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La urgencia de pasar a la acción

A Europa le está pasando factura la falta de decisión de unos dirigentes tanto comunitarios como de los países que componen la Unión Europea

La urgencia de pasar a la acciónN.G.

Lo mejor que le ha pasado a Europa es Donald Trump”. Esta contundente frase pronunciada por Juan Verde, exasesor del expresidente estadounidense Joe Biden y de los inquilinos demócratas de la Casa Blanca que le precedieron como Bill Clinton y Barack Obama, en el XXXV Encuentro Empresarial organizado por Elkargi SGR, resume a la perfección la importante disyuntiva en la que se encuentra la Unión Europea.

La UE solo tiene delante dos alternativas: reaccionar con carácter urgente para volver a ser un actor de referencia en el tablero internacional o desaparecer de ese escenario para ser un convidado de piedra en un contexto de lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China.

A Europa le está pasando factura la falta de decisión de unos dirigentes tanto comunitarios como de los países que componen la Unión Europea que le han sumido en un largo letargo por ser melifluos y no tener la audacia necesaria que exigía la realidad, a pesar de su impopularidad. En este sentido, una frase pronunciada por el que fuera presidente de la UE, Jean-Claude Juncker, es reveladora de la actitud mantenida por los dirigentes europeos y de sus consecuencias actuales: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”. Es lo que se ha denominado como “la maldición de Juncker,“ que plantea el dilema político de tomar decisiones difíciles y necesarias que pueden ser impopulares entre los votantes y, por lo tanto, poner en peligro la permanencia en el poder.

La urgencia de pasar a la acción

Hay que romper con la situación de dependencia en la que ha permanecido Europa en los últimos años, en donde la energía a precios baratos venía de Rusia, los productos y servicios tenían origen en China y todo el entramado de defensa y seguridad se dejaba en manos del gran aliado estratégico que era Estados Unidos. Toda esa pérdida de competitividad se ha traducido en un crecimiento de Europa en los últimos 10 años, del 19%, mientras que Estados Unidos lo hacía en un 30%. En palabras de Enrico Letta, exprimer ministro de Italia y autor del informe del mismo nombre: La UE debe dejar de una colonia financiera y militar de Estados Unidos. Así de claro y contundente.

En solo tres meses, el mundo se ha puesto patas arriba y el nuevo orden mundial está virando hacía dos ejes contrapuestos en términos ideológicos y económicos, es decir, un choque de civilizaciones e ideas. Uno de los vectores concentra a Estados Unidos y los países occidentales, que representan los valores democráticos y el liberalismo económico, y el otro tiene como ariete a China y su órbita de influencia como Vietnam, Corea del Norte, Irán, Cuba, etc., que tienen regímenes autocráticos.

Y en esa bipolaridad a la que nos quiere llevar Trump en su política, –por llamarla de alguna manera–, dogmática, caprichosa y nihilista, Europa tiene que resurgir cual ave fénix para poner en marcha un mercado financiero único que movilice capital público y privado para evitar la dependencia energética, tecnológica y financiera del exterior, principalmente, de Estados Unidos. Europa tiene que tener un peso importante en el mundo de las tecnologías, es decir, en el 5G, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, la ciberseguridad o la computación cuántica, en dónde se libra la actual contienda económica entre las dos grandes potencias mundiales. El problema es que lo tiene que hacer rápido y con carácter urgente para evitar que este legado de irrelevancia internacional sea heredado por las generaciones venideras.

La absurda guerra de subida de aranceles que ha decretado Trump contra todos los países del mundo y, muy en particular, China, ha puesto al descubierto las débiles costuras que tiene la economía de Estados Unidos, donde sobresale su fuerte deuda pública. La tregua de 90 días que Trump ha dado a su locura arancelaria alcista no es fruto de una estrategia, como proclaman sus correlegionarios, sino de unos bonos a 10 años que llegaron al 4,5% de rentabilidad, como consecuencia de la venta desmedida de los inversores, lo que encendió todas las luces de alarma y de un recordatorio de las autoridades chinas que tienen casi 700.000 millones de dólares invertidos en deuda pública estadounidense. Una sola orden de venta por parte china significaría una desestabilización total de los mercados en un contexto en el que los Estados Unidos tiene que refinanciar este año, más de siete billones de dólares, con lo que el peligro del crack del famoso lunes negro de 1987 está en el horizonte.

La resignación, como la que pueden tener amplias capas de los ciudadanos estadounidenses en este momento, ante un presidente que, en sus decisiones, pasa por encima de la Constitución, ningunea al poder legislativo y se burla del judicial, no puede ser extrapolable a una Europa necesitada de reaccionar cuanto antes y de aprovechar el marco de oportunidades que siempre se dan en todas las crisis.

En este sentido, las cancelaciones de proyectos científicos y drásticos recortes presupuestarios en el desarrollo de programas de investigación que está llevando a cabo Trump están provocando tal desasosiego entre los investigadores estadounidenses que están llamando a las puertas de Europa y de Euskadi para poder realizar su trabajo, ante las dificultades que les está poniendo el inquilino de la Casa Blanca. Es un buen momento para atraer talento especializado y de alta cualificación a este país.

Para que un investigador extranjero pueda venir a Euskadi debe sentirse atraído por los proyectos científicos que en este país se están desarrollando, conocer las condiciones que va a desarrollar su trabajo en términos de comodidad, medios y libertad y, por último, contar con un entorno atractivo con un importante nivel sanitario, educativo y social para que pueda trasladar a su familia. En el caso de los científicos de alto nivel, es decir, los que están en el top de la ciencia, la elección parte de ellos, y no al revés, y para ello ha sido importante la proyección internacional que han tenido y tienen los programas de investigación que se están desarrollando en este país.

Euskadi y Gipuzkoa ofrecen esas dos condiciones necesarias para que un científico estadounidense pueda venir, sobre todo en el terreno de la física de la materia de condensación, cuántica avanzada y computación cuántica, así como en biosalud., etc., hasta el punto de que profesores de universidades estadounidenses pasan la mitad del año investigando en Donostia y el resto en su país de origen. Las 32.000 citas internacionales que recibe cada año el Donostia International Physics Center (DIPC) dan idea de la gran proyección exterior que tiene la investigación que se desarrolla en este territorio.

Sin embargo, este tipo de operaciones hay que realizarlas desde la más absoluta de las discreciones en una situación de enorme competitividad porque todos los países europeos tienen como objetivo contratar a los mejores.

Por otra parte, la atracción de talento cualificado para el mundo industrial sigue en sus parámetros deficitarios de siempre, a pesar de las expulsiones de emigrantes que está realizando Trump. Esta situación está siendo muy bien aprovechada por el gobierno mexicano que, parece ceder a las pretensiones de Trump, pero, sin embargo, está incorporando a sus repatriados en empresas del importante sector de la automoción que cuenta y que tienen su mercado en Estados Unidos.

El hecho de que México se vaya a convertir en la gran fábrica de Estados Unidos, a la hora de garantizar un flujo de suministros cercano y previsible, tras la dura experiencia sufrida con China en la pandemia, está provocando que en el sector de la automoción se están produciendo inversiones en empresas para duplicar su capacidad productiva en la fabricación de piezas para vehículos, fundamentalmente, de combustión. Estados Unidos necesitaría muchos años para tratar de recuperar una implantación industrial de esa naturaleza y no sería competitivo por los altos niveles salariales que tiene respecto de México. Una prueba más de la inconsistente política de Trump.