La decisión de los órganos de dirección de las cooperativas Orona y Ulma de proponer a sus socios abandonar la Corporación Mondragon, bajo el pretexto de ganar autonomía y poder de decisión por el desacuerdo que mantienen con una serie de medidas de carácter financiero y de distribución de los fondos corporativos entre las empresas del grupo que se plantean desde la cúpula para su discusión en el Congreso, que se celebrará el próximo día 15, no deja de ser más que el final de una crónica que se lleva escribiendo desde hace mucho tiempo y que tiene que ver más con ambiciones de tipo personal que con la realidad.

Plantear en este momento la salida de Mondragon por las discrepancias que estas dos cooperativas mantienen con los órganos de gobierno del grupo y que sus consideraciones no hayan sido discutidas en la Comisión Permanente, se antoja, cuando menos, como la mejor excusa para plantear un escenario que se veía como factible desde hace años y que tiene mucha relación con los buenos resultados económicos que vienen realizando estas empresas y la importante posición competitiva que mantienen en sus mercados.

En el caso de Orona, el distanciamiento de la cooperativa de Hernani con la Corporación Mondragon ha sido algo evidente, sobre todo a partir de la situación de Fagor Electrodomésticos que llevó a la quiebra en el año 2013, en donde algunos directivos mantuvieron posiciones enfrentadas con la opinión generalizada que mantenían los órganos de gobierno del grupo, en relación a las decisiones a tomar para el rescate de lo que fue la joya de la corona de Mondragon.

Precisamente, en aquella ocasión uno de los principios de Mondragon, como es la solidaridad intercooperativa, sirvió para resolver una de las consecuencias más negativas y trágicas de la quiebra como fue la de ubicar el importante excedente laboral de los trabajadores de Fagor Electrodomésticos que se quedaron sin trabajo entre las empresas del grupo.

En esta situación y ante una de las mayores crisis que ha sufrido el movimiento cooperativo en su historia, los planes de algunos directivos de querer ocupar la presidencia de la Corporación tampoco se vieron cumplidos, con lo que el alejamiento ha ido creciendo cada vez más a lo largo de estos años. Y todo ello, a pesar de contar con la ventaja de que ser una división unívoca dentro del grupo cooperativo como es la de Elevación, donde Orona es la única empresa dedicada a esta actividad.

Este distanciamiento se ha materializado con la ausencia desde hace mucho tiempo en reuniones de los órganos de gobierno corporativos, así como de iniciativas del grupo como la de Mondragon Hospitality, que es un clúster formado por nueve cooperativas, entre las que se encuentra Ulma, que se han unido para proveer de equipamiento y servicios a empresas del sector hotelero, turístico y sociosanitario. Es muy llamativo que, en esta alianza estratégica, que fue presentada este viernes en Madrid, no se encuentre Orona, cuando, por razones obvias, puede ser una de las empresas más interesadas.

En este contexto, se da la paradoja de que Javier Mutuberria, que abandonó la dirección general de Orona en la asamblea que la cooperativa celebrada hace un año en Donostia, un año antes de su jubilación, siga ostentando la presidencia de Orona Holding, SA, una sociedad instrumental participada al 100% por Orona S. Coop.y que es la tenedora de las cerca de 30 filiales que la cooperativa tiene en Francia, Benelux, Reino Unido, Noruega y Portugal y las que operan en el conjunto del Estado español.

La actividad de estas filiales supondría casi la mitad de los 832 millones de euros de la facturación total del Grupo Orona en el año 2021, con lo que esta empresa de capital puede servir de palanca para posibles nuevos escenarios que planee transitar el fabricante de ascensores guipuzcoano, una vez que sus socios cooperativistas hayan decidido abandonar Mondragon en uso de su independencia y gestión autónoma. A partir de este hecho, el grupo Orona es muy libre de poder cambiar de personalidad jurídica adoptando otros modelos e incluso terminar siendo adquirida por terceros.

Una posibilidad que, aunque ahora pueda parecer un poco exagerada, sin embargo, se puede convertir en factible en el corto y medio plazo, teniendo en cuenta los procesos de concentración que se están produciendo en el sector de los ascensores en el mundo, donde Orona es el quinto fabricante europeo. La empresa guipuzcoana podría entrar dentro de los planes de crecimiento inorgánico de multinacionales como Otis, Kone o Thyssen, por poner algunos ejemplos.

Por otro lado, sorprende la falta de transparencia existente en el seno de Orona y Ulma –todavía más, tratándose de cooperativas–, donde una decisión de tanta importancia como es la de plantear el abandono de la Corporación Mondragon es conocida por los socios cooperativistas a través de los medios de comunicación y no por los cauces internos, gracias a filtraciones interesadas. En el caso de Orona, la propuesta de debatir en una asamblea extraordinaria la salida de Mondragon tratada por el Consejo Social General tardó solo un día en darse a conocer públicamente a través de un periódico, con lo que la intencionalidad de la acción es manifiesta para, en una política de hechos consumados, tratar de establecer una opinión generalizada del cuerpo social hacía una determinada dirección, visiblemente anhelada por algunos.

De la misma manera, en el seno de Orona hay muchos socios cooperativistas que se preguntan por los motivos que existen para que el exdirector general, una vez que se ha jubilado, siga manteniendo una relación con la cooperativa como asesor a petición del Consejo Rector.

Mientras que en Orona nunca se había planteado la posibilidad de salir de Mondragon, en el caso de Ulma, las relaciones con la corporación siempre han sido un proceso de ida y vuelta. En el año 1993 decidió no integrarse en lo que en ese tiempo era MCC, para mantenerse independiente como grupo, ya que era una empresa que contaba con varias filiales, como en la actualidad, hasta que, en el año 2012, acordaron formar parte la división industrial del grupo al que pertenecen.

La complejidad de Ulma, cuyo director general es Iñaki Gabilondo, y que cuenta en su seno con nueve cooperativas dedicadas a actividades tan diversas como construcción, forja, packaging o manutención, hace que el proceso de salida de Mondragon pueda parecer complicado sobre el papel, y ello, sin tener en cuenta el arraigo de la empresa en la comarca de Debagoiena y del importante espíritu cooperativo que existe entre sus socios y en la zona. Otra cosa distinta es Orona, donde la solvencia y los buenos resultados pueden ser buenos argumentos para continuar con su andadura en solitario y de manera independiente.

Sin embargo, la pregunta que hay que hacerse es qué argumentos van a presentar los respectivos Consejos Rectores de Orona y Ulma para afirmar que sus negocios van a ir a partir de ahora mucho mejor que estando dentro de la Corporación Mondragon y que iniciativas van a poner en marcha que no se hayan podido desarrollar por estar en el seno del grupo cooperativo. En caso contrario, estaríamos poniendo en sería contradicción uno de los principales principios del modelo cooperativo como es el de la solidaridad hacía dentro y en relación al entorno social donde se ubican. Una muestra más de la crisis en los modelos de gobernanza que se están produciendo en algunas empresas, entre ellas, algunas cooperativas.