Razas autóctinas. Son aquellas originarias de un determinado lugar geográfico, adaptadas durante muchos años a su medio de forma natural, bajo unas condiciones ambientales determinadas y a la alimentación que en ese entorno se produce. Rústicas. El trabajo por su recuperación y mantenimiento, en lo que de patrimonio cultural y genético supone, está en línea con las directrices que preconiza la FAO para evitar su desaparición, por la competencia de otras razas extranjeras, de mayor productividad, pero más exigentes.

Para el urbanita, todos los pollos son iguales y no le falta algo de razón.

En lo que a las gallinas se refiere, en España existen 27 razas de gallinas autóctonas catalogadas, aunque sólo doce, en riesgo de extinción, son objeto del Programa de Conservación de Recursos Zoogenéticos por parte del Departamento de Genética Animal del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) en su Granja Experimental El Encín, en Alcalá de Henares (Madrid). Entre esa docena se encuentra la Euskal Oiloa o Vasca Barrada, cuyos valores económico y productivo podrían incrementarse y acercarse a los de las razas de la competencia mediante una adecuada selección y mejoras en manejo y alimentación

Hay razas ornamentales, como la Andaluza Azul, Menorquina Negra o Española Negra de Cara Blanca. Otras, de las que las plumas del macho se utilizan para la fabricación de moscas artificiales para la pesca, como es el caso de la Parda de León y el Indio de León. La raza Combatiente Español, introducida por fenicios y cartagineses hace 3.000 años, debe su nombre a la aptitud para la que fue seleccionada. Tiene más de 70.000 ejemplares entre Cádiz y Sevilla, no precisamente para hacer caldo.

Los inicios

Lo ideal hubiera sido alimentar la leyenda con unos gallos que lanzaran irrintzis y de unas gallinas que pulularan por nuestros baserris al son del txistu y del tamboril o que picotearan a la entrada de las cuevas de Ekain o de Santimamiñe, No hay nada de eso. Ni fueron inmortalizadas por Arrúe, Maeztu o Ricardo Baroja. Pero existir, existían y existen.

El iniciador del Programa fue el Dr. ingeniero agrónomo D. Fernando Orozco Piñán, muy ligado en vida a Tolosa por lazos familiares. Al frente de su equipo y a partir de la gallina que siempre existió en los caseríos vascos, creó en la década de los setenta una nueva raza fijando determinados caracteres. En reconocimiento a su labor, el concurso de Euskal-Oiloa de las Fiestas Vascas de Ordizia lleva su nombre desde 2003

Los protagonistas

El material original fue conseguido entre los años 1975 y 1976 por los agentes del Servicio de Extensión Agraria de Oiartzun, Javier Sáez de Galdeano y José Mª Goicoechea, y de Ordizia, Miguel Elorza y Javier Echezarreta. También colaboraron los técnicos de la granja de Fraisoro, en Zizurkil, Juan Azurmendi, Antxon Carrera y Luis Carredano, aportando ejemplares de los caseríos guipuzcoanos Olatxo de Martutene y Tabla de Astigarraga, y de otras explotaciones de Tolosa, Errezil, Oiartzun y Zegama, consiguiendo fijar las variedades, Marraduna y Lepogorri. A este material genético inicial se le añadirían ejemplares de los caseríos alaveses Ubiaga y Andiaga de Amurrio y de Orozko, del barrio Montañán de Karrantza, y de Trucios, en el territorio de Bizkaia.

Los expertos

En julio de 1986, el Gobierno Vasco contrató, en calidad de “veterinario experto en genética aviar”, a D. Víctor Garmendia Arcelus, que también aportaría ejemplares procedentes de algunos caseríos de Asteasu y de Bidania, y desde la Unidad de Investigación Agraria de Fraisoro, además de crear la variedad Leposoila, carente de plumas en el cuello, puso el nombre a las cinco variedades de plumaje: Marraduna, Leposoila, Zillara, Beltza y Gorria. Potenció sus características productivas y desarrolló la investigación con anátidas, para la producción de foie gras, e impartió formación en avicultura en la Escuela Agraria de Fraisoro hasta 1987.

Posteriormente, el veterinario Dr. D. José Antonio Mendizabal Aizpuru, con una beca de investigación del Departamento de Agricultura y Pesca del Gobierno Vasco, elaboraría el patrón morfológico de la raza Euskal-Oiloa. Unas aves rústicas, semipesadas, de crecimiento lento, cresta sencilla y mediana, orejillas rojas y tarsos amarillos, mediana ponedora de huevos (unos 200 al año), de cáscara de color moreno, plumaje medianamente ceñido y de plumas redondeadas.

La raza figura en el registro-catálogo avícola internacional que edita cada dos años la Universidad de Connecticut (EEUU) y se presentó en su día en la Exposición Internacional de París para su aceptación oficial como raza.

Hoy, 40 años después de su creación, su censo no llega a los mil ejemplares en toda Euskal Herria. Es apropiada para aquellos que, amantes de la calidad suprema, se dedican a la cría y producción de carne y huevos como afición y para la asistencia a concursos.

Bufones

Humberto Eco no había publicado todavía Número zero, pero el fango ya lo utilizaban los colaboradores habituales de la Brunete mediática que aprovecharon la presentación pública de la raza para montar el pollo y arremeter contra el Gobierno Vasco. Era la época de la campaña del Rh y el tema se prestaba. Tampoco quien fuera ministro y comisario europeo, valedor del gran fraude del jamón ibérico que padecemos, estuvo fino al infravalorar el trabajo científico desarrollado por sus técnicos del Ministerio para salvaguardar este patrimonio genético. Curiosamente, celebraban el Día de la Raza, así como suena, cada 12 de octubre, y olvidaban la existencia de los expedientes de “pureza de sangre”, imprescindibles hasta mediados del siglo XIX para acceder a las administraciones públicas españolas y cargos políticos, militares y eclesiales.

Hoy domingo

Ensalada de tomate y endivias. Merluza rebozada. Fresas y cerezas. Tinto, crianza López de Haro. Agua del Añarbe. Café y petir fours de OA de Hernani.