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ELA en su laberinto

No parece muy ilustrativo que una organización, sea cual sea, se vanaglorie de ser los campeones de protagonizar la frustración, el desgaste de energías y la incertidumbre

ELA en su laberintoIban Aguinaga

El XVI congreso que ELA va a celebrar los próximos días 2 y 3 de junio en Bilbao, bajo el lema Langileria antolatu, gizartea eraldatu (Más sindicato, más vida) va a significar una vez más su reafirmación en la actividad desarrollada en los últimos años como un sindicato que basa su estrategia en el contrapoder, en donde no cabe la concertación y el diálogo social, y se persigue la huelga como primer objetivo de forzar acuerdos con la patronal utilizando la negociación colectiva como marco instrumental para la confrontación.

En la ponencia que ELA debatirá en el congreso, en la que vuelve a definirse como sindicato independentista, se desliza de una manera taxativa esa posición arrogante de señalar que todo lo que está fuera de sus coordenadas o no coincide con sus estrategias no existe o se ignora y sus promotores se encuentran en el error.

Resulta llamativa la forma un tanto desdeñosa con que la ponencia, aprobada por el comité nacional de ELA, justifica el alejamiento que en los últimos años se ha producido con LAB que se basa, –al margen de las discrepancias a la hora de abordar la negociación colectiva que ya venían de lejos–, en la influencia que EH Bildu y Sortu están teniendo en el sindicato liderado por Garbiñe Aranburu e Igor Arroyo por los pactos institucionales que la coalición realiza en la CAV y Navarra, así como el regreso del sindicato vinculado a la izquierda independentista a algunos organismos sociolaborales.

“ELA considera que el hecho de que EH Bildu haya optado por llegar a acuerdos con quienes son responsables de la situación (actual), en lugar de priorizar una estrategia de confrontación y construcción de alternativas, ha influido en las iniciativas de LAB”, se afirma en el texto, al tiempo que se pregunta cómo “es posible mantener la estrategia de contrapoder cuando el partido del mismo movimiento abandona la confrontación y persigue amplios acuerdos”.

A LAB le recrimina que su decisión de volver a forma parte de algunos organismos sociolaborales supone echar por tierra el trabajo conjunto realizado en los últimos 20 años en el que se denunciaba “la inutilidad y el perjuicio que generan los órganos de participación institucional”.

Siguiendo en esta línea, la crítica a la acción política de EH Bildu refleja de manera meridiana la opinión que se tiene en ELA de la coalición liderada por Otegi: “ELA no está satisfecha con las decisiones y las principales estrategias adoptadas en los últimos años por los partidos políticos de izquierda con representación institucional en Euskal Herria”. A pesar de ello, ELA sigue convencida de “la potencia de una articulación sindical, social y política para desarrollar una agenda social y soberanista”, al entender que “hay capacidad y base militante”

Por ello, ante esta supuesta deriva de LAB, que se ve arrastrado por EH Bildu, el sindicato liderado por Mitxel Lakuntza –que se presenta a la reelección– expresa su intención de explorar otro tipo de alianzas con diferentes agentes del movimiento feminista, juvenil, ecologista, pacifista, antirracista, antihomófoba, euskaldunización, etc.

Uno de esos agentes llamados a formar parte de esas alianzas sociales para vehiculizar la estrategia de contrapoder son las organizaciones juveniles que están emergiendo dentro del Movimiento Socialista de EHKS que, curiosamente, es una escisión en el seno de la izquierda independentista como rechazo a su actual estrategia desde un planteamiento de recuperar los esquemas de la revolución proletaria internacional, que se antojan totalmente anacrónicos a día de hoy.

Sorprende esta ambivalencia que expresa ELA contra las organizaciones históricas de la izquierda independentista y, por el otro, su querencia a las nuevas expresiones políticas más radicales que han salido de su seno protagonizadas por jóvenes. Precisamente, este es el colectivo por donde discurre desde hace algunos años la estrategia del sindicato de Mitxel Lakuntza para su supervivencia orgánica, tras su ruptura hace años con el PNV y la renuncia absoluta de sus orígenes democratacristianos, al ver como emergían otras organizaciones abertzales que contaban con un mayor apoyo juvenil. Es buscar su perduración en otras bolsas de afiliación y garantizar el futuro como organización, desde una nueva realidad que presenta a ELA como un sindicato independentista de contraposición y contrapoder, cuando nunca lo había sido, sin plantear respuestas a los grandes retos que tiene este país.

Hay que recordar como en agosto de 1999, tras la huelga general en Euskadi a favor de las 35 horas, la dirección de ELA lanzó una opa hostil a LAB en una reunión que mantuvieron con su ejecutiva en la localidad vizcaína de Mallabia, planteando como punto de partida un trabajo conjunto en Iparralde, donde el ofertante no tenía ninguna presencia, y una fusión de sus respectivas fundaciones. El rechazo rotundo a la oferta trajo como consecuencia la posterior ruptura de la unidad de acción, que había sido la base del Pacto de Lizarra, y con el tiempo, el intento de forzar una pinza con otro sindicato minoritario y otro sectorial contra LAB que no tuvo éxito. Es la historia de una querencia frustrada desde su inicio planteada desde la arrogancia y la falta de respeto a la autonomía de las partes.

ELA, desde su papel de sindicato abertzale, fue defensor del Estatuto de Gernika y del autogobierno, hasta que lo dio por muerto en 1997, y pilar de todos los organismos sociolaborales que ahora considera inútiles como el CRL con el Preco, CES, Osalan, etc., mientras que los que ahora critica por tener posiciones posibilistas y hacer política institucional optaban por la ruptura y el rechazo a la nueva Euskadi que surgía tras el fin de la dictadura. La dialéctica confrontación versus negociación sigue vigente a día de hoy en Euskadi con sus protagonistas enfrentados, aunque ahora ocupando distintos lados de la mesa.

La pregunta que hay que hacerse es si en esa estrategia de confrontación y de acumulación de fuerzas que plantea ELA en el terreno político, –donde sigue apostando por la unilateralidad hacía la independencia, a pesar de las enseñanzas que nos ha dejado el procés catalán–, o en el campo social y de defensa de los trabajadores, qué precio está dispuesto a pagar por ser consecuente con esa línea de actuación. ¿Va a asumir las consecuencias de tomar el camino del exilio o de sufrir la cárcel como hemos visto? De lo contrario es un brindis al sol.

De la misma forma se puede decir de la estrategia de contrapoder que proclama ELA cuando es un concepto extraño al propio sindicato e importado de otros modelos sociales que nada tienen que ver con el de un país como es Euskadi que no tiene Estado. ¿Contra qué poder en mayúsculas debemos combatir? ¿Contra nuestro autogobierno, que lleva todavía 46 años sin completarse? O cómo bien decía la exsecretaria general de CCOO, Loli García, en una reciente entrevista, ese contrapoder se queda en cartón piedra “cuando lo que se busca es la bilateralidad con la patronal y se apuesta por convenios de empresa que favorecen a sus afiliados”.

No parece muy ilustrativo que una organización, sea cual sea, se vanaglorie de ser los campeones de protagonizar la frustración, el desgaste de energías y la incertidumbre, por mucho que tenga instrumentos para mantener la tensión durante un largo periodo de tiempo como es la caja de resistencia. Es llamativo leer en la ponencia como ELA se arroga el principal protagonismo de las huelgas que se registran en Euskadi. “En el año 2022, el 55,67% de las huelgas que se registraron en el Estado español se convocaron en Euskadi y en el año 2023, más de 100.000 trabajadores participaron en huelgas en los territorios donde ELA tiene representación. Durante ese periodo, ELA realizó más huelgas que todos los demás sindicatos juntos”, se dice en el texto. Para los próximos cuatro años se ha marcado como ejes de negociación la lucha contra la precariedad laboral, la defensa del poder adquisitivo de los trabajadores, la reducción de la jornada laboral y medidas para limitar la reforma laboral de 2012.

Plantear la lucha sindical desde la confrontación y el contrapoder y la huelga como primer objetivo de la negociación colectiva, cuando es el último recurso a utilizar cuando fracasan las vías del diálogo y del consenso, es alinear la estrategia de defensa de los intereses de los trabajadores a una deriva de cierto corte anarquista que muy poco tiene que ver con la realidad de este país, como lo estamos viendo en los conflictos laborales que se están registrando estos días. El mundo al revés.