stán los tiempos para meterles mano sin miedo, aunque parezca menos peligroso meter la mano en una picadora. La pandemia se ha llevado por delante vidas y se llevará aún unas cuántas más, pero por debajo ha tapado muchas realidades. Pongamos tres: la pobreza (que crece, como señaló el lunes Intermon Oxfam), la reforma de las pensiones y la reforma laboral siguen en el aire. Un aire en el que hay mucho debate de paupérrimo nivel y poco acuerdo, dígase todo, porque mientras debatimos sobre jetas semivacunados, se cruzan contenedores, se filosofa sobre la idoneidad de votar o no en pandemia y una ristra de cosas importantes más (que lo son) se consolidan realidades que ahí estaban. Se solidifican mediante el silencio, porque la vida sigue con cosas que pasan. Sin stand by. La pandemia no es ningún paréntesis. Lo creímos la primera que vez nos metimos en casa. Error. La vida sigue, y hay realidades sociales y laborales, asociadas cada vez más a grandes multinacionales de reciente explosión, que afectan a miles de personas. También a esos jóvenes que se alejan de la política. Eso aseguran. Quizá la solución pase por hablar menos de desafección en abstracto y empezar a poner remedio a problemas concretos y complejos. A meterles mano. Quizá así la desafección decrezca. Con política.