berbería para aprovisionarse de esclavos acostumbrados a trabajar con ellos en aquellas tierras desérticas.
Los animales se fueron adaptando a aquel ambiente isleño hasta generar una raza autóctona, el camello canario, instrumento de trabajo fundamental durante siglos para el desarrollo de la agricultura isleña. Curiosamente, la mayor granja de cría y explotación de esta especie en la península se encuentra en un parque de safari y aventura en Soano (Cantabria).
Incluso fue utilizado con fines militares por las milicias locales con el apoyo de moros esclavizados, contra los corsarios ingleses de la goleta Vernon, en 1740, en las batallas de El Cuchillete y Tamasite, con gran derrota de los invasores, silenciada en nuestros libros de historia. ¡La leyenda negra!
Desde mediados del pasado siglo, los mal llamados camellos canarios son dromedarios; fueron abandonando las duras tareas agrícolas y adaptándose al paseo de turistas por su capacidad de transportar, por aquel terreno arenoso, a paso lento y seguro, hasta 350 kilos de carga.
Felipe II (1527-1598)
Fue un apasionado de la fauna y flora exóticas y creador de los zoológicos de Madrid y Aranjuez. Precisamente, para este último adquirió cuatro dromedarios en África. A su muerte, la manada la componían 40 ejemplares y comenzaron a utilizarse como animales de carga, pero un mal manejo y algunas enfermedades lograron su extinción hacia 1742.
También la Ilustración promovió proyectos agronómicos con dromedarios en Murcia y Andalucía oriental, valorando su capacidad de adaptación, resistencia y utilidad para el trabajo en el campo.
Lawrence de Arabia
La siguiente importación de dromedarios se realizó en 1962 desde el Sáhara para el rodaje de la película Lawrence de Arabia en Almería. Se trajeron 159 camellos en barco, con escala en Casablanca, para que descansaran, pasearan y estiraran las patas. Unas docenas que se donaron al zoológico madrileño y se vendieron a algunos particulares para las cabalgatas de Reyes, rodajes, anuncios y fiestas de moros y cristianos. El resto se repatriaron.
La inyección económica que supuso aquel rodaje para Almería y su provincia y las anécdotas generadas forman parte de las leyendas almerienses actuales.
Hoy domingo
Crema de verduras. Albóndigas en salsa cazadora. Pastel de queso Gasand. Tinto Berola crianza 2018, del Campo de Borja. Agua del Añarbe. Café, petit fours de la misma procedencia.