El negocio del fútbol
Que el fútbol profesional es un gran negocio que mueve muchos miles de millones de euros y que pasa por ser una actividad que en el terreno económico se ha desarrollado en muchas ocasiones por debajo de los mínimos niveles de transparencia que se exigen en otros sectores, más dados a dar a conocer una mayor información de sus resultados y actuaciones, no es descubrir nada nuevo.
Por eso sorprende que la Liga de Fútbol Profesional, es decir, la patronal de los clubs que compiten en Primera y Segunda División, haya dado a conocer ahora el impacto que este negocio tiene en la economía de Euskadi hasta el punto de cifrar en 1.182 millones de euros la facturación anual que genera, lo que significa el equivalente al 1,69% del PIB vasco, y contabilizar 14.275 puestos de trabajo.
Estos datos, elaborados de forma desglosada por regiones, proceden del informe sobre el “Impacto económico, fiscal y social del fútbol profesional en España” que ha elaborado la consultora PwC por encargo de la Liga de Fútbol Profesional, a partir de la información disponible de la actividad de los clubes relativa a la temporada 2016-17 y que actualiza otro que se realizó hace cuatro años.
En el mismo informe se afirma que el peso que el fútbol profesional vasco tiene sobre el del Estado supone el 7,5%, de una facturación total de 15.688 millones de euros y significa el 7,7% de los 185.000 empleos que generan los clubes profesionales estatales, lo que pone de relieve la dimensión que este sector, en el que se conjuga el deporte y el entretenimiento, tiene en lo que se refiere a actividad económica.
Sin embargo, aun siendo importantes estos datos en términos de negocio y empleo, hay que constatar que no pueden ser comparables con el peso y la influencia que los sectores económicos tradicionales como son la industria, servicios y el primario tienen en el desarrollo y progreso de la sociedad. Entre otras cosas, porque en el estudio no se constata la importancia que las subvenciones y las ayudas públicas, tanto directas como indirectas, tienen en la generación de la actividad de los clubes profesionales, frente a otros sectores económicos.
Por eso tratar de comparar en los mismos parámetros un sector como el del fútbol profesional con otros con gran raigambre y peso social en la economía puede parecer un sarcasmo, si detrás de este tipo de informes no se esconde un posible intento de blanquear una mala reputación vinculada a la corrupción descubierta en algunos de sus dirigentes, fraudes millonarios a Hacienda y contratos multimillonarios de jugadores, ostentación lujuriosa de bienes y propiedades por parte de futbolistas, apaño de partidos, etc. Unas actuaciones que, paradójicamente, son aceptadas con toda normalidad por el conjunto de la sociedad como algo natural y propio de ese mundo, cuando en otros sectores provocarían niveles de alarma y escándalo por parte de la ciudadanía.
La connivencia entre el sector público y el fútbol profesional todavía tiene a día de hoy algún fleco vigente en nuestros lares como es la imputación judicial de un exdirector de Hacienda por un presunto delito de prevaricación cometido en agosto de 2008, al tramitar por la vía administrativa, en lugar de la penal como correspondía, el pago irregular, en concepto de derechos federativos y a través de sociedades no residentes, -algunas ubicadas en paraísos fiscales-, de las fichas de varios jugadores de un club de fútbol profesional entre los años 2004 y 2008. La decisión fue adoptada en contra del criterio de los inspectores de Hacienda que consideraban que estos pagos eran en realidad “retribuciones por el trabajo personal de los jugadores”, eludiendo las retenciones de IRPF y el Impuesto sobre la Renta de No Residentes.
El negocio del fútbol profesional no solo está vinculado a las ayudas públicas, sino también a otras actividades lucrativas como los recursos que generan los derechos de televisión y, de vez en cuando, a algunas importantes operaciones urbanísticas que aumentan el valor y las capacidades de las instalaciones donde los clubes centralizan su actividad con el fin de generar más recursos económicos. Curiosamente, estas entidades disponen de activos de propiedad pública en su calidad de arrendatarios por los que pagan cantidades que están por debajo de cualquier precio razonable para el fin que persigue.
El informe de la Liga de Fútbol Nacional recoge el efecto inducido que su actividad, que combina deporte con entretenimiento, genera en sectores de servicios con poco valor añadido en términos económicos como son el de alojamiento, restauración y transportes. El estudio califica al fútbol profesional como un sector tractor para esas actividades hasta el punto de cifrar en 2.398 millones de euros la contribución que la celebración de eventos deportivos en los estadios durante la temporada 2016-17 supuso para esos negocios.
Es clara la influencia que el fútbol profesional tiene en nuestra sociedad pero convendría una mayor regulación a la hora de transmitir ciertos valores y fijar límites a las transacciones económicas que algunos clubes realizan y operaciones de fichajes con cifras estratosféricas que nada tienen que ver con la realidad de un país. No tiene ningún sentido que un joven con 20 años de edad pueda cobrar entre un millón o millón y medio de euros por ser fichado por un club para jugar en Primera División, mientras que otro joven investigador en formación y tras años de estudio y dedicación justo sobrepase los mil euros al mes de salario. Algo no está funcionando bien en nuestra sociedad.