Sorprende la discreta proyección pública que ha tenido el primer Foro Internacional ASETT (Arizmendiarrieta Social Economy Think Tank) que estos días se ha celebrado en Donostia, con la asistencia de más de 400 personas y la participación de un centenar de expertos en la materia de más de 30 países, entre ellos varios ministros y responsables gubernamentales de países europeos como España o Francia, africanos como Senegal o Kenya y de América, como Brasil, y en donde se ha puesto en evidencia los valores de un modelo de empresa centrado en las personas que puede ser motor de progreso en un mundo tan incierto y tan cambiante como el que nos encontramos.

Si la ciudad suiza de Davos es la sede del Foro Económico Mundial que reúne a líderes políticos, empresarios, intelectuales y figuras influyentes para debatir sobre los desafíos globales actuales en el mundo de la economía, el medio ambiente y la tecnología, Donostia debe ser el escenario donde se debata y se saquen conclusiones para el desarrollo y adaptación a los nuevos tiempos de otro modelo de empresa muy diferente al capitalista que tiene como base el compromiso social y territorial. Es otra alternativa de desarrollo empresarial basada en el bien colectivo y la equidad entre las personas.

La falta de visibilidad de la economía social es un problema intrínseco a este modelo de empresa que debe luchar de manera denodada para hacerse un hueco en un entorno cada vez más neoliberal donde lo único que importa de las compañías es la maximización de los resultados. En Francia, que -sepamos- no es un país del denominado Tercer Mundo y forma parte del sistema capitalista occidental, la economía social supone el 10% de su PIB y genera el 14% de todo el empleo de iniciativa privada.

En el Año Internacional de las Cooperativas, instituido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), por segunda vez en su historia, bajo el lema ‘Las cooperativas construyen un mundo mejor’, ha sido el marco donde se ha celebrado el primer foro internacional ASETT, que pone en valor este modelo empresarial, precisamente, en el escenario donde el cooperativismo, fundamentalmente industrial, es un referente mundial y objeto de análisis y estudio por parte de expertos e investigadores. El hecho de que en Euskadi existan 2.500 cooperativas que dan trabajo a 62.000 personas en sectores tan diversos como la industria, la educación, la distribución, las finanzas o la cultura da una idea del gran ecosistema de empresas de economía social que existe en este país.

“El mundo se nos ha dado no para contemplarlo, sino para transformarlo”. Esta frase escrita por el Padre Arizmendiarrieta, fundador del movimiento cooperativo de Mondragon, pone de relieve de manera clara cual es la razón y la misión de las empresas de economía social, que no es otra que, a partir de los beneficios de los negocios, generar empleo, y además de calidad, y contribuir al reparto social de la riqueza. Un concepto un tanto excepcional en el actual sistema capitalista, donde las desigualdades sociales son cada vez más crecientes y con unos pocos que cada vez son menos y más ricos y el resto que se va agrandando en número y con una mayor pobreza.

Desde un planteamiento empírico se puede colegir que ese principal objetivo que tienen las cooperativas como instrumento de transformación social no solo contribuye al crecimiento económico, sino fortalece también el bienestar social en aquellos territorios donde se ubican. Un estudio de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad Social es taxativo en esta cuestión al señalar que aquellas comarcas con mayor presencia de cooperativas tienen mejores indicadores de igualdad, menores tasas de pobreza o exclusión social, menos brecha salarial de género, mayor renta mediana anual y menor ratio de desigualdad. En el caso vasco destacan las comarcas de Debagoiena, que tiene el 41% de su empleo cooperativo, Bizkaia Kosta y la zona comprendida entre Goierri y Tolosaldea.

Pero el impacto de las cooperativas no solo se limita a los indicadores de igualdad, sino también hay que tener en cuenta otras variables que refuerzan el papel de las cooperativas como agentes de cohesión social y desarrollo sostenible en lo que se refiere al alto porcentaje de empleo industrial que tienen, así como a su arraigo en el entorno.

En este sentido, merece la pena traer a colación un dato relevante como es el que una de cada cuatro empresas campeonas ocultas de Euskadi, es decir empresas que lideran nichos de mercado a nivel mundial y que juegan un papel importante en el desarrollo económico y social de las regiones, son cooperativas. En Euskadi, según el Observatorio de Empresas Campeonas Ocultas de Euskadi, creado por Orkestra, existen un total de 39 compañías de este tipo, una cifra que puede aumentar tras el análisis que con este fin está realizando esta entidad en el tejido empresarial vasco.

Las empresas campeonas ocultas son compañías que generan empleo de calidad, el 75% de su facturación proviene de ventas en el extranjero, invierten el 4% de su facturación en I+D, el doble que el resto de negocios, están especializadas en sectores clave, son de propiedad local, tanto familiares como cooperativas, lo que garantiza su arraigo y, por último, tres de cada cuatro se ubican lejos de las grandes aglomeraciones urbanas, lo que fomenta el equilibrio territorial.

Precisamente, un referente claro del cooperativismo industrial es la Corporación Mondragon, que es el primer grupo empresarial vasco y séptimo del Estado, que está inmerso en el desarrollo y aplicación del Plan Socioempresarial 2025-2028, aprobado en el congreso del grupo cooperativo, celebrado en julio del año pasado, y que tan magistralmente desmenuzó la presidenta del Congreso y de la Comisión Permanente de Mondragon, Leire Muguerza, durante la conferencia que pronunció en la asamblea general ordinaria de Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea (ALE), celebrada recientemente.

Este plan tiene como objetivo el impulso y desarrollo del modelo cooperativo de Mondragon y su adaptación a las exigencias del futuro para ser un referente cooperativo mundial y preservar ese legado en favor de las generaciones venideras. Hablar de Mondragon no solo es hablar de cooperativismo, sino de dos de sus señas de identidad más singulares como son la intercooperación cooperativa y la misión de transformación social que no se perciben en otros modelos de economía social.

Para ello y partiendo de esa vocación de ser un referente mundial, tal y como manifestó Leire Muguerza en su disertación ante los socios de ALE, se va a reforzar el compromiso e identidad cooperativa, ser más competitivos con la creación de nuevos negocios, tanto de generación propia como a partir de alianzas con otras compañías u organizaciones, generar impacto social y reforzar aún más la intercooperación como la savia que circula por todas las empresas del grupo.

En este plan destaca de manera importante la necesidad de generar un impacto social de Mondragon con una mayor apertura hacia el exterior, rompiendo los límites tradicionales existentes para ser más permeable y receptivo a todo lo que ocurre en el mundo, con el fin de proyectar la imagen de una organización que debe percibirse como más accesible. La comunicación va a ser en dos direcciones, tanto hacia dentro, como hacia fuera.

Aunque parezca un asunto de tono menor en un mundo donde la alta densidad de los flujos informativos forman parte del paisaje, esta decisión de Mondragon de abrirse mucho más al exterior tienen todo su sentido, debido al desconocimiento que por parte de la sociedad en su conjunto existe sobre el mayor grupo empresarial vasco. Una corporación que integra a 83 cooperativas que cuentan con más de un centenar de filiales y 106 plantas productivas en el extranjero, a lo que hay que añadir una mutua, cinco centros tecnológicos y cuatro centros educativos y que dan empleo a 70.000 personas. El grupo Mondragon facturó en 2024, un total de 11.200 millones de euros y obtuvo unos beneficios de 593 millones.

A pesar de esta potente realidad existente en este país, sin embargo, la presencia del cooperativismo sigue siendo un desafío en muchos países de Europa, con lo que es necesario un mayor reconocimiento institucional y mejores instrumentos para medir su impacto real en la economía.

Por eso, foros como el de ASSET van a contribuir de manera importante al fortalecimiento del modelo cooperativo y a promover el impulso de políticas que permitan maximizar su contribución al desarrollo de los países y de las regiones.