Hace justo un año ponía de relieve en estas mismas páginas la urgencia que tenía este país de contar con una industria financiera propia, dirigida sobre todo a las pymes, con el fin, por un lado, de evitar la excesiva dependencia de nuestras empresas a las entidades bancarias, que alcanza al 77%, según datos del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y, por el otro, garantizar el arraigo de nuestras compañías en el territorio, ya que su existencia hubiera evitado operaciones de venta a fondos e inversores exteriores, con todo lo que ello supone de pérdida de los centros de decisión.

Las consecuencias de la ausencia de una industria financiera vasca fueron puestas de relieve en el informe Ecosistema financiero de Euskadi. Diagnóstico y oportunidades, elaborado por Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, en donde, por primera vez en varias décadas, se hacía un análisis riguroso de la situación del sistema financiero y de la necesidad de acometer nuevas vías de financiación, al margen de las bancarias, por parte de las empresas.

La escasa vinculación entre los agentes financieros y el tejido empresarial de Euskadi, las dificultades de acceso a la financiación de empresas de nueva creación, innovadoras y de alto crecimiento y la excesiva de dependencia de la financiación bancaria por parte de las pymes eran, entre otras, las consecuencias negativas de esa ausencia de servicios financieros de alto nivel que no se correspondían con el carácter altamente industrial de nuestra economía.

En sus conclusiones, el estudio de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad proponía la puesta en marcha de un sistema financiero avanzado con vínculos locales que permita una mejor atención a las necesidades de las compañías y, en consecuencia, impulsar el desarrollo económico del país. El objetivo no solo era tratar de reducir la excesiva dependencia de la financiación bancaria, sino también facilitar procesos de relevo generacional o la reestructuración del accionariado dando entrada a inversores locales, que son percibidos como más cercanos.

En estos doce meses, la situación ha cambiado de manera importante con la entrada en escena de dos nuevos fondos de inversión, promovidos, en un caso, por empresarios y profesionales en la gestión de empresas de larga trayectoria y reconocido prestigio y, en el otro, por entidades financieras que cuentan con un profundo conocimiento del tejido empresarial vasco. De esta manera, la industria financiera vasca, en la que destacaban entidades con la pública Finkatuz, Abe Captal, Talde, o el vehículo inversor de las EPSV Geroa y Elkarkidetza, Orza, entre otras, se amplía con dos nuevos actores como Stellum Capital y Bidegiñ.

Bidegiñ es el nuevo fondo de inversión que se ha incorporado a la industria financiera vasca y que ha sido impulsado por Fineco, Kutxabank y Elkargi, con el fin de realizar inversiones en pymes de todos los sectores con un Ebitda superior a los tres millones de euros, que cuentan con un gran potencial de crecimiento y un reducido endeudamiento.

Se trata de un fondo dirigido a inversores minoristas con un patrimonio de al menos un millón de euros que permita captar un capital de 200 millones de euros para la toma de participaciones minoritarias sin ánimo de control en unas 20 empresas en los próximos cinco años. Las inversiones de este fondo se realizarán en empresas que dispongan de planes de desarrollo y crecimiento para, de esta forma, contribuir, al arraigo de nuestras compañías.

La diferencia de Bidegiñ con respecto a otros fondos es que el mantenimiento de la inversión se establece en un plazo entre 5 y 15 años, lo que permite que las empresas participadas tengan una mayor estabilidad financiera y eviten los riesgos sistémicos que pudieran producirse, con el fin de poder desarrollar con cierta tranquilidad sus estrategias de crecimiento o de reforzamiento de su competitividad frente a terceros para ganar tamaño, o resolver procesos de revelo generacional y de sucesión. Es el primer Fondo de Inversión a Largo Plazo Europeo (FILPE), en concreto a 15 años, que se ha registrado en Estado ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

A pesar de que este fondo no está concebido en ese sentido, las normas fiscales vigentes en Bizkaia y Araba contemplan exenciones en el Impuesto sobre el Patrimonio para los contribuyentes que realicen inversiones. Una situación que no se contempla en el caso de los guipuzcoanos, ya que la normativa fiscal en este territorio está más dirigida a favorecer el establecimiento de gestoras de fondos en el territorio que de primar las inversiones a través de estos instrumentos.

Es la primera vez que Kutxabank, Elkargi y Fineco, que es la banca privada de las antiguas cajas de ahorro vascas, entran el sector de las private equity, desde una vocación de servicio al país compartiendo su gran experiencia tanto en la gestión de inversión colectiva como en el gran conocimiento del tejido empresarial que, como en el caso de la sociedad de garantía recíproca vasca, procede de los 4.000 socios que cuenta la entidad.

Precisamente, la vocación de país es una de las características más importantes de contar con un ecosistema financiero propio, ya que los fondos que nacen aquí lo hacen con espíritu de permanencia, frente a los que hemos conocido hasta ahora que, en su afán especulativo, ante cualquier cambio de la situación macroeconómica, como puede ser el aumento del precio del dinero por la subida de los tipos de interés y las dificultades en la captación de fondos, son los primeros en abandonar y colocarse en posición de stand by, como ocurre en la actualidad.

Por otra parte, el mayor conocimiento del tejido empresarial del país y una mayor conexión y relación con las instituciones públicas vascas permite abordar una mayor implicación a la hora de acompañar y tratar de resolver los problemas financieros de nuestras compañías.

Aunque no parece que partir de 200 millones de euros esté a nivel de otros fondos con mayores recursos financieros que pueden entrar en empresas estratégicas y de gran tamaño, sin embargo, no es una mala cifra para comenzar, sobre todo sabiendo de donde se parte. A pesar de que proceden de filosofías diferentes, sin embargo, a futuro podría darse la posibilidad de que varios de los fondos existentes en la actualidad pudieran tejer alianzas para crear uno con mayores niveles de potencialidad.

Entre tanto, se espera que el ecosistema financiero vasco cuente con unos mayores y mejores herramientas en el futuro como el Cluster Financiero e Inversor que, aunque esté todavía en la fase previa a su constitución, tratará de evitar cierta atomización entre los agentes que trabajan en esta actividad. El cluster nace con el objetivo, por un lado, de fortalecer y aumentar la competitividad y el desarrollo de las entidades financieras y, por el otro, de conectar estos actores con las necesidades del tejido empresarial de Euskadi.

En definitiva, se trata de recuperar el músculo financiero con el que contaba Euskadi hace varias décadas para ponerlo al servicio del tejido económico y empresarial, en línea con los intereses estratégicos de este país. Nunca es tarde.