Estaba claro que la incierta situación geopolítica mundial, la política proteccionista de Trump rompiendo las reglas hasta ahora conocidas en el comercio mundial con la imposición de unos aranceles, -en algunos casos, desorbitados y ausentes de toda lógica-, y, como consecuencia de ello, la irrupción de China cada vez más competitiva en los mercados europeos, a lo que hay que añadir las debilidades, algunas de ellas estructurales, que presentan dos de los países motores de Europa y grandes clientes de nuestras empresas, como son Alemania y Francia, iban a afectar de manera importante a nuestra economía en el inmediato corto plazo.

El diagnostico que ha dado a conocer la patronal guipuzcoana Adegi, a partir de los datos reflejados en la encuesta de coyuntura realizada entre sus empresas asociadas, pone de relieve unos datos preocupantes que obligan a todos los agentes institucionales, económicos y sociales a actuar sin mayor dilación si queremos que nuestra economía siga creciendo y nuestras empresas continúen en su desarrollo.

El hecho de que la industria, santo y seña de nuestro tejido económico, se encuentre en una situación de estancamiento con un descenso del índice de producción de un 0,3% en los siete primeros meses del año, y un 0,1% en términos interanuales, a lo que hay que añadir una caída en la facturación del 1,8%, neutralizando los aumentos del 3,7% en construcción y 2,2% en servicios, está provocando ya un lastre en el crecimiento del PIB previsto para este año del 2%, según estimaciones de Adegi. Nada que ver con los registros del 3.1% en el año 2023 y el 2.4% del ejercicio pasado.

Está claro que la industria se encuentra en una situación de atonía con unas perspectivas nada halagüeñas, si tenemos en cuenta el declive que está teniendo la rama de la metalurgia que representa el 30% de todo el sector industrial en Gipuzkoa. En la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) la revisión de las previsiones que ha hecho el departamento de Empleo que fija un crecimiento del PIB vasco del 2,2% este año y del 1,9% en el próximo ejercicio, pivotan, fundamentalmente, en un aumento del sector servicios, que seguirá siendo el gran motor de la economía, con un 2,7% y de la construcción con un 2,5%, mientras que la industria presenta un comportamiento débil.

Ante esta situación no hay más recetas que reforzar la competitividad y la productividad para abrirnos a otros mercados, desde la constatación que nuestros históricos aliados comerciales como Alemania y Francia están dejando de serlo por las grandes debilidades que presentan sus economías y por el largo tiempo que invertirán en la reversión y, si lo hacen, desde otro escenario totalmente diferente del que conocemos.

Alemania ha dejado de ser aquel modelo económico e industrial que era ejemplo a seguir por todos los países, incluso por Estados Unidos en la época del presidente Obama, para entrar en un bucle de declive, que como muy bien recoge Wolfgang Münchau en su libro “Kaput. El fin del milagro alemán”, ha hecho que de ser “el país más innovador del mundo se haya convertido en uno de los más rezagados en tecnología”. Y todo ello porque sus responsables políticos e industriales no supieron ver que el futuro estaba en la transición digital y en poner ruedas a un PC, sirva la frase como expresión gráfica. El problema también es europeo. Si hacemos un repaso a todas las empresas tecnológicas que operan en el mundo, solo una: Spotify es europea, el resto, la mayoría, estadounidenses.

Alemania se encuentra ahora en plena transformación industrial al incorporar la tecnología y la digitalización en su tejido empresarial con el consiguiente coste en despidos y cierres de centros operativos, como en el caso de Lufthansa que prevé eliminar 4.000 empleos en cinco años, o, el sector del automóvil, hasta ahora la joya de la corona de la industria alemana, donde se empieza a producir un auténtico tsunami con recortes drásticos en sus plantillas y clausura de fábricas. Por citar algunos casos, Volkswagen, uno de los símbolos mundiales más conocidos del “made in Germany” ha acordado con los sindicatos la salida de 35.000 trabajadores, a través de bajas incentivadas o prejubilaciones. Por su parte, Mercedes-Benz planea desprenderse de 30.000 empleados, mientras que Bosch, que fabrica componentes para automoción, prevé una reducción de 13.000 personas en su área de Movilidad.

La economía alemana se encuentra en un total estancamiento con un crecimiento del 0,2% previsto para este año, como consecuencia de un descenso en las ventas industriales del 2,1%, que tienen como consecuencia un importante aumento del paro, hasta el punto de que en el pasado mes de agosto, se superó, -por primera vez en diez años-, los tres millones de desempleados.

En este difícil escenario, al que hay añadir la inestabilidad política existente en Francia que contempla unas previsiones de crecimiento para este año del 0,8%, es en el que tienen que trabajar nuestras empresas industriales que, aunque de momento aguantan, sin embargo, las perspectivas, sobre todo en el sector de la automoción, no parecen muy positivas por la gran transformación que están protagonizando los grandes fabricantes de automóviles.

En este contexto llama la atención el pequeño avance que está teniendo la CAV en inversión en I+D+i, según el informe European Innovation Scoreboard 2025 que elabora la Comisión Europea (CE) que analiza este indicador en los países y regiones de la UE, con un aumento del 0,8%, frente al despegue de Catalunya que lidera la lista estatal con un incremento del 4,8% y Navarra que registra una subida del 4,7%, así como la Comunidad Valenciana con un 2,8% positivo, mientras que Madrid desciende con un 0,6%. Las cinco regiones superan la media de la UE y, por supuesto, la española, por lo que están dentro del grupo de regiones “innovadoras fuertes”, la segunda categoría después de la de los líderes, y al que se incorpora por primera vez la Comunidad Valenciana.

De la lectura de los datos se desprende que la brecha entre las regiones del Norte y Este estatal, donde la industria manufacturera es una parte muy importante de su estructura económica, con las del Sur peninsular, más orientadas a los servicios, se está reduciendo hasta el punto de pasar del 52 al 40%, lo que coloca al Estado en el grupo de países innovadores moderados de la UE. En los últimos siete años, Castilla y León ha crecido un 20,3%, mientras que Galicia lo ha hecho en un 17,9%.

Son datos a tener en cuenta y que ponen de relieve que no nos podemos dormir en los laureles. Probablemente, este país puede comenzar a recorrer la senda de pérdida de relevancia a nivel estatal, a pesar de tener la mayor renta per cápita, los salarios medios más altos y, en consecuencia, las mejores pensiones, y que, en este momento, no se percibe por una coyuntura política favorable en la que los escaños vascos en el Congreso son determinantes a la hora de dar estabilidad al Gobierno de Sánchez. Es tiempo de reaccionar con prontitud y de estar preparados de la mejor manera posible no solo a los cambios que ya se están registrando en la coyuntura internacional, sino también en los que se pueden producir en la estatal.