ENEMOS un contencioso magistrado de lo Contencioso en el Tribunal Superior vasco. Eso es así, no hay que darle más vueltas. A Luis Ángel Garrido le va la marcha polemista y sabe que tiene un acusado fijo al que juzgar en su sala: la administración. Litigantes hay muchos. No comparto, sin embargo, la crítica de que menosprecia a la ciencia, aunque ha dado pruebas de que tampoco tiene una gran estima por algunos científicos. Ciencia y política, ciencia y decisiones, no van siempre de la mano. Si un juez habla en sus sentencias ?aunque Garrido también hablaba en sus tertulias?, nuestro magistrado estrella lo mismo te amplía los aforos del fútbol que te declara poco menos que inconstitucional un artículo relativo al euskera, aunque el perdedor casi siempre viene a ser el mismo.

El problema puede ser, quizá, que los fallos se atienen escrupulosamente a la ley, si bien la decisión justamente contraria lo haría también. Sin ánimo alguno de comparar un crimen con un contencioso, en la exitosa serie Cómo defender a un asesino ?o en su versión original, Cómo salir impune de un asesinato?, la abogada defensora sin escrúpulos ni ética pero eficacísima en su oficio y deber, y también profesora universitaria, alecciona a sus alumnos: "En la sala de juicios no está la verdad. Está tu versión de lo que ocurrió frente a la suya. Así es como funciona el sistema de justicia. No es lo que está bien o lo que es justo, es quién cuenta la historia más convincente". Algunos jueces ?y no hablo ya de Garrido... solo? se toman esto al pie de la letra. Su trabajo no es calibrar y decidir lo que es o no justo, sino analizar los argumentos de las partes y sentenciar. Argumentos, ay. Según la RAE, argumento es el razonamiento para probar o demostrar una proposición, o para convencer de lo que se afirma o se niega, o bien la sucesión de hechos, episodios, situaciones, etc., de una obra literaria o cinematográfica. Una película, vaya.