La ausencia de una industria financiera en Euskadi que supliera la poca respuesta que el sistema bancario está teniendo con las necesidades de las empresas debido a los altos niveles de regularización al que está sometido por parte de los bancos centrales, una menor orientación al mercado y una alta concentración en la intermediación en los agentes bancarios se ha convertido en un déficit estructural que, si no se pone remedio cuanto antes, puede tener importantes consecuencias en nuestra economía en el medio y largo plazo.

El largo rosario de empresas vascas que han sido adquiridas por fondos de inversión extranjeros, algunas de ellas estratégicas como ITP Aero, Euskaltel e Ibermática, -aunque en estos dos casos los últimos compradores han sido inversores industriales-, etc. y otras de tamaño medio, aunque bien posicionadas en sus respectivos mercados, han puesto en evidencia de manera continuada la ausencia de un ecosistema de inversión vasco. Hace unos días, hemos conocido que la compañía de cursos a distancia CCC, que tiene sede en Donostia, ha sido puesta a la venta por el fondo de capital riesgo Crescendo, un año después de ser adquirida, con una valoración de 100 millones de euros.

El paulatino alejamiento de los bancos a la financiación de las empresas provocada por la actuación reguladora de los bancos centrales en cuanto a la asunción de riesgos, a lo que hay que sumar la altísima concentración de entidades bancarias que, en 12 años, han pasado de contar con 55 bancos y cajas de ahorro en el conjunto del Estado a alcanzar apenas la decena en la actualidad, no se ha correspondido en Euskadi con la puesta en marcha de instrumentos de financiación no bancaria propios. Un ecosistema financiero vasco hubiera paliado de alguna manera los efectos negativos de la alta dependencia que siguen teniendo nuestras empresas, sobre todo las pymes, de la financiación bancaria y habría evitado algunas operaciones de venta de empresas a inversores exteriores.

A pesar de que la financiación bancaria se mantiene como la principal fuente de recursos externos, -hasta el punto de que el 77% de las empresas recurren a las entidades financieras, según datos del Banco Europeo de Inversiones (BEI)-, se ha producido en los últimos años, la entrada en escena de agentes no bancarios como fondos de capital riesgo, entidades de crédito financiadoras de activos, el desarrollo del BME (Bolsas y Mercados Españoles) y BME Growth, que están ofreciendo otras alternativas a las empresas.

La causa de este desfase hay que buscarla en que en Euskadi se ha puesto el foco en el desarrollo de la industria y de los servicios avanzados y tecnológicos y se ha descuidado de manera importante el sector financiero, a pesar de ser un país industrializado. Una situación que no se corresponde con otras regiones industrializadas de Europa y que mantienen unos altos niveles de servicios financieros, a pesar de no contar en su territorio con la capital del Estado, como son los casos del estado federal alemán de Baden Wutemberg, la región italiana de Emilia Romagna y Upper Austria.

Según el índice del European Cluster Collaboration Platform de la Comisión Europea (CE), Euskadi cuenta con un bajo nivel de especialización en servicios financieros que alcanza un 0,6, en relación a 1 positivo, por detrás de Madrid que tiene un 1,2; Valencia con un 0,7 y Catalunya con un 0,65. En el caso de Madrid, el factor de capitalidad ha hecho posible que el proceso de centralización de los servicios financieros haya sido muy importante.

Y todo ello, desde la constatación de que una empresa si quiere garantizar su desarrollo y crecimiento, así como fortalecer su arraigo en el entorno donde se ubica, debe contar con la financiación necesaria, para lo que tiene que disponer de diversas fuentes de financiación y evitar la dependencia de un único proveedor financiero.

En este contexto es muy interesante el estudio de investigación ‘Ecosistema financiero de Euskadi. Diagnóstico y oportunidades’, que acaba de hacer público Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, en donde por vez primera en las últimas décadas se hace un análisis riguroso de la situación del sistema financiero vasco y de la necesidad de acometer nuevas vías de financiación, al margen de las bancarias, por parte de las empresas.

En este sentido, destaca como una de las propuestas más interesantes el impulso de una industria de inversión local privada que ayudaría a paliar algunas debilidades de las empresas vascas en el terreno de la financiación a la hora de reducir la dependencia del sistema bancario, facilitar procesos de relevo generacional o la reestructuración del accionariado dando entrada a inversores locales, que son percibidos con más cercanía que los foráneos.

Para ello, habría que mejorar la profesionalización de las empresas al incorporar accionistas con visión financiera y poner en marcha incentivos fiscales que promuevan el establecimiento de estos instrumentos de financiación propios. En este sentido, el informe de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad plantea que esa industria financiera vasca debería de apalancarse en grupos de inversores que ya operan y en movilizar el capital existente en las fundaciones bancarias y las EPSV y fondos de pensión vascos

Este tipo de fortalezas servirían de atracción, tal y como destacan los autores del informe, a otros inversores externos tanto para actuar en el país como para conectar con las redes internacionales, lo que daría lugar a un escenario de mayor demanda de servicios avanzados en el sector de la financiación en Euskadi. En paralelo, es necesario generar y atraer talento para crear un sector de servicios avanzados financieros, que, a día de hoy, son insuficientes, a pesar de las reticencias de tipo cultural que todavía pueden existir por parte de las empresas hacía la financiación no bancaria.

Hay que tener en cuenta que en Euskadi contamos con 12 gestoras de capital que administran 71 instrumentos de inversión, una cifra que viene incrementándose en cada ejercicio y que es muy importante, si tenemos en cuenta el escenario del que venimos, donde hasta hace muy pocos años solo existía un fondo de capital riesgo. También es relevante hacer referencia a las 150 EPSV existentes en este país que gestionan cerca de 29.000 millones de euros y que tienen limitada su participación en empresas por la normativa vigente, con lo que la inversión en empresas vascas apenas llega a 401 millones de euros, es decir el 2,28% de los fondos que gestionan. Un cambio del marco normativo actual abriría un amplio abanico de posibilidades.

La investigación de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad propone también la necesidad de alinear el desarrollo del ecosistema financiero vasco hacía objetivos concretos vinculados a los grandes retos estratégicos para el país, como puede ser en estos momentos, la puesta en marcha de una industria del hidrógeno, así como situar las herramientas de inversión pública en línea con el tejido empresarial más dependiente de la banca para simplificar y complementar los instrumentos de financiación de las empresas en función de su tamaño y necesidades.

Cabe también destacar la necesidad de promover una mesa de financiación bancaria para identificar y cubrir las necesidades de las pequeñas empresas y generar una mayor conexión de las entidades bancarias con el país, junto con la creación de un laboratorio de investigación sobre las finanzas descentralizadas (DeFi), que, aunque están en un momento todavía incipiente, pueden ayudar a mejorar enormemente el sistema financiero desde planteamientos más abiertos e inclusivos y menos costosos. Unas propuestas que deben ser consideradas y algunas de ellas, como es la creación de una industria financiera vasca, debe tener carácter prioritario, sino queremos perder más oportunidades en un mundo económico incierto y que evoluciona muy deprisa.   l